Jue 04.11.2004

EL MUNDO  › COMO FUERON LOS AVANCES DE LOS REPUBLICANOS EN LAS DOS CAMARAS

Ola de derecha sobre el Capitolio

George W. Bush no sólo aumentó su caudal de votos, sino que también logró notables avances en el Congreso, como la caída del líder de la minoría demócrata y victorias arrasadoras en el sur del país. Los planes conservadores del presidente tienen ahora luz verde.

Por Rupert Cornwell *

Al final, resultó tan malo como temían los pesimistas. Envalentonados por haber reforzado su hegemonía en el Senado en el sur, los republicanos han aumentado su poder tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, dejando al presidente el camino libre para dar curso a su conservadora agenda legislativa en un segundo período.
El mayor avance de los republicanos fue en el Senado, como indicaron numerosas personalidades. Los republicanos ganaron al menos tres y quizá cuatro escaños, obteniendo un mínimo de 54 a 55 de las 100 bancas. De las 34 bancas en juego, los republicanos ganaron 18, incluyendo seis triunfos netos, y los demócratas 15 (dos ganancias), con una banca en Alaska aún por definir. De las conquistas, cinco fueron en el sur, pero el triunfo más dulce fue en Dakota del Sur, donde el ex congresista republicano John Tune derribó a Tom Daschle, el líder de la minoría demócrata en el Senado y el hombre al que la Casa Blanca había señalado como el “principal obstruccionista” de sus planes en el Congreso.
Daschle, un legislador de manera amable pero de voluntad de hierro, elegido por primera vez en 1986, se convirtió de ese modo en el primer líder de bancada derrotado en el Senado en medio siglo. El revés no es sólo un enorme golpe psicológico para los demócratas; también acentúa el gran cambio de roles que ha tenido lugar en el Congreso. Por la mayor parte del siglo XX (desde el New Deal de Roosevelt hasta el comienzo de la era de Clinton) el Congreso estuvo básicamente controlado por los demócratas. Hubo algunos breves interludios, especialmente en el Senado, pero lo más frecuente era que un presidente republicano tuviera que lidiar con mayorías demócratas tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes. Pero eso cambió en la revolución de 1994, liderada por el ex presidente de la Cámara baja Newt Gingrich. Desde entonces, los republicanos han gobernado ambas cámaras con la excepción de 2001-2002, cuando el republicano moderado de Vermont Jim Jeffords se pasó de bando para darles a los demócratas el voto que les faltaba. El resultado de ayer, sin embargo, significa que los demócratas habrán permanecido en la minoría en el Congreso por doce años más, por lo menos, hasta las próximas elecciones de mitad de mandato en 2006, con poca perspectiva de revertir la tendencia en un futuro cercano.
Hubo algunas luces de esperanza para los demócratas, notablemente la esperada conquista por avalancha de Barack Obama de una banca controlada por un republicano en Illinois y el triunfo de Ken Salazar en Colorado, reemplazando al republicano saliente Ben Nighthorse Campbell. Más aún, pase lo que pase, los demócratas mantendrán su cómoda “súper minoría” de 41 votos que les es necesaria para obstruir la aprobación de medidas que no les gustan. Pero esto no compensa los desastres en el sur.
Ayer se probó que el cataclísmico viraje en la política presidencial de los demócratas hacia los republicanos en los estados de la vieja Confederación se refleja ahora también en el Senado. Las pérdidas demócratas en Carolina del Norte y Georgia hicieron que esos tres estados ahora tengan dos senadores republicanos cada uno. Con David Vitter, los republicanos tienen su primer senador en Louisiana desde la era de la reconstrucción post guerra civil. En Florida, el ex miembro del gabinete de Bush Mel Martínez ganó un asiento que dejó vacante Bob Graham. En los 11 estados de la vieja Confederación sólo quedan ahora tres senadores demócratas.
A nivel de la Cámara de Representantes, donde el poder del partido no tiene obstáculo alguno, el escenario es aún más tenebroso. La noche comenzó con una ventaja de 206 a 227 bancas a favor de los republicanos, y dos vacantes. Cuando todo finalizó, el poderoso líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes Tom DeLay predecía una ganancia neta en al menos tres (debido en parte a una redistribución del mapa electoral en el estado de Texas) de los distritos que habían sido previamente de los demócratas. “Con una mayoría más grande podemos hacer incluso cosas más emocionantes”, dijo De Lay (cuyo sobrenombre es El Martillo). El alardeo sólo puede aumentar la depresión de los demócratas.
Dado que a lo sumo sólo 30 o 40 de las 435 bancas de la Cámara de Representantes estaban en juego, una mayoría republicana de 203 a 232 sería virtualmente inexpugnable. Para dar vuelta las cosas, los demócratas deberán resolver su principal problema en el nivel presidencial: ¿cómo puede un partido de fuerte componente progresista esperar retomar el poder alguna vez en un país que se mueve cada vez más hacia la derecha? Como un viejo demócrata dijo ayer a la noche, cuando los resultados de la elección casi estaban definidos: “¿Qué diablos podemos hacer?”. Su mortificación era comprensible.
Los índices de aprobación del presidente estaban en un 50 por ciento o menos, el país metido en una guerra en Irak que posiblemente no gane y una mayoría de los ciudadanos creía que el país estaba en “el mal camino” bajo la conducción republicana. Sin embargo, como demostró el desalentador desempeño de los demócratas en forma concluyente, el electorado no cree que el Partido Demócrata, en su presente forma, sea la respuesta.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B. Nieva.

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