EL MUNDO
› LA COMISION ELECTORAL PROCLAMO COMO PRESIDENTE AL ACUSADO DE UN FRAUDE MASIVO
Ucrania entre los claveles y la explosión
Ucrania vivió ayer otra jornada de tensión mientras la Comisión Electoral Central proclamaba como presidente a Viktor Yanukovich, favorito del saliente Leonid Kuchma y de Rusia, en medio de un aluvión de denuncias de fraude. El desafiante Viktor Yuschenko rechazó el anuncio y llamó a una huelga nacional política. Un coro de voces encabezadas por Estados Unidos también rechazó el resultado oficial.
Por Andrew Osborn *
Desde Kiev
Mientras rayos de luz láser de color brillante atravesaban la atestada Plaza de la Independencia y suaves copos de nieve cubrían a miles de ucranianos descontentos, Viktor Yuschenko sacudió su puño en el aire rítmicamente con una sonrisa burlona. La escena que tenía delante obviamente lo llenaba de satisfacción. Mientras el termostato electrónico marcaba una temperatura menor a los 4 grados centígrados, miles de seguidores enfundados en naranja coreaban su apellido, frenéticos bocinazos de partidarios sonaban en las cercanías y una marea de banderas amistosas flameaba en señal de apoyo. En el momento en que llamó a una huelga general y declaró ilegal la decisión tomada anteriormente por la Comisión Electoral atribuyendo la victoria a su rival, una onda de emoción electrizó a las multitudes, muchas de las cuales estaban acampando en el centro de Kiev con temperaturas heladas desde el lunes.
Justo enfrente del Yuschenko de carne y hueso, un estandarte enorme que mostraba al Yuschenko de la preelección flotaba y se agitaba en manos de un grupo de estudiantes que lo habían envuelto sobre la fachada de un hipermodernista complejo de centros comerciales. El Yuschenko del estandarte era un hombre de facciones juveniles y expresión fresca, en un elegante traje oscuro, avanzando con decisión hacia el futuro. El Yuschenko del escenario se veía completamente diferente. Con su rostro marcado por la viruela por un caso de supuesto envenenamiento, el hombre se veía mucho más viejo y, aunque sonriente, parecía menos seguro de sí mismo. Bajo el estandarte alguien había pegado una cita de Edmund Burke: “La única cosa que el mal necesita para triunfar es que la gente buena no haga nada”. En segundo plano, un montón de eslóganes publicitarios de neón brillaban sobre la muchedumbre, con un discordante arco dorado de McDonald’s asomándose detrás de Yuschenko, en tanto la bandera azul y amarilla de Ucrania flameaba en el centro de la escena. En una pantalla gigante de televisión, algo que parecía ser una tediosa telenovela centelleaba en el fondo con subtítulos para las estoicas multitudes. En la base de una imponente columna de piedra que representaba a Ucrania, la Madre Patria, se apiñaba un grupo de al menos treinta carpas verde militar mientras sus temblorosos ocupantes tomaban tazas de té y fumaban cigarrillos.
La atmósfera era más de carnaval que de una revolución, con agradable y reconfortante música pop saliendo de los altoparlantes, dispuestos en forma estratégica. La gente por momentos se mantenía tranquila y por otros resultaba ensordecedora.
“Hay muchos de nosotros. Estamos todos juntos y no nos podrán derrotar”, era el constante estribillo, junto con el coro continuo: “¡Yuschenko, Yuschenko!”. A pesar de que la multitud parecía en calma, parecía también profundamente comprometida y reticente a arrojar la toalla. “Nos quedaremos todo lo necesario”, dijo Ulana Holovatch, vicerrectora de la Universidad Católica Ucraniana de Lviv. Pavlo Prystai, un estudiante de las afueras de Kiev, parecía especialmente entusiasmado. “Han venido personas de todas partes”, exclamó efusivo, pitando con fuerza un cigarrillo. “Es hora de un cambio.” Golpeando sus pies contra el piso para apartar el frío, Olga Kocherlga, investigadora superior en el prestigioso Instituto de Física Molecular de Kiev, asintió. “Yuschenko será el presidente, y es tan simple como eso. Somos optimistas y nada de todo esto nos va a detener hasta que él sea presidente.”
En forma simbólica, imitaciones de trampas antitanques custodiaban las entradas de algunas de las improvisadas ciudades formadas por carpas y un activista había pegado un poster con una escena sobre los disturbios en la ex república soviética de Georgia en la que se veía a varias mujeres colocando rosas en los chalecos antibalas de los policías. “No disparen”, decía la leyenda.
Yura y Kolya, dos estudiantes de comercio bancario de 19 años, dijeron que no creían que la situación se tornase peor. “Las cosas están pacíficas hasta ahora y a pesar de que hay rumores de que el ejército ha sido traído al centro no hemos visto ningún problema aún.” “Yanukovich puede ser el presidente desde el punto de vista legal pero, por otro lado, la ley es el pueblo y él no es el presidente del pueblo.”
La nieve volaba formando remolinos mientras varias personas usaban la ocasión para emborracharse, pero eran los menos; la mayoría de la gente había ido allí por una razón, y no iban a ceder fácilmente.
Cuando Yuschenko advirtió que el país estaba al borde de la guerra civil, sonó como una extraña señal. Nadie pestañeó, sin embargo, y a pesar de que las multitudes pueden ser pacíficas, ahora no se puede saber por cuánto tiempo su buen humor puede durar.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B. Nieva.
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