EL MUNDO
La Bolivia poncho y pollera ocupó por primera vez la plaza política
Con encuestas que aumentan la ventaja del líder cocalero Evo Morales para las elecciones de diciembre, el jefe del Movimiento al Socialismo lanzó su campaña ayer en La Paz. Y prometió el poder a los aymaras, quechuas y guaraníes que forman su núcleo duro.
› Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz
Una marea azul –los colores del Movimiento al Socialismo– ocupó ayer el centro paceño, en medio de fuegos artificiales y ensordecedores ruidos de petardos. La proclamación del binomio Evo Morales-Alvaro García Linera fue a lo grande, ante una multitud calculada en unas 40.000 personas. Y no era para menos: el líder cocalero inicia la campaña –que comenzó formalmente ayer– con la sonrisa de las encuestas. Una nueva medición, difundida la anterior semana en los medios de comunicación, le dan al MAS el primer lugar con el 33 por ciento, frente al 27 por ciento de su contendiente de derecha, el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga.
La Bolivia poncho y pollera, con siglos de opresiones y discriminaciones reflejadas en los rostros de tez morena, estaba presente en la histórica Plaza San Francisco –donde una multitud similar, en octubre de 2003, le dio el último empujón a Gonzalo Sánchez de Lozada– apostando por su candidato, percibido, al fin, como “uno de nosotros”: el cocalero Evo Morales. “Han tenido que pasar 513 años, desde Tupac Katari hasta la rebelión de El Alto. Hoy, en 2005, los pueblos indígenas se emanciparán y tendrán al primer presidente indígena de la historia boliviana”, comenzó su discurso el candidato vicepresidencial Alvaro García Linera, un intelectual de izquierda que estuvo cinco años preso por acompañar a otro indígena, Felipe Quispe, en la construcción del Ejército Guerrillero Tupac Katari. “Ha llegado el momento de cerrar un largo ciclo de colonialismo, Bolivia está cambiando para siempre. A partir de enero de 2006 se acabó el neoliberalismo; no más embajadas y organismos internacionales soplándonos la oreja para decirnos lo que debemos hacer”, completó con tono fundacional.
A las ocho en punto –coincidiendo con los noticieros de mayor audiencia–, Evo Morales tomó el micrófono. “Hace años era un niño llamero –pastor de llamas– en Oruro, fue panadero y trompetista; hoy el imperialismo lo estigmatiza como narcococalero”, lo presentó el locutor. Y la posibilidad de postergación de las elecciones sobrevoló todo el acto: “Cuando los pobres podemos llegar al gobierno, usan al Tribunal Constitucional para poner en riesgo las elecciones, y hablan de un gobierno cívico-militar. ¿Vamos a permitir una dictadura?”, preguntó el candidato al público. A lo que siguió un rotundo “No” desde la plaza.
El discurso, pronunciado –en parte– en aymara –algo poco habitual en las intervenciones públicas de Morales–, potenció la convocatoria a los indígenas que, según el censo de 2001, ascienden al 62 por ciento de la población boliviana. Y anunció lo que seguramente puso nervioso a más de un integrante de las excluyentes elites bolivianas: “Pronto, aymaras, quechuas y guaraníes les quitarán el poder a unas cuantas familias que saquearon el país durante 500 años”. Sin embargo, enfatizó el papel de profesionales e intelectuales de clase media, “comprometidos con el pueblo” que contribuyeron a darle consistencia técnica al programa de gobierno del MAS, uno de cuyos puntos es la nacionalización de los hidrocarburos. “Quiero ser presidente para acabar con el analfabetismo, para nacionalizar todos los recursos naturales; queremos ser gobierno para refundar Bolivia mediante la Asamblea Constituyente”.
De esta forma, el MAS –una fuerza fundada hace 10 años con los cocaleros como núcleo duro– acaricia el poder, luego de un ciclo de movilizaciones sociales que comenzó en 2000, con la “guerra del agua” en Cochabamba y siguió con la “guerra del gas” –con más de 60 muertos, en 2003– y las movilizaciones por la nacionalización de los hidrocarburos que acabó con la dubitativa administración de Carlos Mesa en junio de este año. Entretanto, sigue la incertidumbre sobre las elecciones del 4 de diciembre, en medio de la radicalización de las regiones. Santa Cruz de la Sierra amenazó con no participar en los comicios si el Congreso no accede a incrementar el número de bancas que le corresponde por el censo de 2001 y el presidente Rodríguez Veltzé anunció que presentará el próximo lunes una propuesta que permita destrabar el pantano jurídico-político que vive el país.