Sáb 26.03.2005

EL MUNDO  › OTRA OLA DE VIOLENCIA EN EL IRAK DE LA TRANSICION

La libertad de ser asesinado

Por Kim Sengupta *
Desde Bagdad

Atacantes suicidas mataron a 15 soldados iraquíes, un alto comandante fue muerto y cinco mujeres fueron asesinadas en una emboscada en el contexto de una nueva ola de violencia en todo el país. Las explosiones en las ciudades de Ramadi e Iskandariya, ambas centros de la resistencia sunnita, también dejaron 23 heridos, incluyendo a dos soldados estadounidenses. Insurgentes también volaron uno de los principales oleoductos que llevan petróleo a Bagdad desde los campos petroleros del norte.
En la Asamblea Nacional, las dos facciones principales, chiítas y kurdos, dijeron que estaban cerca de acordar un gobierno nacional. Ibrahim al Jaafari, un chiíta, sería designado primer ministro y el líder kurdo Jalal Talabani, presidente. Es probable que un vicepresidente sea sunnita, aunque muchos de los integrantes de esa fe religiosa boicotearon los comicios. En Basora, manifestantes demandaron que los ministros de Petróleo y Transportes provengan del sur. Pero se estaban planteando preguntas sobre si puede establecerse un sistema democrático viable en medio de un panorama de violencia constante. Aunque la tasa de mortalidad de Estados Unidos ha caído, los ataques contra fuerzas de seguridad iraquíes, así como las bajas civiles, han crecido. Los iraquíes en contacto con las fuerzas de ocupación siguen siendo blancos de primer orden para los insurgentes. Las cinco mujeres, traductoras de los militares estadounidenses, volvían a sus casas cuando hombres en dos automóviles las rociaron con fuego de ametralladoras en Bagdad.
El capitán de la policía, Ahmed Aboud, dijo: “Deben haber estado vigiladas. Los hombres armados sabían qué ruta iban a tomar al terminar su trabajo y estaban esperando. Siempre es un riesgo cuando uno trabaja con los estadounidenses”. Un grupo sunnita anónimo dijo que los ataques contra los colaboracionistas seguirían. En el primer ataque suicida, el atacante suicida se inmoló junto con su automóvil en el puesto de control en Ramadí, matando a 11 policías iraquíes e hiriendo a otros 14 el jueves. Veinticuatro horas más tarde, otro automóvil cargado con bombas fue detonado en Iskandariyah, parte del llamado “triángulo de la muerte”, al sur de Bagdad, al lado de un convoy del ejército iraquí, matando a cuatro soldados e hiriendo a otros nueve, incluyendo civiles. Hamid al Rahim, un campesino de 22 años y residente en Ramadi que vio los ataques, declaró: “No tenemos más que violencia desde que comenzó la guerra. Hablan de elecciones, pero los estadounidenses y el gobierno en Bagdad no controlan el país”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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