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› DECENAS DE MUERTOS EN EL INTENTO DE TOMA DE UNA CIUDAD POR FUNDAMENTALISTAS
Guerra santa en la frontera del zar Putin
Nalchik, capital de la república rusa de Kabardino-Balkaria, quedó ayer convertida en zona de guerra cuando integristas islámicos lanzaron un ataque coordinado contra las fuerzas de seguridad, el ejército y el aeropuerto. El presidente Vladimir Putin ordenó una represión total.
Por Andrew Osborn *
Desde Moscú
Combatientes islámicos que luchan para sacar a Rusia fuera de Chechenia lanzaron su ataque más fuerte desde la toma de la escuela de Beslan el año pasado en un intento de abatir por la fuerza a una ciudad entera. El ataque tuvo como objetivo Nalchik, una ciudad de alrededor de 250.000 habitantes en la república de Kabardino-Balkaria, parte de la Federación Rusa, que está situada en la conflictiva región del Cáucaso Norte, al sur de Rusia, y no lejos de Chechenia.
Aunque llevará tiempo establecer exactamente cuántas personas murieron en el conflicto, incluso un cauteloso cálculo oficial sitúa el número de bajas en 50, y es probable que esa estimación escale fuertemente. El viceministro del Interior, Aleksander Chekalin, declaró que alrededor de 50 terroristas chechenos murieron, mientras que funcionarios locales dijeron que 12 policías y 12 residentes locales perdieron la vida y al menos 100 personas tuvieron que ser hospitalizadas.
En tiempos de la Unión Soviética, Nalchik era un destino popular para escaladores que querían intentar el ascenso del Monte Elbrus, el pico más alto de Europa, pero ayer se transformó en una zona de guerra. La televisión rusa mostró imágenes de autos quemados, de policías muertos tirados en la calle y de residentes locales huyendo. Los problemas comenzaron ayer por la mañana cuando por lo menos 200 combatientes chechenos lanzaron un asalto coordinado en el aeropuerto de la ciudad, los puestos fronterizos, las tres estaciones de policía, las oficinas del servicio de seguridad local y el Ministerio del Interior de la ciudad. Feroces luchas armadas se sucedieron a lo largo del día, rehenes fueron tomados y luego liberados; fuerzas especiales, vehículos blindados y helicópteros fueron movilizados para reprimir el asalto y el presidente Vladimir Putin ordenó a sus subordinados disparar y matar a cualquier combatiente que mostrara resistencia.
Un Putin con cara severa fue informado por Chekalin de la situación que se estaba desarrollando. “El presidente ordenó que ningún combatiente debe irse de los límites de la ciudad”, dijo el ministro luego de la reunión. “Cualquiera que oponga resistencia con armas en sus manos debe ser liquidado.” Al final del día, funcionarios rusos declararon que todos los ataques habían sido repelidos, pero concedieron que aún permanecían dos pequeños focos de resistencia. Alrededor de siete militantes se amotinaron en una estación de policía con varios rehenes mientras otros dos combatientes se habían encerrado en una tienda de regalos, con una o dos mujeres de rehenes. Funcionarios rusos dijeron que los militantes estaban seriamente heridos y que sólo era cuestión de tiempo antes de que fueran “eliminados”. Se les dijo que entregaran sus armas, pero parecían resueltos a dar una última batalla o intentar escapar en la oscuridad. Medios de comunicación rusos informaron que algunos de los combatientes se habían disfrazado más temprano como civiles en un intento de escapar de la ciudad.
Un sitio web checheno tradicionalmente considerado como vocero de los militantes dijo haber recibido un mensaje de responsabilidad del gobierno checheno rebelde. Decía que unidades “mujaidines” del “Frente del Cáucaso” habían estado involucradas en el ataque y afirmaron que 110 tropas rusas y policías habían muerto, que se había tomado un número indefinido de prisioneros y armamentos fueron capturados como “trofeos”. El sitio web se refería a los militantes chechenos muertos como “mártires” (“Si Alá lo desea”) y calificó a los rusos como fuerzas de “ocupación”.
El ataque fue el más serio desde que terroristas chechenos tomaron la escuela número 1 de Beslan en septiembre del año pasado, y demandaron a las tropas rusas que se retiren de la república separatista. 331 personas, más de la mitad niños, murieron cuando se puso fin a la toma de rehenes. Beslan, en la república vecina de Osetia del Norte, está ubicada 96 kilómetros al noroeste de Nalchik.
Un miembro del Parlamento ruso, Viktor Ilyukhin, afirmó que el jefe militar checheno Shamil Basayev, el mismo hombre que asumió la responsabilidad por la toma de rehenes de la escuela de Beslan, fue visto recientemente en Nalchik. Hubo un rumor de que Basayev había sido asesinado en el tiroteo de ayer pero esto aun tiene que ser confirmado; ya se ha informado de su muerte varias veces anteriormente, sólo para que reapareciera luego y ridiculizara al Kremlin.
El asalto de ayer es consistente con la política de los separatistas de extender su batalla por la independencia desde Moscú a lo largo de toda la región del Cáucaso Norte. Fue el ataque rebelde más importante desde que Abdul-Khalid Sadulayev se convirtió en líder de los separatistas chechenos en marzo, luego de que su predecesor, Aslan Masjadov, fuera perseguido y muerto por las fuerzas especiales rusas. Las autoridades afirmaron que el ataque fue una distracción para evitar que barrieran a algunos de sus compañeros de armas que habían sido arrinconados recientemente, mientras analistas especulaban que se trató de una operación de toma de armas en el camino a otra gran operación.
El comunista Viktor Ilyukhin, miembro del Parlamento, dijo que el ataque de ayer dejaba al Kremlin con una mala imagen. “Este es un resultado triste”, dijo a la radio Ekho Moskvy. “No hemos aprendido ninguna lección de lo que ocurrió en Beslan. Los funcionarios continúan diciendo que atacaremos bases terroristas en el exterior, pero no podemos poner las cosas en orden en nuestro propio Cáucaso Norte.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Virginia Scardamaglia.
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