Por Julian Coman, Colin Brown y Rupert Cornwell *

Se negó a decir las palabras “cambio de régimen”. Se negó a prometer su participación en futuras aventuras militares. Pero lo que sí dijo ayer la nueva secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en su visita a Londres, fue que el “comportamiento de los iraníes, interna y externamente, no está en la dirección ni en los deseos de la comunidad internacional”. Cuando le preguntaron directamente si Estados Unidos planeaba atacar a Irán, Rice dijo: “La cuestión simplemente no está en la agenda en este momento. Tenemos misiones diplómaticas para hacer esto”. Fue una respuesta que sonaba conocida.
Durante la próxima semana, Rice se encontrará con muchos que recuerdan haber escuchado este tipo de declaraciones en el pasado reciente. Parlamentarios laboristas británicos que se opusieron a la guerra en Irak dijeron anoche que las declaraciones de Rice “no eran convincentes” y que estaban profundamente preocupados de que Tony Blair sea arrastrado hacia un segundo conflicto en Medio Oriente por la administración Bush. “Blair ya anunció que irá”, dijo Peter Kilfoyle, ex ministro de Defensa. “Nos dijeron exactamente lo mismo antes de ir a la guerra contra Irak.” El resultado de las elecciones iraquíes pareciera empeorar las cosas en vez de mejorarlas. Los partidos religiosos, apoyados y financiados por Teherán, están arrasando en las primeras elecciones libres iraquíes. El primer recuento de votos demostró que la Alianza Unida Iraquí, la coalición mayoritariamente chiíta del gran ayatola Ali al-Sistani, ha ganado más de las dos terceras partes de los 3,3 millones de votos contados hasta ahora. No se está por formar una democracia secular en Irak. Aun el primer ministro interino, Iyad Allawi, de quien Washington esperaba que mantuviera el equilibrio de poder, vio su coalición vencida.
El régimen teocrático de Irán, y no los neoconservadores de Washington, parece tener ahora la llave del futuro de Irak. Para Rice, el problema de Irán es hoy más urgente que nunca. Con el ejército estadounidense empantanado en Irak y sin ninguna estrategia de salida a la vista, Washington se enfrenta a un dilema agudo: cómo instaurar un cambio de régimen en Teherán sin repetir los errores de Irak. La solución Rice es, por ahora, buscar una coalición como las de antes con la Vieja Europa.
Sin dudas, la confrontación está latente. Y, sin embargo, los límites del poder norteamericano son manifiestos. La acción militar es prácticamente impensable por ahora. El ejército norteamericano está sobrecargado y tiene sus manos más que ocupadas con Irak. Si Estados Unidos actuara, lo haría solo. Aun Gran Bretaña ha dejado en claro que no se uniría a un golpe “preventivo” contra Irán. Un ataque aéreo o de comando son más factibles, pero las instalaciones nucleares de Irán están tan diseminadas que sería difícil destruir el programa de manera concluyente. Y si Estados Unidos tomara tal acción, Irán seguramente reforzaría su apoyo terrorista antiestadounidense, trayendo más problemas en Irak. Si Estados Unidos elige los medios para sus fines de un cambio de régimen, Irán sería el blanco principal de Washington.
En su discurso de inauguración, el presidente Bush denunció a Irán como “la capital de la tiranía”. Pero frente a las elecciones iraquíes y el surgimiento de una llamada media luna chiíta vinculando a Irak, Irán, Líbano y Siria, el régimen dogmático de Teherán parece ser la capital del renovado mapa de Medio Oriente.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.