Sáb 07.05.2005

EL MUNDO

Un saludo a los ocupados y otro para el ocupante

George W. Bush está en Europa para felicitar a los países liberados de la dictadura soviética y, luego, celebrar en Moscú el desenlace de una guerra que puso a media Europa bajo esas dictaduras.

Por José Manuel Calvo *
Desde Washington

La gira que George W. Bush está llevando a cabo hasta el martes es mucho más complicada que la que hizo en febrero para relanzar la castigada relación con los aliados europeos después de la crisis causada por la guerra de Irak. Tras las reuniones con Jacques Chirac, Gerhard Schroeder y Tony Blair y las reuniones con la OTAN y la UE, el objetivo se cumplió. Lo que el presidente va a intentar ahora es la cuadratura de un círculo: felicitar a los países recién liberados de la dictadura soviética y, al mismo tiempo, celebrar en Moscú el desenlace de una guerra que puso a media Europa bajo esa dictadura.
Bush arrancó su gira ayer en Riga, capital de Letonia, donde visitará el Monumento a la Libertad, símbolo de la independencia del país. Hoy se reunirá con los tres presidentes de los países bálticos, que pasaron casi medio siglo ocupados. En una carta a Vaira Vike-Freiberga, primera ministra de Letonia, Bush dice que “en Europa occidental, el fin de la II Guerra Mundial significó la liberación. En Europa central y oriental, la guerra también supuso la ocupación soviética, la anexión de Estonia, Letonia y Lituania y la imposición del comunismo”. Tan claro lo tienen los líderes bálticos que no asistirán a la celebración del lunes en Moscú, porque todavía están esperando –como todos los países del este de Europa– la condena de la ocupación por parte de Rusia. Lo que aún no ha hecho Rusia es lo que hizo una de las cámaras parlamentarias bajo Mijail Gorbachov en la todavía Unión Soviética de 1989: condenar el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939 por el que la Alemania nazi y la URSS se repartían la Europa del este.
Vladimir Putin, que el pasado 25 de abril, en su discurso sobre el Estado de la nación, dijo que la desintegración de la URSS fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, no sólo no denuncia el pacto Molotov-Ribbentrop sino que asegura que aquel acuerdo fue un intento de “garantizar los intereses de Moscú y su seguridad en las fronteras occidentales”. No lo ven así los estadounidenses, que aseguran además estar preocupados por el autoritarismo de Moscú. “Obviamente, sería apropiado que Rusia hiciera lo mismo (que se hizo en 1989)”, señaló el miércoles Stephen Hadley, consejero de Seguridad de la Casa Blanca. Pero Bush, que tiene en Putin a un incómodo pero muy importante aliado estratégico, no forzará el asunto. Hadley lo dejó muy claro: “El presidente quiere que todos miren hacia delante y que nos concentremos en lo que nos une. Compartimos valores comunes de democracia, libertad y, aunque hay que tener en cuenta el pasado, de lo que tenemos que hablar es de las formas de avanzar y desarrollar esos valores en Europa y en todas partes”. En el 50º aniversario del final de la guerra, el ex presidente Bill Clinton adoptó en 1995 la solución de no estar en el desfile militar, en protesta por la represión rusa en Chechenia, pero sí asistir a la recepción oficial que Boris Yeltsin ofreció en el Kremlin. Bush tiene una política exterior que reivindica la extensión de la libertad por todo el mundo, pero comparte con Putin importantes objetivos: la lucha antiterrorista, la contención de las ambiciones nucleares de Irán e intereses energéticos. Y a Putin también le es vital la amistad de Bush, para consolidar su autoridad y afianzar la presencia de Rusia en el G-8 y en la Organización Mundial de Comercio.
¿Cómo hará el presidente para salir bien librado de la complejidad diplomática del viaje? Por un lado, va a asistir al aniversario de lo que en Rusia se conoce como la Gran Guerra Patriótica, en la Plaza Roja, a unos metros de la tumba de Lenin, para celebrar la paz y recordar a los 27 millones de rusos muertos. Pero esa misma guerra afianzó el stalinismo y consagró la división de Europa, y Bush llegará a Moscú horas después de haber felicitado a los bálticos, víctimas de aquella paz, y antes de poner rumbo a Georgia, otro de los países de la antigua URSS que Washington pone como modelo de la expansión de la libertad. Hay muchas posibilidades de que unos y otros –rusos y víctimas de los soviéticos– se molesten, pero Hadley cree que Bush será capaz de hilar fino: “El mundo es complicado y hay un montón de desafíos, pero el presidente viaja con una visión clara y unos principios con los que se siente cómodo, y cree que eso puede proporcionar el marco para abordar los problemas”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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