EL MUNDO
› PREMIO NOBEL DE LA PAZ A MOHAMED EL BARADEI Y A LA AIEA
El hombre que le dijo “no” a Bush
Mohamed El Baradei y su Agencia Internacional de Energía Atómica decepcionaron a la administración Bush al negar la existencia de armas nucleares en Irak antes de la invasión estadounidense. Ayer recibieron el Premio Nobel de la Paz, pero Bush no fue el único que quedó inquieto.
La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y su director, Mohamed El Baradei, ganaron ayer el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos contra la proliferación de las armas nucleares, coincidiendo con el 60º aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima y cuando el tema nuclear está cada vez más candente en Irán y Corea del Norte. La AIEA, organismo de vigilancia nuclear de Naciones Unidas, y su director egipcio fueron recompensados “por sus esfuerzos destinados a impedir que la energía nuclear sea utilizada con fines militares”. Varios especialistas opinan que el premio es “un puntapié a Bush”, pero Irán, que está en camino de adquirir capacidades nucleares, también se sintió tocado: “Los informes de El Baradei dejaron de ser técnicos y son cada vez más políticos”, argumentó un representante iraní, temiendo que pueda producirse un acercamiento entre la AIEA y Estados Unidos en su enfrentamiento contra Teherán.
Instalada en Viena, la AIEA trata desde 1957 de detectar las utilizaciones indebidas de materiales fisibles y de garantizar la aplicación del Tratado de No Proliferación de armas nucleares (TNP), dos misiones de gran actualidad dadas las dificultades para convencer a Irán y a Corea del Norte de que renuncien a sus programas nucleares. El organismo también desempeñó un papel protagónico en los meses anteriores a la intervención militar norteamericano-británica en el 2003 contra el Irak de Saddam Hussein. Decepcionando a Estados Unidos, la organización estimó entonces que Irak no tenía armas nucleares de destrucción masiva, una opinión admitida ahora como correcta, pero que no hizo ganar a la AIEA popularidad en Washington, que preparaba su invasión a ese país precisamente bajo el pretexto de la necesidad de acabar con sus arsenales de destrucción masiva.
El Nobel “reforzará nuestra determinación” de luchar contra la proliferación y “será un estímulo” para las acciones de la agencia, reaccionó El Baradei, de 63 años, que recientemente fue elegido para un tercer mandato de cuatro años. Además destacó ayer el importante papel del programa de Cooperación Técnica de la AIEA, que ayuda a unos 110 países en desarrollo a aplicar técnicas nucleares en ámbitos como la medicina, la agricultura y la protección de los recursos acuíferos.
Sin embargo, en Irán no están tan contentos con el premio. “Hay dos formas de ver la atribución del Nobel de la Paz. La hipótesis optimista es que fortalecerá el papel de la Agencia y el trabajo técnico para evitar la proliferación de armas nucleares”, dijo Karem Jalali, portavoz de la Comisión parlamentaria de Relaciones Exteriores. Pero también se refirió a una hipótesis pesimista: “Que con este premio, El Baradei se acerque a la posición política de Estados Unidos y de los europeos, y ejerza aún más presión sobre Irán.” Los iraníes afirman que la actitud de El Baradei no fue uniforme en el informe nuclear iraní, ya que “estaba atrapado entre una visión jurídica y técnica, y una actitud política”. Esto sucede al tiempo que ayer hubo grandes manifestaciones en el país en defensa del programa nuclear iraní. “Irán nunca cederá a sus ambiciones nucleares”, gritaban los manifestantes. Además, el ministro del Exterior del país, Manouchehr Mottaki, dijo que el próximo paso de Teherán en el marco de su programa nuclear será comenzar con el proceso de enriquecimiento de uranio en la planta de Natanz, en el centro de Irán.
La decisión del Comité Nobel se produjo en el 60º aniversario del lanzamiento de dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en 1945. Algunos expertos creían que esta coincidencia merecía atribuir el premio a los supervivientes de esos bombardeos, como por ejemplo el militante antinuclear japonés Senji Yamaguchi, de 75 años, quien criticó una elección destinada, según él, a no ofender a Estados Unidos, quien se hubiera sentido acusado si se hubiera premiado a las víctimas japonesas de esos bombardeos.
Interrogado sobre si el premio de la AIEA no constituía, al contrario, una crítica a la administración estadounidense, Ole Danbolt Mjoes, presidente del Comité Nobel, aseguró que no apuntaba a “ningún Estado en particular” sino que constituía “un desafío dirigido a todos los jefes de Estado”. Sin embargo, algunos afirman que fue efectivamente una toma de posición ante EE.UU. “Todo el mundo sabe que EE.UU. no quiere la cooperación multilateral que defiende la AIEA”, dijo la politóloga Janna Matlary. Precisamente tras el total fracaso de la cumbre de la ONU en Nueva York y las inminentes decisiones sobre el programa nuclear iraní, el Premio Nobel de la Paz supone un “puntapié a Bush” en el momento adecuado. Por su parte, la Casa Blanca dijo que el premio era “bien merecido” y agregó que esperan “continuar trabajando con el doctor El Baradei para enfrentar los peligros planteados por la proliferación, incluyendo las amenazas de los programas nucleares de Corea del Norte e Irán”.
En otras partes del mundo también se escucharon voces de protesta por la identidad de los premiados. La organización ecologista Greenpeace calificó la elección de “problemática”, lamentando el “doble papel” de “vigilante y promotor de lo nuclear” que desempeña la AIEA. La red francesa Salir del Nuclear se declaró “indignada” y exigió el desmantelamiento de la AIEA por el papel que desempeña en la promoción de la energía nuclear civil. En cambio, el presidente francés Jacques Chirac y el primer ministro británico Tony Blair, cuyos países están implicados directamente en las negociaciones con Irán, expresaron su satisfacción, lo mismo que el secretario general de la ONU, Kofi Annan. “Es un recordatorio bienvenido de la urgente necesidad de avanzar en el ámbito de la no proliferación nuclear y del desarme en momentos en que las armas de destrucción masiva plantean un gran peligro para todos nosotros”, dijo Annan.
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