EL MUNDO
› QUIENES SON, COMO OPERAN Y DE DONDE RECIBEN AYUDA LOS QUE APUNTAN CONTRA LAS URNAS
Entre la espada de EE.UU. y la pared terrorista
La ocupación estadounidense y el sabotaje de las diversas resistencias signan las anómalas elecciones iraquíes de hoy. Y también la infiltración en Irak de la red del jordano Abu Musab al Zarqawi, a quien Osama bin Laden ha nombrado como su representante en el país.
› Por Eduardo Febbro
Página/12, en Francia
Desde París
La consulta electoral de hoy no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Ciento diez listas y 7663 candidatos se someten a un extraño rito electoral. Las elecciones se llevan a cabo en un país ocupado por tropas extranjeras provenientes de una decena de países y en un contexto de extrema violencia.
La guerrilla iraquí ha multiplicado los ataques contra la población civil, los partidos políticos, las embajadas, las fuerzas del orden y los centros de voto. La acciones y las amenazas llevan la firma de dos movimientos insurgentes: el Ejército Islámico de Irak, un grupo salafista conocido por el asesinato y secuestro de extranjeros, entre ellos el italiano Enzo Baldoni, ultimado el agosto de 2004, y los periodistas franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot, liberados tras cuatro meses de cautiverio. El Ejército Islámico de Irak llamó a la movilización general de sus milicias y prometió acrecentar la violencia durante la jornada electoral. El otro principal actor del terror son las polifacéticas redes del jordano Abu Musab al Zarqawi, la mano derecha de Osama bin Laden en el infierno de Bush y Saddam. El grupo de Al Zarqawi, la Organización de Al Qaida en el país de Rafidaïn (Mesopotamia), prometió asesinar con francotiradores emboscados a los iraquíes que fueran a votar. Las urnas iraquíes están entre la espada de una invasión extranjera y la pared del terrorismo islamista. El extenso trabajo de campo realizado por los servicios de inteligencia franceses a fin de obtener la liberación de Chesnot y Malbrunot permitió elaborar una suerte de retrato bastante preciso de la manera en que funcionan en Irak los núcleos de la “guerra santa”. Según el espionaje francés, los famosos combatientes voluntarios suman una fuerza que oscila entre los 1000 y los 2000 hombres. Estos candidatos a la guerra contra el proyecto de quien consideran como el “Gran Satán” (Estados Unidos) son oriundos de Jordania, Siria, Arabia Saudita, Kuwait, Yemen e incluso de la misma Francia. El desmantelamiento, esta semana, en el distrito 19 de París, de una “filial iraquí” compuesta por siete franceses que se entrenaban en Francia con el “sueño” de ir a combatir a Irak prueba que las informaciones recabadas no son erróneas. Diversos especialistas del contraespionaje calculan que entre un 2 y un 5 por ciento de las personas que combaten son de origen extranjero. La cifra coincide con el número de extranjeros encontrados entre las 2000 personas arrestadas durante los combates contra la ciudad rebelde de Faluja, en el curso del pasado mes de noviembre. Cuarenta pertenecían a una media docena de nacionalidades distintas.
La presencia de las “brigadas internacionales” en territorio iraquí se remonta a finales de 2002. Llamados por el régimen baazista, centenares de combatientes ingresaron al país para enfrentar a Estados Unidos. Informaciones concordantes ponen de relieve el hecho de que fue una de esas redes extranjeras la que, en agosto de 2003, organizó y perpetró el atentado contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad. Los especialistas del contraespionaje francés señalan que esos núcleos actúan de “manera muy maleable” y, sobre todo, están “perfectamente dirigidos por estrategas experimentados que ya operaron en Chechenia o Afganistán”. Su libertad de acción y su maleabilidad son las características que, según los observadores autorizados, tornan casi imposible el desmantelamiento de sus estructuras. La manera en que esos extranjeros ingresan al territorio iraquí es menos evidente de lo que se creía. Las fuentes de los servicios alegan que el principal “punto de partida y de adiestramiento” es el Líbano, concretamente el campo de refugiados palestinos de Aïn El Héloué, en donde un yemenita arrestado en 2003 y el sirio Fahd Ajami Aklachcontrolan el movimiento de los candidatos a la guerra santa en Irak. Un informe de los servicios secretos franceses también menciona al líder salafista Adi al Islam Chaban como el encargado del reclutamiento.
En este panorama, Siria también juega un papel esencial. Debido a su cercanía fronteriza con Irak, Siria aparece como una base y un lugar de paso obligado. Grupos de islamistas radicales trabajan en Siria buscando candidatos a la guerra santa entre los estudiantes que asisten a los institutos de estudios religiosos, principalmente a dos con inclinaciones salafistas extremas: la escuela Al Fateh Al Islami y el Instituto Zohra de Damasco. Las mismas fuentes revelan que, dentro de Irak, existe una mecánica en perfecto estado de funcionamiento. A lo largo de los meses se fue desarrollando un sistema que permite recibir y orientar a los extranjeros que vienen a combatir. Bagdad, Faluja y Mosul aparecen señaladas como las ciudades donde esas estructuras operan de manera más eficaz, sobre todo gracias al papel desempeñado por ciertas mezquitas como la de Ibn Taymiyya, especializadas en recibir a los guerreros más decididos –libaneses y yemenitas–. Pero, aun con numerosos candidatos al suicidio, sin dinero no hay guerra posible. El estudio detallado de los recursos financieros arrojó algunas certezas sobre la forma en que funcionan los circuitos financieros de la guerrilla iraquí. Los servicios secretos ponen de relieve que el jeque Haret Suleiman Al Dari suele frecuentar a Tarik Al Issa, uno de los dirigentes de la ONG kuwaití Sociedad para la renovación del patrimonio islámico, por donde transitan los fondos. El otro vector de la financiación sería el ideólogo saudita Safar Al Hanali, quien, a través del jeque Abdel Saltar Al Janali, haría llegar dólares para la jihad iraquí. En cuanto a Abu Al Zarqawi, éste contaría con sus propias fuentes de financiación. Los expertos están convencidos de que Al Zarqawi obtiene dinero gracias al “trabajo” que realizan sus emisarios en el extranjero, encargados de colectar los fondos y enviarlos a Irak por medio de “mulas” perfectamente entrenadas. A la hora de establecer una comparación entre la guerra santa en Afganistán y la que ahora sacude a Irak, los servicios secretos franceses resumen la diferencia muy rápidamente: uno de ellos señala que, “a diferencia de Afganistán, en Irak no hay campos de entrenamiento. El candidato a la jihad se ve confrontado directamente con la guerra”.
La administración norteamericana necesitaba un punto donde echar el ancla regional para sus proyectos futuros en Medio Oriente. Irak representó el único eslabón débil de una región a la que Washington sueña con convertir a los valores democráticos occidentales. Ese sueño tiene un nombre, el Gran Medio Oriente. Detrás de él se esconde un amplio programa que consiste en democratizar no menos de una decena de países pertenecientes a un orbe árabe tan dispar como lo son Irak, Irán, Siria, Marruecos o Argelia. El primero de ellos es Irak. Para el demógrafo y politólogo francés Emmanuel Todd, gran teórico europeo de la decadencia de Estados Unidos, la “fuerte presencia de Estados Unidos en Irak equivale a lo que hicieron los soviéticos en Afganistán: Norteamérica busca esconder detrás de un activismo militar teatral su ocaso en el escenario internacional. Invadir un país de 30 millones de habitantes, subdesarrollado y debilitado por un extenso embargo internacional no prueba nada”. ¿Teatralidad exitosa o fracaso? Según Todd, “los norteamericanos no tienen ni la talla, ni los efectivos, ni las municiones para garantizar sus objetivos. Cuando en el año 2050 la historia analice lo que ocurrió en Irak se hablará sin dudas del ocaso de la potencia militar estadounidense”. El analista francés describe la situación en la que se encuentra hoy la administración Bush como una suerte de camino sin salida: “Desencadenar una guerra en Irak en contra de la opinión de la mayoría de los aliados es un error. Sin embargo, un retiro vergonzoso de Irak marcaría el comienzo del fin del sistema norteamericano”.
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