EL MUNDO
› POLITICA EXTERIOR Y SEGURIDAD NACIONAL EN LA CAMPAÑA
¿Incidirá Irak, Osama o ambos?
Por Mercedes López
San Miguel
Cuando los votantes elijan hoy a un presidente, serán los primeros en hacerlo bajo la sombra de la guerra de Irak y post-trauma del 11 de septiembre de 2001. Pareció inevitable que la política exterior y la seguridad nacional dominaran la carrera por la Casa Blanca entre el aspirante a la reelección, George W. Bush y su contendiente demócrata, John Kerry, a un grado que no se veía desde la guerra de Vietnam.
Expertos de esta contienda virtualmente empatada por ambos candidatos en el último tramo, especularon con la “sorpresa de octubre”, esto es, un acontecimiento que el mes previo a la elección, pudiera inclinar el voto en favor de uno de los candidatos. Muchos hipotetizaron con la captura de Osama bin Laden. En su lugar, el viernes pasado fue difundida una cinta del hombre más buscado por Washington, en la que volvió a reivindicar el atentado a las Torres Gemelas. Grosso modo, la entrada del jefe de Al Qaida en los cuartos de estar de los norteamericanos en el último fin de semana anterior al 2 de noviembre no revolucionará el voto de los que tenían tomada ya su decisión.
El comentario preelectoral de asesores republicanos fue que la intrusión del enemigo Nº 1 ayudaría a George W. El razonamiento es el siguiente: como los niveles de popularidad del mandatario norteamericano son más altos, comparativamente que Kerry, en cuanto a la lucha antiterrorista, cada vez que los norteamericanos son llamados por una información de Irak o Al Qaida, es un punto en favor de Bush”.
La lógica de los que le hacen la campaña al “Mr. Guerra” es que: “como hemos fracasado en hacer de EE.UU. un lugar más seguro –recordemos que el 11-S sucedió durante la administración Bush– deberían elegirnos para estar más seguros. Si no hemos capturado a Osama en tres años, usted nos necesita para atraparlo en los próximos 4 años. Porque no nos importa si desaparecieron toneladas de explosivos de Irak, puede votarnos y le garantizamos que esos explosivos no serán usados en su contra”.
“Nuestro país no se quedará sentado a esperar futuros ataques. Prevendremos esos ataques yendo a la guerra tras el enemigo”. (Discurso de Bush en Colorado, 25 de octubre de 2004). En realidad, durante este año electoral se comprobó que el enemigo era equívoco –algo que galvanizó la campaña demócrata–: no había un nexo entre Saddam Hussein y el 11-S y no se encontraron las armas de destrucción masiva, ambos argumentos para justificar la invasión a Irak y el vistoso aprisionamiento de Saddam.
“La invasión de Irak fue una distracción profunda de la batalla contra nuestro mayor enemigo –Al Qaida– que mató a más de 3000 personas el 11/9 y que aún planifica hoy nuestra destrucción (...) Como presidente, terminaré el trabajo en Irak y volveré a concentrar nuestras energías en la verdadera guerra contra el terrorismo”, dijo Kerry en un discurso en Penssylvania, 24 de septiembre de 2004). Mientras la política exterior de Bush es unilateralismo como norma; ataque preventivo y exportación de modelos de democracia, Kerry apunta a una política exterior multilateral, con otra aproximación a los aliados. Un dato no menor: las limitaciones de EE.UU. son mucho mayores que hace dos o tres años –el enorme déficit presupuestario, con el Ejército ocupando Irak y la intensa oposición nacional e internacional–.
El desafío inminente para el hombre que asuma la presidencia en EE.UU. será cómo lograr establecer un gobierno iraquí con credibilidad en el marco de la violencia de la posguerra. Tanto Bush como Kerry, argumentan que un rápido traspaso de la responsabilidad de combate a los iraquíes aliviará a las tropas. Pero la perspectiva es que tome años lograrlo. Y el líder de Al Qaida está suelto, recuerdo de que algo falló.