EL MUNDO
El conservador encerrado entre un adulterio y un ADN
El gobierno del “nuevo laborista” Tony Blair expone valores bastante conservadores. Entre ellos, los de la familia. Y su principal exponente es el ministro del Interior, David Blunkett. Pero Blunkett tiene mucho que lo desdice.
› Por Marcelo Justo
Llama inmediatamente la atención porque es ciego y comparece a las sesiones parlamentarias acompañado de su perro guardián. También por sus ideas políticas. David Blunkett es el ministro del Interior más conservador que ha producido el laborismo en toda su historia, partidario de fuertes controles inmigratorios y aumentos de penas para delincuentes y asociales. Pero esta semana el ministro no está en la picota por ser el representante más visible de la derecha laborista, sino por una historia de pasión, celos, venganza y ADN. Es que este firme defensor de los valores de la familia acaba de iniciar una sorprendente acción legal para que su ex amante reconozca que él es el padre de su hijo de dos años y del que lleva en sus entrañas.
El romance entre David Blunkett y Kimberly Fortier tuvo ribetes de escándalo desde que saltó a la palestra a mediados de este año. El ministro era divorciado, pero por más de una razón Fortier no era la mujer adecuada para resolver sus problemas afectivos. Para empezar, se trataba de una mujer casada –con el multimillonario editor de Vogue, Stephen Quinn– y madre de un chico de dos años. Es decir, una representante de la familia tradicional por la que el ministro velaba con tanto fervor público. Pero, además, era la editora del Spectator, una tradicional revista política conservadora, crítica acérrima del laborismo y de su líder Tony Blair. ¿Por qué estaba con el ministro?, ¿de qué hablaban?, ¿qué secretos de Estado se deslizaban entre las sábanas de la pasión extramatrimonial?
Algunos salados detalles llegaron a las primeras planas de la prensa amarilla, como que Kimberly, poco después de conocerlo, le susurró al oído que “siempre se había preguntado cómo sería acostarse con un ciego”. Pero ninguna de las investigaciones periodísticas del affaire consiguió el premio mayor: algún dato que empañara la reputación política de Blunkett. El primer ministro Tony Blair no dudó en ratificarle su confianza y calificar al hecho de “asunto privado”. Cuando, en julio, Kimberley Fortier dio por terminada la relación, la historia pareció condenada al olvido.
Esta semana, Blunkett decidió revivirla con un extraordinario golpe de efecto. El ministro del Interior instruyó a sus abogados para que exijan ante la Justicia que Fortier se haga una prueba de ADN. El objetivo es probar que él es el padre de sus dos hijos: el de su actual embarazo y el que tuvo durante los tres años que duró la relación extramatrimonial. La poderosa prensa amarilla británica, obsesionada hasta el delirio con la vida privada de sus políticos y celebridades, se frotó las manos.
El Daily Express reveló el testimonio de algunos testigos de unas vacaciones del ministro, Kimberley y el pequeño William en la idílica isla de Capri. “Por la conducta de todos ellos, resultaba obvio que David Blunkett era el padre del chico. Parecían una familia. Se comportaban como tal”, señalaba el matutino. Esa misma tarde, el Evening Standard contestó que el marido tenía pruebas incontrovertibles de que William era su hijo porque, según el vespertino, había sido concebido con la intervención de un hospital de Londres “por un método que no deja dudas sobre la paternidad”. No obstante, el vespertino londinense puntualizaba que el marido, Stephen Quinn, había reconocido a amigos suyos que era muy posible que Blunkett fuera el padre del bebé que su esposa va a dar a luz a principios del año próximo.
En medio de las versiones y desmentidos, muchos especularon sobre los motivos del ministro del Interior para iniciar una complicada acción legal que puede terminar con su carrera política. Las explicaciones varían según la ideología del periódico. Según el conservador antilaborista Daily Express, Blunkett es un inmoral que está sólo motivado por el deseo de venganza contra una amante que osó dejarlo. El periódico concluía una nota de página entera exigiendo su renuncia: “¿Cuánto tiempo más vamos a tolerar que un hombre de este calibre moral sea el que dictamine sobre la educación de nuestros hijos?”. El Daily Mail se mostró más comprensivo. “Algunos dicen que fue por miedo a la soledad, otros porque sigue obsesionado por una mujer cuya fragancia, intensificada por su ceguera, está grabada a fuego en su memoria. Es posible que ambas cosas sean verdad. Pero aquellos que lo conocen saben que lo único que lo ha llevado a arriesgar tanto es que necesita saber si los dos chicos son hijos suyos. El hecho de que privilegia la paternidad sobre su propia carrera dice mucho sobre sus valores personales.”
En todo caso, la próxima palabra la tendrá la Justicia, que debe dictaminar si David Blunkett tiene derecho a exigir que se haga un ADN para determinar si los chicos son sus hijos. Entre los expertos legales, el consenso es que la Corte fallará a su favor. El resultado de la prueba será el próximo capítulo de la telenovela.