Dom 23.01.2005

EL MUNDO  › DENTRO DE SIETE DíAS HAY ELECCIONES EN IRAK. COMO LOS CHIíTAS SON MAYORíA Y LOS SUNNITAS BOICOTEARáN LOS COMICIOS, SE ESPERA QUE LOS PRIMEROS GANEN. Y QUE ESTALLE UN MAYOR DERRAMAMIENTO DE SANGRE.

Surge el Irak chiíta (y tal vez el de la guerra civil)

Por Kim Sengupta *
Desde Basora

Sin bombos ni platillos, pero con una despiadada determinación, los musulmanes chiítas de Irak se preparan para tomar el poder por primera vez en cien años. Los líderes sunnitas musulmanes han hecho un llamado para boicotear las próximas elecciones. Y los chiítas, quienes ya son mayoría, esperan emerger como claros vencedores cuando se haga el recuento de votos. Los chiítas están determinados a aprovechar esta oportunidad, habiendo sido largamente subyugados, primero por una política de dividir para reinar de la ocupación británica en la primera mitad del siglo XX, cuando la minoría sunnita fue promovida a costa suya, y después por el régimen baasista dominado por los sunnitas de Saddam Hussein.
Dado que se espera que muchos votantes de grandes áreas sunnitas en el centro de Irak no participen, por miedo o por instrucciones de los partidos políticos sunnitas, la elección estará en realidad confinada al sur chiíta. En el norte, los kurdos votarán, pero ya son vistos como más o menos semi autónomos. Todos esperan que las elecciones estén rodeadas por violencia. La resistencia sunnita en Irak ha declarado que la gente que vota es culpable de colaborar con las fuerzas ocupantes, y ha amenazado con una represalia feroz. Enfrentando los ataques en primera línea en el sur, hay alrededor de 9000 tropas británicas. Su vulnerabilidad fue resaltada por la explosión en el Campo Shaibah, a 32 kilómetros al sur de Basora, el jueves, hiriendo a nueve soldados del Regimiento Real de la Princesa de Gales.
Ayer se anunció una serie de medidas de seguridad, incluyendo el cierre del Aeropuerto Internacional de Bagdad el próximo fin de semana y un toque de queda por tres días, pero la policía iraquí y los jefes de ejército en la capital han dicho sin vueltas que no pueden garantizar la seguridad para las elecciones. Cientos de ellos han muerto hasta ahora. El viernes, rebeldes decapitaron a un soldado iraquí a plena luz del día en la ciudad de Ramadi, cerca de Faluja, y dejaron su cabeza sobre su torso con una nota advirtiendo a las fuerzas de seguridad que no se involucren en las elecciones. Unas horas más tarde, un suicida se inmoló matando a 14 chiítas mientras salían de una mezquita en el oeste de Bagdad. Otros 40, incluyendo muchos niños, resultaron heridos. Y ayer hubo otros 20 muertos en atentados diversos.
La razón por la cual los militantes sunnitas quieren sabotear las elecciones no está solamente en su odio por la ocupación estadounidense y británica, sino en la lucha de poder subyacente en Irak. Los chiítas conforman entre 60 y 65 por ciento de la población, y los árabes sunnitas, el 13 por ciento. Los kurdos conforman un 19 por ciento de la población.
Los resultados se anunciarán alrededor del 15 de febrero, y la asamblea entonces formulará una constitución que será votado por referéndum antes del 15 de octubre. Si es aprobado, un nuevo gobierno será elegido tres meses después.
La elección es un tema vasto y complejo. Hay casi 7500 candidatos, de 75 partidos y nueve coaliciones, que se postulan para la Asamblea Nacional de 275 miembros. La distribución de los escaños será proporcional a la representación de las listas de los partidos: Irak no ha sido dividido en distritos electorales. Se les ha garantizado a las mujeres un 25 por ciento de los escaños, y partidos más pequeños tienen garantizado el derecho de participar. El Partido Baas, sin embargo, está proscripto.
Estas medidas tienen el propósito de diluir las diferencias religiosas, y funcionarios norteamericanos y británicos han exhortado la formación de listas “mixtas”. Sin embargo, se les ha prestado poca atención. Los clérigos chiítas han emitido fatwas para votar y el ayatola Alí al Sistani, el líder espiritual de la comunidad, ha cooperado en formar lagran coalición chiíta, la Alianza Unida Iraquí, con 228 candidatos. La Alianza incluye a los seguidores de Muqtada al Sadr, el joven clérigo y agitador que había sido, hasta ahora, un opositor a las elecciones. Incluso simpatizantes de Ahmed Chalabi, el favorito de Estados Unidos como el líder de la posguerra, pero ahora caído en desgracia, están en el partido.
Como una formalidad, la Alianza tiene candidatos sunnitas, kurdos y cristianos. Pero el factor realmente significante es que Al Sadr, cuyo Ejército de Mehdi había luchado contra los norteamericanos y los británicos, y quien está acusado de conspirar para asesinar al ayatola Al Sistani, tiene a sus seguidores en la lista. Esto es visto como otro ejemplo de la determinación chiíta de suprimir las diferencias, aunque sea temporalmente, para ganar poder.
La Alianza no es el único partido chiíta. También hay otros dos principales: el Dawa y el Consejo Supremo por la Revolución Islámica. Se acusa a ambos de estar subsidiados por Irán. Han sido muy activos en la movilización de votantes.
Los sunnitas, en contraste, están profundamente divididos, con algunos de los principales partidos políticos exhortando a un boicot sobre la base de que no se puede llevar a cabo elecciones libres y justas en un Estado de casi anarquía. El jeque Ghazi al Yawar, el presidente del gobierno interino sunnita, ha pedido en reiteradas ocasiones que se postergue la elección. Teme que un boicot privará a los sunnitas de sus derechos electorales –lo opuesto de lo que ocurrió en enero de 1924, cuando clérigos chiítas emitieron fatwas prohibiendo a la comunidad que participara de las elecciones bajo el reinado colonial británico–.
“En los años 20, los clérigos chiítas no presionaron a los chiítas para que participen en la vida política de Irak, y esto ha llevado a gran sufrimiento por parte de su gente”, dijo el jeque Yawar. “Debemos aprender esas lecciones. Las elecciones, sin tener en cuenta el momento, son nuestra salvación en Irak.” Pero aquellos a los que se les pide que voten son conscientes de otras voces, las de Osama bin Laden y la de su emisario en Irak, Abu Musab al Zarqawi. Ambos advierten que votar sería un abandono de la fe religiosa. La influyente Asociación de Eruditos Sunnitas declaró que votar “realmente sería el acto de un loco”. Las amenazas han sido acompañadas por acciones: dos asesores del ayatola Al Sistani han sido asesinados por hombres armados sunnitas.
Los sunnitas comunes también están muy aprensivos. Rashid Ibrahim Ali, un ingeniero de 32 años, vive en Bagdad. Su familia está en Ramadi. “Será demasiado peligroso votar en Bagdad, estoy seguro de que habrá bombas”, dijo. “Pero en Ramadi creo que será directamente imposible. Los norteamericanos y el gobierno no han estado en control de Ramadi por meses excepto por unas pocas calles en el centro. ¿Cómo pueden llevar a cabo elecciones allí?” Su amigo Said Abdullah Salim agregó: “Están haciendo explotar a hombres que están haciendo cola para unirse al ejército y a la policía. ¿Qué piensa usted que van a hacer con la gente haciendo cola para votar?” El resentimiento hacia los chiítas comienza a salir a la superficie. “¿Por qué no esperan hasta que la situación se estabilice?”, preguntó Salim. “Esto es malo, porque la gente piensa que los chiítas solamente se están aprovechando de la situación.”
En Basora, los edictos del ayatola Al Sistani exhortando a los chiítas a que voten están pegados en las paredes, junto con eslóganes que dicen: “Un voto vale más que el oro”, y “La hora ha llegado para vos y para Irak”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.

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