Jue 03.02.2005

EL MUNDO  › EL LIBRO DE CABECERA PRESIDENCIAL

¡Ya aprendió a leer!

Por José Manuel Calvo *
Desde Washington

George W. Bush tiene un libro político de cabecera. Se titula Por la democracia: el poder de la libertad para vencer a la tiranía y el terror, y está escrito por el antiguo disidente de la URSS y actual ministro israelí Natan Sharansky. Para el presidente, el libro se ha convertido en una bandera que podría empujarlo a parafrasear a Marx y decir: “Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la libertad”.
En el discurso de anoche estuvo presente la filosofía de esa obra, igual que en el de la toma de posesión de hace dos semanas, dijo Bush a The New York Times: “Es un pensamiento que ya es parte de mi ADN presidencial; es en lo que creo, lo que forma parte de todas mis políticas; es mi filosofía”. Y añadió: “El escribe mucho mejor de lo que yo podría hacerlo y desde luego tiene más credibilidad: después de todo, estuvo en las prisiones soviéticas y tiene mejor perspectiva que yo”. Previamente, había dicho a The Washington Times que la obra “debería estar en la lista de favoritos de todos los creadores de opinión”, y a la CNN, que el libro “resume lo que yo siento; creo que todo el mundo debería leerlo”.
Cuando Bush lo leyó –el ex presidente del gobierno español José María Aznar aseguró el lunes en la Universidad de Georgetown que fue él quien se lo recomendó primero– pidió entrevistarse con Sharansky, que estaba en Filadelfia en una gira de promoción. Al día siguiente, 11 de noviembre de 2004, según cuenta Elizabeth Bumiller en The New York Times, Sharansky fue a la Casa Blanca: “Después de hablar con él quedé convencido no sólo de que lo había leído, sino de que realmente lo impresionó”.
Sharansky defiende la prueba de la plaza pública para saber si una sociedad es libre: “¿Puede una persona llegar al centro de la plaza y expresar sus opiniones sin miedo a ser detenida, encarcelada o agredida?”. El ex disidente cree que los países que no pasen esta prueba no deberían ser admitidos entre las naciones libres, sino sufrir aislamiento e incluso sanciones. Una de sus ideas centrales –incorporada por Bush a su discurso del pasado 20 de enero– es la lucha contra la tiranía: “Creo que podemos vivir en un mundo en el que no se tolere a ningún régimen que intente aplastar a sus disidentes”, porque “igual que la esclavitud se ha erradicado prácticamente de la faz de la tierra, también la tiranía de los gobiernos puede llegar a ser algo del pasado”. “La democracia que te odia –se puede leer también– es menos peligrosa que el dictador que te ama.” Hay otros asuntos en los que la Casa Blanca no sigue tan de cerca las recomendaciones. Sharansky dice que es peligroso que haya urnas después de guerras “porque las elecciones no son la auténtica prueba de la democracia” y cree que tanto en Afganistán como en Irak habría que haber esperado un tiempo, “como ocurrió en Alemania tras la II Guerra Mundial”. Lo mismo opina el ministro israelí –contrario a la Hoja de Ruta que defendieron EE.UU., la UE, Rusia y la ONU– de las elecciones palestinas: “Las elecciones en una sociedad atemorizada nunca pueden ser el principio de un proceso de reformas. Invariablemente, esas elecciones no pueden ser libres porque se celebran en un ambiente de miedo e intimidación”. El libro también lamenta que “las palabras del presidente Bush, que expresan una fe profunda en la libertad, no siempre se trasladan en políticas que reflejan esa fe”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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