EL MUNDO
› YA HAY UN MUERTO A CAUSA DE LA OLA DE VIOLENCIA EN FRANCIA
Toque de queda para apagar el incendio
Después de doce noches de disturbios, que ayer se cobraron su primera víctima mortal, Jacques Chirac convocó a un Consejo de Ministros extraordinario. Las diferentes regiones podrán instaurar el toque de queda “cuando sea necesario”. Se movilizarán más reservistas de la policía y la gendarmería. A pesar de las promesas, no se anunciaron medidas significativas en el campo social. Anoche ardieron 324 autos más.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Primer muerto víctima de la violencia que estremece a Francia desde hace casi dos semanas, primera medida espectacular del gobierno francés en el plano represivo. En una esperada intervención pública, el jefe de gobierno francés, Dominique de Villepin, consideró que la “violencia es inaceptable” y, acto seguido, anunció la principal disposición para poner fin a los estragos. El presidente de la República, Jacques Chirac, convocó a un Consejo de Ministros extraordinario para hoy y en el curso del mismo hará operativo un párrafo de la ley de 1955 que autoriza a instaurar el toque de queda. Según el premier francés, “allí donde sea necesario los prefectos podrán, bajo la autoridad del ministro de Interior (Nicolás Sarkozy), decretar el toque de queda si lo estiman útil”. El dispositivo represivo se completará, además, con la movilización de 1500 reservistas de la policía y la gendarmería, los cuales se sumarán a los 8000 hombres ya presentes en el terreno.
La extrema derecha francesa, algunos diputados de la mayoría gobernante (UMP) y un intendente socialista ya habían pedido la instauración del toque de queda e incluso la participación del ejército. La medida es poco común en una gran democracia occidental. El general De Gaulle la utilizó dos veces en 1961, durante la guerra de Argelia, y el socialista François Mitterrand recurrió a ella en 1984, en el territorio francés de Nueva Caledonia (Océano Pacífico). En el transcurso de su intervención, el jefe de gabinete excluyó, por el momento, la intervención del ejército, habló de cohesión, de unión nacional, de firmeza de la Justicia, pero no adelantó ninguna medida significativa en el campo que más se esperaba, es decir, el social. Dominique de Villepin definió seis líneas de acción divididas en dos sectores. Por un lado, refuerzo de la autoridad de los intendentes, coordinación de los servicios del Estado y restauración de las ayudas sociales que antes se otorgaban a las asociaciones que trabajaban en las zonas urbanas sensibles.
El segundo capítulo tiene un carácter más social, pero aparece como muy limitado si se lo compara con la amplitud de la deuda social que el Estado tiene con las poblaciones suburbanas. De Villepin fijó tres prioridades: perfeccionar los sistemas educativos a fin de evitar que segmentos importantes de la población se queden afuera: trabajo a través de un programa de evaluación de cada caso y una propuesta formal de empleo o capacitación y construcción de viviendas nuevas, “más humanas”.
El toque de queda global podría ser decretado a partir de mañana. La medida responde a la incapacidad de la policía de frenar la violencia que, cada día, se extiende un poco más. El domingo eran 221 las localidades afectadas, ayer la cifra llegó a 300. La noche del domingo al lunes fue la más violenta de todas las que se registraron desde el pasado 27 de octubre. 36 policías resultaron heridos, se quemaron más de 1400 vehículos y decenas de empresas y edificios públicos, escuelas, municipios, comisarías y gimnasios fueron saqueados o incendiados. Ayer, el número de autos incendiados fue de 324. El intendente de una localidad de la periferia de París, Raincy, ya había decretado un “toque de queda excepcional” a partir de la noche del lunes por la noche.
Pero Francia se despertó ayer con el primer muerto de la sublevación de los jóvenes. Un hombre de 61 años, Jean Jacques Le Chenadec, que había sido salvajemente herido por un grupo de jóvenes el pasado viernes en la localidad de Stains, norte de París, falleció ayer víctima de las heridas. Poco a poco, se constata un “traslado” de la violencia aguda hacia la periferia de ciudades de provincia: Marsella, Lille o Toulouse han sido más afectadas por los disturbios y los saqueos que las zonas suburbanas de París. Los métodos de la modernidad, teléfonos móviles, mensajes de texto, Internet y los “blogs” –auténticos espacios de comunicación guerrera– permiten a los jóvenes una gran coordinación de sus acciones. Muchos de ellos, con apenas 10 o 13 años, sirven de escudos en los enfrentamientos. Los adolescentes más grandes los ponen en primera fila para atacar a la policía porque saben que si los arrestan, como son menores, no pueden ser detenidos ni condenados.
La insurrección es tanto más complicada de detener cuanto que no existe una “estructura de mando” identificada. El Ejecutivo no tiene con quien negociar y los canales tradicionales han fracaso. El clima es tan dramático que, ayer, la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF, que gravita en la esfera de los Hermanos Musulmanes) emitió una “fatwa” (decreto) mediante el cual condena la violencia y pide a los jóvenes musulmanes que “contengan su ira”. El panorama es igualmente enredado en el plano judicial. El volumen de arrestos es notorio, unos 1200 –el más chico de 10 años– y muchas personas serán juzgadas de forma inmediata.
La oposición socialista reaccionó de inmediato a la intervención del jefe de gobierno. El primer secretario del PS, François Hollande, consideró que “más allá de los llamados al orden republicano, lo que faltó fue la dimensión social, un mensaje destinado a las poblaciones de esos barrios”. Los ecologistas, por su parte, denunciaron una “escalada totalmente desproporcionada” y una “estrategia de la tensión deliberada y organizada”. En todo caso, la respuesta del Ejecutivo fue estrecha. El toque de queda contra las generaciones que se quedaron en el camino.
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