EL MUNDO › PODRIA ESTALLAR EL MAYOR ESCANDALO DE EE.UU. EN DECADAS
› Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Jack Abramoff, ex superlobbista republicano caído en desgracia, aceptó ayer un trato con los fiscales del gobierno de Estados Unidos abriendo el camino para lo que podría ser el mayor escándalo de tráfico de influencia política en Washington en décadas. En una breve aparición en la Corte Federal aquí, Abramoff se declaró culpable de los tres grupos de cargos que cubren fraude, conspiración para cometer sobornos y evasión impositiva. Según sus abogados, también se declarará culpable en dos fraudes separados conectados a la compra en 2000 de una flota de casinos flotantes en Florida.
Las sentencias podrían enviar al lobbista a la cárcel durante cinco años o más. Pero esa sentencia puede un día resultar una mera nota al pie para un posible escándalo de corrupción que comprometa a unos veinte congresistas, senadores y sus asesores, en su mayoría republicanos pero incluyendo a algunos demócratas, que se cree que están siendo investigados por el Departamento de Justicia. Bajo el acuerdo de culpabilidad, se espera que Abramoff cuente todos sus tratos con los congresistas y los regalos que recibieron para obtener su apoyo. Los favores incluyen millones de dólares en contribuciones de campañas, viajes al exterior con todos los gastos pagos, comidas, palcos de lujo en los eventos deportivos más importantes y generosas donaciones a grupos de intereses especiales relacionados con los legisladores.
Las reglas éticas del Congreso prohíben específicamente a los legisladores y a sus asesores aceptar tales regalos pagados por lobbistas. Pero la acusación de ayer se refirió a que Abramoff “corruptamente” ofrecía regalos y otros incentivos “para influenciar a otros en la actuación de sus deberes oficiales”. Hasta ahora, los congresistas atrapados en la investigación, entre ellos el republicano de Ohio, Bob New, que se fue en un viaje de golf en 2002 a St. Andrews cortesía de Abramoff, han negado haber hecho algo malo. Pero las ramificaciones del caso se extienden al corazón del establishment gobernante en Washington.
Abramoff surgió a la luz por sus vínculos con la joven generación de republicanos liderados por el titular de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, que tomó control del Congreso con la sorprendente victoria del partido en la elección de mitad de mandato de 1994. Uno de sus aliados más cercanos era Tom DeLay, que era el enormemente poderoso y muy temido líder de la mayoría de la Cámara de Diputados, hasta que renunció en septiembre pasado después de ser acusado de supuesta recolección ilegal de fondos en su estado natal de Texas.
Delay, un congresista vital para hacer cumplir la agenda legislativa del presidente Bush, era él mismo huésped de una fiesta de golf organizada por Abramoff en Escocia en 2000. El viaje era pagado en parte por donaciones de varias tribus indígenas que habían contratado al lobbista para proteger sus lucrativas operaciones de su casino.
La caída del lobbista comenzó con una investigación del Comité del Senado que reveló que, juntamente con su socio Michael Scanlon, les había cobrado a las tribus más de 80 millones de dólares por sus servicios, una suma colosal aun para los parámetros de la industria de lobby de Washington de 3500 millones de dólares anuales. Según los fiscales, Abramoff cosechó alrededor de 20 millones en ganancias ocultas con el plan. La presión creció aún más sobre Abramoff cuando Scanlon, en una época el vocero de prensa de DeLay, acordó un trato de culpabilidad propio, admitiendo que había conspirado para sobornar a un miembro del Congreso y a otros funcionarios públicos. Por su propia declaración casi sin un centavo y enfrentándose a un largo período en la cárcel, Abramoff evidentemente terminó asumiendo que su mejor esperanza de clemencia radicaba en testificar contra aquellos que habían resultado beneficiados con él.
El daño y la trepidación, sin embargo, van mucho más lejos del Capitolio, dentro de la misma Casa Blanca. En septiembre pasado, David Safavian, un alto funcionario en la Oficina de Presupuestos de la Casa Blanca, renunció después de ser acusado de mentir y obstruir la investigación federal de Abramoff. También surgió que en 2003 Abramoff le pidió 9 millones de dólares al presidente de Gabon, Omar Bongo, para arreglar un encuentro con Bush. Los dos hombres finalmente se reunieron al año siguiente, aunque no hubo evidencia que fuera gracias a Abramoff.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.
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