EL MUNDO
› UN ALEMAN DE ORIGEN LIBANES. CAPTURADO EN MACEDONIA Y TORTURADO CINCO MESES
Secuestrado por la CIA hace juicio
A Khaled al Masri, que vive en Ulm, se le ocurrió pasar sus vacaciones en Skopkje. Fue detenido, interrogado un mes y entregado a norteamericanos enmascarados que lo torturaron y llevaron a una base en Afganistán. Ahora le hace juicio a EE.UU. y hay un entredicho entre gobiernos.
Por F. Peregil y J. A. Rodríguez*
La Unión de Libertades Civiles de EE.UU. (ACLU) presentó ante un tribunal de Virginia una demanda en nombre de Khaled al Masri, ciudadano alemán de origen libanés que asegura haber sido secuestrado, torturado y detenido durante cinco meses por la CIA, que lo puso en libertad tras comprobar que se trababa de un error. El caso de Al Masri, según la demanda, es un ejemplo de las detenciones ilegales efectuadas por los servicios secretos estadounidenses en terceros países como parte de su guerra contra el terrorismo. La demanda sostiene que Al Masri fue trasladado de Macedonia a Afganistán en un avión que había hecho escala en Mallorca.
La denuncia presentada por la muy prestigiosa organización ACLU sostiene que Khaled al Masri, alemán de origen libanés, fue secuestrado el 31 de diciembre de 2003 estando de vacaciones en Macedonia. Incomunicado por varios días, fue entregado a agentes de EE.UU. que lo golpearon, drogaron y trasladaron en avión a una cárcel secreta en Afganistán. Cinco meses después, Al Masri fue abandonado durante la noche, sin explicación alguna, en una montaña de Albania.
Khaled al Masri, alemán nacido en Kuwait en 1963, tomó el 31 de diciembre de 2003 un autobús en Ulm, Alemania, para pasar unos días de vacaciones en Skopkje, Macedonia. El viaje transcurrió sin incidentes hasta que el autobús atravesó la frontera de Serbia a Montenegro, donde los funcionarios de la frontera le retiraron el pasaporte y lo detuvieron unas horas. Al Masri fue entonces llevado a un hotel en Skopkje, donde estuvo 23 días arrestado y vigilado por funcionarios armados de Macedonia. Los interrogatorios se fueron sucediendo, siempre en inglés, y le preguntaban sobre sus actividades en Ulm, sus amigos, sus visitas a la mezquita o al Centro Multicultural de la ciudad. Los interrogadores lo presionaban continuamente sobre una reunión que decían que había tenido en Jalalabad, Afganistán, con un egipcio y sobre posibles contactos con un noruego. Al Masri respondía que él nunca había estado en Jalalabad y que no conocía a ningún noruego.
El 23 de enero de 2004, unos civiles que el detenido no había visto nunca se presentaron en el hotel y lo grabaron en video durante 15 minutos. Al acabar, le ordenaron que dijera que en todo momento había sido bien tratado y que en ningún caso le habían hecho daño. Luego se comprometieron a meterlo en un avión hacia Alemania. Masri, maniatado y con los ojos vendados, fue llevado a un coche, en el que viajó una hora. Al bajar lo condujeron hasta un edificio donde le dijeron que iba a ser sometido a una revisión médica. Allí, asegura, lo golpearon por todas partes con los puños y con un palo estrecho. Tras negarse a desnudarse, le quitaron la ropa a la fuerza, con cuchillos y tijeras, mientras le seguían pegando. El detenido oía el sonido de cámaras tomando fotos mientras esto ocurría.
Masri fue arrojado contra el suelo, le pusieron las manos en la espalda y alguien se las pisó con una bota. Entonces sintió cómo le introducían un objeto rígido por el ano. En un momento dado le quitaron las vendas de la cara y le hicieron una foto con un flash que lo deslumbró. Cuando recuperó la visión, pudo ver a siete u ocho hombres vestidos de negro y con pasamontañas. Los captores le pusieron un pañal, un overol azul oscuro de manga corta, un cinturón con cadenas que le sujetaba los tobillos y la muñecas. Le colocaron orejeras, un antifaz almohadillado, le vendaron los ojos y le pusieron una capucha.
En ese estado fue llevado hasta un avión, a los tirones de una argolla que llevaba en las muñecas. Una vez dentro, lo tiraron al suelo boca abajo y sus brazos y piernas fueron abiertos y asegurados a los lados del avión. Sintió una inyección en su hombro y luego un segundo pinchazo, que lo llevó a estar casi inconsciente. Cuando el avión aterrizó fuedesencadenado y sacado. Allí se dio cuenta de que el calor que hacía no era propio de Macedonia. Creyó que podía estar en Guantánamo o posiblemente en Irak. Más tarde supo que se encontraba en Afganistán.
El cotejo de documentos de aviación demuestran que un Boeing, registrado con la matrícula N313P, despegó de Palma de Mallorca el 23 de enero de 2004 y aterrizó en el aeropuerto de Skopkje a las 8.51. El avión abandonó Skopkje algo más de tres horas más tarde, volando a Bagdad y luego a Kabul. El lunes 25 de enero, el avión dejó Kabul y voló a Timisoara, Rumania.
A principios de mayo, Masri recibió la visita de un hombre que hablaba alemán y se presentó como Sam. Masri le preguntó si era un representante del gobierno alemán y si el éste sabía que él estaba detenido en Afganistán. Sam, después de consultar a los americanos, no contestó.
A finales de mayo, Sam le informó que sería liberado en ocho días. Le advirtió de que, a condición de su libertad, nunca tendría que mencionar lo que le había ocurrido. El 27 de mayo un médico norteamericano visitó su celda y le dijo que no comiera ni bebiera nada porque el próximo día sería transportado a Alemania y durante el viaje no le estaría permitido visitar el baño. A la mañana siguiente, le dijeron que se pusiera la ropa que llevaba al ser detenido en Macedonia y le entregaron dos nuevas camisetas. Fue conducido al avión, con los ojos vendados, los oídos tapados y una vez dentro, lo encadenaron al asiento.
Sam acompañó a Al Masri en el avión. Al Masri también oyó las voces apagadas de dos o tres americanos. Sam informó a El Masri que Alemania tenía un nuevo presidente. Le dijo también que el avión aterrizaría en un país europeo que no sería Alemania, porque los americanos no querían dejar ninguna huella de su implicación en el calvario de Al Masri.
Cuando el avión aterrizó, Al Masri seguía vendado y así fue trasladado al asiento trasero de un vehículo. No le dijeron dónde estaba. Tras seis horas montaña arriba y abajo por caminos asfaltados y de tierra, le quitaron las vendas. Sus captores le dieron sus pertenencias, su pasaporte, le quitaron las esposas y le dijeron que caminara hacia abajo sin mirar atrás. Era de noche en una ruta desierta. Masri creyó que le dispararían en la espalda y lo matarían. Pero llegó al aeropuerto Madre Teresa de Tirana, la capital. Un guardia albanés tomó su pasaporte y 320 euros de su cartera y entró en las instalaciones del aeropuerto. Sólo cuando embarcó y se encontró en el aire, Masri pensó que finalmente iba a regresar a Alemania.
El gobierno alemán ya pidió explicaciones a Washington por el secuestro de uno de sus ciudadanos. Manfred Gnjidic, abogado de Masri, considera que las explicaciones dadas por la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, a la nueva premier alemana, Angela Merkel, son “notoriamente insuficientes. EE.UU. debe reconocer el error que se ha cometido, ofrecer explicaciones y presentar una disculpa”. El abogado aseguró que su cliente sufrió “secuestro, malos tratos y un estado de zozobra durante varios meses que ha tenido consecuencias psicológicas sobre su persona”.
“Para nosotros, las investigaciones en algunos países europeos y sobre todo en España tienen una gran relevancia. Mi cliente no puede reconocer que el avión en el que fue secuestrado es el mismo que hizo escala en Palma de Mallorca por la sencilla razón de que estaba vendado, pero todos los indicios que hemos podido recoger apuntan a que ese Boeing 737 fue el avión usado en Macedonia para llevarlo a Kabul. Esperamos que la Justicia española ayude a aclarar lo ocurrido.”
Scott Orton, de la Asociación Americana de Abogados, señaló el miércoles que “la demanda presentada tiene todas las perspectivas de prosperar, ya que parte del hecho probado de que fue secuestrado por error y que se confundió su nombre con otro”.
* De El País. Especial para Página/12.