EL MUNDO
› ARLETTE LAGUILLER, DE 62 AÑOS, CANDIDATA DE LUTTE OUVRIERE
Una trotskista revoluciona Francia
Tiene entre el nueve y el diez por ciento de intención de voto para la primera vuelta de las presidenciales, este domingo, y se ha convertido en una sensación política. Este es el retrato de Arlette Laguiller.
Por Jon Henley *
Desde París
Si usted cree en las encuestas, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de este domingo, unos 3,5 millones de franceses perfectamente razonables votarán a una mecanógrafa jubilada de 62 años que lucha por el derrocamiento de la democracia parlamentaria y la dictadura del proletariado. No muchos de los partidarios de Arlette Laguiller tienen una idea de lo que significan esos espléndidos ideales bolcheviques, por supuesto, y menos todavía quieren ponerlos realmente en práctica. Pero la popularidad extraordinaria y perdurable de la diminuta trotskista nunca tuvo mucha relación con la opinión del público sobre sus políticas.
Arlette, la Starlette, como se la conoce cariñosamente, está cabalgando por lo cielos en ésta, su quinta campaña presidencial. Con entre nueve y 10 por ciento de intención de voto en la primera vuelta electoral, atrajo a más de 6000 partidarios casi histéricos a su reunión final de campaña el fin de semana pasado en el importante auditorio le Zenith en París. Hay tantos socialistas desilusionados diciendo que van a votar por ella que el principal candidato de la izquierda, el primer ministro Lionel Jospin, ha debido reperfilarse rápidamente como “el representante de la iz-quierda concreta, la que realmente quiere gobernar y no dice, como Laguiller, que no le importa un bledo lo que suceda después de la primera vuelta”.
Pero Jospin no puede ser muy severo con Laguiller. Si quiere tener alguna posibilidad de ganar la segunda vuelta el 5 de mayo, necesita que todos los partidarios de la primera vuelta de ella lo apoyen contra el conservador en funciones Jacques Chirac. Laguiller, por supuesto, ha jurado que nunca apoyará al primer ministro, describiéndolo como un “traidor de la clase trabajadora” y un “renegado capitalista”. En 1974, Laguiller, la voz y rostro de la misteriosa Lutte Ouvriere, o Partido de la Lucha de los Trabajadores, fue la primera mujer francesa que se postulaba para presidenta, a pesar del hecho que ella cree (citando la revista del partido) que el objetivo de todos los trabajadores debe ser “destruir el aparato del Estado burgués, su gobierno y su parlamento, sus cortes, su policía y su ejército, y tomar el poder ellos mismos directamente porque las elecciones no cambian las vidas”.
En aquel entonces obtuvo el 2,3 por ciento de los votos. Para 1995 alcanzaba el 5,3 por ciento y en las elecciones regionales tres años después ganó un porcentaje similar de los votos y obtuvo 23 escaños en los consejos regionales. En 1999 fue electa MPE (miembro del parlamento europeo). “Es tan conocida, que no necesita hacer campaña”, dice Jean-Marc Lech, de la agencia encuestadora Ipsos. La duplicación este año del apoyo a Laguiller se debe en gran parte al hecho que el moderado Partido Comunista ha sido parte de la coalición socialista liderada por Jospin en los últimos cinco años, así que está teñido con una pincelada de Tony Blair. Pero la perseverancia y personalidad de Laguiller, que incluye romper en llanto cuando los entrevistadores la atacan, también son un factor.
Una encuesta reciente hecha por Elle francesa resultó en que Laguiller fue la única candidata del record de 16 que se presentan a las elecciones (incluyendo otras tres representantes de la extrema izquierda) con los que los votantes se sentirían cómodos compartiendo sus problemas. Vive de acuerdo con sus principios, no posee virtualmente nada y jamás varía su mensaje. “Antes, la gente siempre me criticaba por decir la misma cosa –dice–. Ahora eso se está convirtiendo en una cualidad, la gente dice de mí: es sincera, es fiel a sus ideales. Como si eso fuera algo raro.”
Arlette la Starlette vive en dos habitaciones, en un departamento municipal en el piso 13 en el suburbio comunista de Les Lilas, y sobrevive con una pensión de 1500 dólares del Credit Lyonnais. Trabajó para el banco (básicamente como una organizadora sindical de tiempo completo) desde la edad de 17 años, apenas salida de la escuela de secretariado, hasta que se jubiló hace cuatro años. Nacida en 1940, Laguiller ha sido, en las palabras de una ex colega, “una revolucionaria comprometida desde más o menos 1939”. En 1960 encontró a su musa, Leon Trotsky, en un folleto publicado por el Sindicato Comunista Internacionalista, una oscura formación creada después de la Segunda Guerra Mundial sobre los márgenes de la Cuarta Internacional. Desbandado con el inicio del levantamiento estudiantil de 1968, el SCI –unas pocas docenas de militantes– fue reformado en secreto a comienzos de la década de los 70, con Lutte Ouvriere como su frente principal. La carrera de Laguiller se lanzó, como vocera del partido, en las elecciones generales de 1973.
Lutte Ouvriere es una organización clandestina. No tiene una central donde el público pueda ir en busca de información, sólo un número de casilla de correos. Sus líderes nunca hablan en público y son conocidos aún por los activistas del partido por sus seudónimos. Hay un número de teléfono pero es difícil de conseguir. Los miembros del partido generalmente devuelven los llamados desde teléfonos públicos, porque, de acuerdo a las palabras de un miembro, los militantes “viven como si la policía los estuviera espiando, y se están entrenando”. Los medios de comunicación franceses han hablado de pruebas que deben pasarse antes que un presunto miembro se les pueda unir: vender el diario del partido, ganar un cierto número de contactos, hacer contribuciones de dinero. Las mujeres que son particularmente serias sobre su actividad política, según se rumorea, son desalentadas de tener hijos.
“Le hacen leer una novela, Domilita, que cuenta la historia de una militante boliviana que fue arrestada y torturada. Termina hablando porque amenazan a sus hijos”, le dijo a Liberation un miembro. En suma, comenzar una familia es considerado burgués, y por lo tanto incompatible con el ideal revolucionario. La generalmente dulce Laguiller dice enojada que esto es una tontería, parte de una letanía de historias malvadas cocinadas por los medios capitalistas para asustar a los aspirantes revolucionarios. Hasta ha llevado al MPE Verde (y ex héroe del levantamiento estudiantil de mayo de 1969) Dany Cohn-Bendit a juicio por describir la Lutte Ouvriere como una secta y a ella misma como una obediente sirviente de un culto encabezado por un siniestro gurú conocido sólo como Hardy.
Pero hace mas o menos un mes, ella admitió a la revista de chismes realmente no muy proletaria Gala que aunque tenía un hombre en su vida, “lo mantenía bien oculto” y que nunca había tenido hijos porque “mi vida militante me hace sentir que estoy luchando por cada niño en el mundo”. Llevó mucho tiempo, pero finalmente las revistas de lujo la alcanzaron. Gala fue la primera, mostrando un ángel no reconstruido de la izquierda, en su departamento, cocinando un simple comida, hojeando una biografía de Trotsky y revelando que todo su sueldo de MPE va a Lutte Ouvriere. Luego fue el turno de Paris Match. Hoy es tan solicitada que no hay posibilidad de conseguir una entrevista personal. Según Caroline Monno,t de Le Monde, Lutte Ouvriere está usando las tácticas que usaría el agente de una estrella de cine. Dice que hay que presentar las acreditaciones con anticipación y que hay listas de espera. Y una vez en presencia de Laguiller, sólo se permiten tres preguntas.
Arlette quiere que se aumenten los salarios; que se ilegalicen los despidos en las compañías lucrativas; que las leyes del secreto bancario sean anuladas para que los trabajadores puedan controlar los negocios de sus jefes. “La mayoría de los candidatos están socialmente y políticamente en el campo de la burguesía –dice–. Están compitiendo sólo para mejorar los negocios de los jefes, los gerentes, los empresarios y los banqueros. Yo, soy del campo de los trabajadores. Son sus intereses, morales, materiales y sociales, los que quiero defender.” Y después de esperar más de 40 años, es paciente, muy paciente. “La gente está comenzando a escucharnos –dice–. No soy ingenua, sé que tomará todo el tiempo que sea necesario, pero estoy convencida de que el capitalismo no será la última forma de sociedad que conocemos. La revolución será violenta, pero sin duda menos asesina que cualquier otra forma. Así... que vendrá.”
* De The Guardian de Gran Bretaña.Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.