Sáb 25.06.2005

EL MUNDO

La ultraderecha ganó a la derecha

Mahmud Ahmadinejad, alcalde fundamentalista de Teherán, salió triunfante con más de un 60 por ciento en las presidenciales iraníes de ayer.

Por Angus McDowall *
Desde Teherán

“Se acabó.” Con estas palabras, un estrecho colaborador del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani admitió hoy la victoria de Mahmud Ahmadinejad, el alcalde fundamentalista de Teherán, en la elección presidencial más peleada que puedan recordar los iraníes. Sus partidarios vieron los comicios como una opción entre una elite corrupta y un hombre honesto del pueblo, mientras los seguidores de Rafsanjani dijeron que la contienda enfrenta a un peligroso extremista contra un estadista experimentado. “Sé de mucha gente de por aquí que votó por otro candidato en la primera vuelta”, dijo Amir Reza, que trabaja en un almacén cerca del hogar de la familia Ahmadinejad en el este de Teherán. “Pero cambiaron de posición luego de ver su aparición televisiva tras la elección.”
El alcalde, que ha prometido luchar contra la corrupción y ayudar a los pobres de Irán, fue visto recibiendo peticiones de los iraníes comunes en su humilde hogar en los suburbios. Cuando votó ayer en una mezquita cercana, la gente del lugar se paseaba por una agradable plaza y daba su propia opinión bajo el fresco follaje de los fresnos y los plátanos. Pero en medio de las pilas de cerezas y damascos, el vendedor de fruta local mantenía su tesitura. “Votaremos hoy por él por el bien de una nación de 67 millones que cayó en las manos de una única familia”, dijo Yusuf Babaiun, un vendedor de fruta, entre sus pilas de damascos. “No queremos eso. Queremos a alguien que sirva al pueblo.” Un poco más al sur, construido al pie de las colinas de las montañas Alborz, estaba Shahid Mahalati, un edificio para los guardias revolucionarios que lleva el nombre de un difunto héroe de guerra. Este fue un bastión de apoyo para los fundamentalistas confesos, junto con los distritos más pobres donde su mensaje de justicia social suena más fuerte. “El líder supremo dijo que debíamos elegir a alguien que sea joven, piadoso y capaz”, dijo Zeina Abdullahpour, una estudiante camino a votar en la primera elección de su vida. “Es más como la gente. Creo que conseguirá más votos.”
Las acusaciones de mala praxis electoral, las campañas sucias, el voto militar organizado y el fraude han sobrevolado estas elecciones, poniendo a los funcionarios en preaviso. “Debemos actuar de acuerdo con la ley”, dijo el supervisor del Ministerio del Interior en la mesa electoral de Shahid Mahalati. “Estamos muy sensibles con las acusaciones por supuesto, pero no he visto ninguna evidencia de ellas aquí.” El triunfante alcalde de Teherán se ha comprometido a redistribuir mejor entre la gente el dinero devengado por el petróleo del país –Irán es el segundo productor de la OPEP, detrás de Arabia Saudita– y ha proclamado, en contraste con las promesas de Rafsanjani de resolver el “problema nuclear” con Occidente, que los problemas iraníes no se resolverán cortejando a países extranjeros.
En la primera ronda, el 63 por ciento de los votantes fue a votar. Había informes conflictivos sobre el resultado ayer pero muchos residentes de Teherán claramente habían decidido no participar. “Miren lo que le pasó al presidente Jatami”, se quejaba Mohsen Nasiri, revolviendo en una canasta de nueces en su negocio en un bazar en el norte de Teherán. “Sus propios ministros fueron rechazados o golpeados y no pudo hacer nada. ¿Por qué molestarse en votar nuevamente?”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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