Mar 12.10.2004

EL MUNDO  › UN NUEVO SONDEO UBICA UN PUNTO ARRIBA AL DEMOCRATA KERRY

Con la mira en el gigante latino dormido

Los latinos representan la mayor minoría de Estados Unidos. Esta semana, los candidatos hacen gira por estados en donde el voto hispano puede inclinar la balanza a su favor. Bush y Kerry estuvieron en Nuevo México, estado en el que el mandatario perdió frente a Gore.

Por Rosa Townsend *
Desde Miami

Con vistas al último debate de mañana entre el presidente George Bush y su rival demócrata, John Kerry, en el que los temas domésticos serán el eje de la contienda televisiva en Arizona, ambos candidatos orientaron su gira hacia los estados donde los hispanos pueden inclinar la balanza a su favor. Bush y Kerry se disputaban los votos latinos ayer en Nuevo México, estado en el que Bush perdió frente al demócrata Gore por sólo 366 votos en la elección del 2000. Y es que cada cuatro años los políticos de Estados Unidos padecen el síndrome de Cristóbal Colón: redescubren a los hispanos. Los candidatos hablan súbitamente español, saborean tacos mexicanos y se congracian con los votantes a ritmo de salsa o mariachi. Kerry es más comedido en esta simbiosis político-cultural, pero Bush cerró recientemente un mitin de cubanos con la conga.
Hay un segmento del electorado al que cautiva ese tipo de gestos, en opinión de Raúl Yzaguirre, presidente de La Raza, la organización hispana más influyente de EE.UU. Pero la inmensa mayoría no se casa ideológicamente con nadie, guían sus decisiones por lo que ellos llaman en spanglish los issues (temas que les conciernen) y, en gran medida, por el carisma del candidato. “Además, los políticos pueden mentir igual en español que en inglés”, dijo Yzaguirre durante su intervención en el Foro sobre el Voto Latino. Ironías aparte, Yzaguirre destacó un aspecto clave sobre el voto hispano este año: “el realineamiento de afiliaciones políticas”, sobre todo de demócratas que se pasan a independientes. El número de republicanos no ha variado significativamente en los últimos dos años, aunque un tercio de ellos afirma provenir de las filas demócratas. En el último sondeo del Pew Hispanic Center se define como demócrata un 45% de los 16 millones de hispanos que pueden votar en EE.UU. (del total de 40 millones que residen), el 20% se considera republicano y el resto independiente. En el sondeo previo, el 49% se identificaba como demócrata.
El realineamiento por una parte, y por otra la incógnita sobre el millón de nuevos electores hispanos, hacen más impredecible el sufragio hispano en esta elección. En 2000 Al Gore obtuvo el 62% de los votos y Bush el 35%. Ambos partidos aspiran a superar esos porcentajes, los demócratas quieren lograr el 70% y los republicanos el 40%. Aproximarse a tales techos de voto requerirá la captación de indecisos.
Aunque las organizaciones hispanas se han esmerado en amplificar la importancia de su electorado, al que se refieren como “el gigante dormido”, lo cierto es que “la mayoría del voto latino se concentra en estados que no están en entredicho”, subraya Roberto Suro, director del Pew Hispanic Center. Los indecisos que pueden influir en el resultado se reducen a unos 560.000 en cinco estados con gran población hispana en los que Bush y Kerry están estadísticamente empatados: Arizona (28% de hispanos), Colorado (18%), Florida (18,5%), Nevada (21%) y Nuevo México (42%), que conjuntamente suman 56 de los 270 votos del colegio electoral necesarios para llegar a la Casa Blanca.
Los otros estados que señala Suro, en los que se concentra el 60% de la población hispana –California (34%), Nueva York (14%), Illinois (11%) o Texas (36%)– están claramente definidos por un candidato, según los sondeos. Los tres primeros por el demócrata y el último por el presidente. Todos los analistas coinciden en que el voto hispano será decisivo únicamente si la carrera se mantiene apretada hasta el final en los cinco estados clave, como ocurrió en 2000 en Florida, en que ganó Bush por 537 votos, y en Nuevo México, donde triunfó Gore por 366 votos. De lo contrario, si uno de los candidatos gana por una amplia mayoría, el voto de los hispanos se diluirá entre el escrutinio general, lo cual les hará perder palanca política. Porque el síndrome de Colón es una dinámica de doble vía: en cada ciclo electoral los hispanos se promocionan como el colectivo imprescindible para vencer, e invitan a los candidatos a seducirlos.
Sus líderes sostienen en los medios la idea de que los hispanos decidirán el próximo presidente. El problema es que lo mismo proclaman los negros, las mujeres, los jóvenes, los veteranos de guerra, los católicos, los evangélicos... El resultado es una subcontienda de grupos pujando por la atención de los candidatos, que discurre en paralelo a la contienda presidencial.
Con tanta competencia, las organizaciones hispanas han adoptado lo que Yzaguirre denomina “una estrategia flexible”, cortejando a la vez a demócratas y republicanos. “Una vez que te identificas con un partido estás perdido”, afirma Joe García, ex director de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), quien curiosamente habla así después de renunciar a su cargo para hacer campaña por Kerry, aunque sigue en la junta de consejeros. La FNCA no toma oficialmente posiciones políticas, pero siempre se la ha asociado con los conservadores.
Los hispanos tendrían más fuerza si fueran un bloque monolítico en vez de un mosaico de nacionalidades cuyos únicos nexos son el idioma y una lejana herencia cultural. No tienen una agenda común ni aparentemente les interesa tenerla. Salvo el afán por conseguir una mayor parcela en la sociedad de EE.UU., las aspiraciones de un mexicano de California tienen poco que ver con las de un cubano o colombiano de Florida, ni con las de un puertorriqueño o dominicano de Nueva York. Y eso despista completamente a los naturales, acostumbrados a segmentos sociales más estereotipados y por tanto más fáciles de abordar.
Un sondeo de intención de voto de Gallup para CNN y el diario USA Today divulgado ayer, le dio a Kerry un punto por encima de Bush. Con 49 por ciento, Kerry supera a Bush, que recibe el 48 por ciento de los votos. Ante unas elecciones reñidas y con todas las variables en juego, el impacto del voto hispano dependerá de la afluencia a las urnas. Los pronósticos son de al menos 7 millones (en un país de 290 millones en el que suelen votar entre 110 y 120 millones). Si acudieran muchos menos, tendrían que esperar otros cuatro años para poder proclamar que el gigante hispano dormido se empieza a despertar.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux