Sáb 23.10.2004

EL MUNDO

“El impulso y la ley de gravedad me hicieron dar el paso en falso”

El líder cubano relató en una carta a sus compatriotas los pormenores de una operación de tres horas y quince minutos.

Por Mauricio Vicent *
Desde La Habana

Que nadie lo dude: Fidel Castro va a seguir al pie del cañón, o al menos esa es su voluntad. Si el miércoles, tras sufrir una aparatosa caída después de pronunciar un discurso en Santa Clara, él mismo anunció que se había fracturado la rodilla izquierda, el jueves quiso ser también él el encargado de relatar, mediante un comunicado, los pormenores de la operación quirúrgica de tres horas y quince minutos a que fue sometido de madrugada en un hospital ubicado en el Palacio de la Revolución de La Habana.
La televisión cubana ha difundido profusamente, como si se tratara de un parte de guerra, la “Carta del compañero Fidel a sus compatriotas”, en la cual cuenta los pormenores del tropezón –“el impulso y la ley de gravedad, descubierta hace tiempo por Newton, hicieron que al dar el paso en falso me precipitara adelante hasta caer, en fracción de segundos, sobre el pavimento”– e informa minuciosamente lo que sucedió después. Lo primero fue el traslado en una ambulancia desde Santa Clara a La Habana, distantes 280 kilómetros. Durante el trayecto, pese a los calmantes que le suministraron, el mandatario atendió al presidente venezolano Hugo Chávez, que lo llamó por teléfono al conocer lo ocurrido. En su carta, Castro habla hasta de los baches de la carretera y explica cómo, ya en el Palacio de la Revolución, al saber que “la rótula estaba fragmentada en ocho pedazos”, se dispuso qué hacer: “De común acuerdo, los especialistas y el paciente decidimos proceder a la inmediata operación de la rodilla e inmovilizar el brazo derecho (en el que tiene una fisura en el húmero) con un sencillo cabestrillo”.
El líder comunista, de 78 años, se preocupó hasta de la anestesia que le iban a suministrar –pidió raquídea– y solicitó a los médicos que “no le aplicaran ningún sedante”. “El proceso alrededor de la operación duró tres horas quince minutos. Los ortopédicos se dedicaron a reunir y ubicar cada uno de los fragmentos en los sitios que les correspondían a cada uno de ellos y, como tejedores, proceder a unirlos sólidamente, cosiéndolos con fino hilo de acero inoxidable unos y otros”, relata Castro, quien concluye: “Un trabajo de orfebrería”.
Al final de la misiva, el mandatario quiso tranquilizar a sus compatriotas: “Evoluciono bien y no dejaré de comunicarme con ustedes”. Y por si alguien lo dudaba, antes dejó caer: “Desde el mismo instante de la caída no he dejado de atender las tareas más importantes que me corresponden, en coordinación con todos los demás compañeros”, para concluir con una exhortación un tanto enigmática: “Cada uno de los revolucionarios cubanos sabe lo que debe hacer en cada instante. ¡Hagámoslo!”.
Prácticamente a la misma hora en que la televisión emitía el comunicado de Fidel Castro, su salud y las consecuencias que podrían derivarse de su aparatosa caída eran objeto de discusión y comentarios entre los diplomáticos que asistieron a la recepción que ofreció el nuncio de la Santa Sede en La Habana, el italiano Luigi Bonazzi, con motivo del 26 aniversario del pontificado de Juan Pablo II. Dos de las principales preguntas que se hacían muchos en la Nunciatura –¿después de lo sucedido, habrá vacío de poder en Cuba?, y la segunda: ¿el incidente hará que la dirigencia cubana se plantee el tema de la sucesión?–, en cierto modo las estaba respondiendo Castro en ese momento en la carta a sus compatriotas. Otra cuestión preocupaba a los diplomáticos europeos –que en estos días preparan un informe a petición de sus capitales, que servirá de base para reevaluar la posición común de la UE hacia Cuba en noviembre–, y era: ¿dónde está Raúl Castro?
La mayoría de los diplomáticos europeos criticaron las declaraciones de la vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio, sobre la conveniencia de la muerte de Castro. “Parece mentira que eso lo diga una señora que se dice católica”, dijo con indignación un embajador. Loyola de Palacio hizo saber ayer que no deseaba la muerte a nadie, aunque sostuvo que sus declaraciones habían sido “totalmente en off” y en el marco de un desayuno informal con periodistas, mientras Mariano Rajoy, su correligionario y presidente del Partido Popular, salió a apoyarla.
El nuncio Luigi Bonazzi, que por cierto no invitó a disidentes a su recepción, deseó a Castro una pronta recuperación y resaltó el valor del diálogo y la necesidad de “cooperación de todas las ideas de todos”. “Hay que construir el futuro con todos y para el bien de todos”, afirmó.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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