Haití es un país con un 80 por ciento de desempleo. La mayoría de los habitantes del país más pobre de América se lanzó ayer a votar por René Preval, a quien se adjudicaba el 40 por ciento de los votos.
Por Andrew Buncombe*
Desde Puerto Príncipe
Eran las cuatro de la mañana y todavía estaba oscuro cuando Dieudonnee Orelus salió de su casa en el distrito Delmas 33 de la capital de Haití, silenciosamente resuelta a jugar su parte en decidir el futuro de su país. Más de cuatro horas después estaba sentada dentro del sofocante centro de votación provisional, cansada y frustrada y aun lejos de emitir su voto. Insistió, sin embargo, en que permanecería tanto tiempo como necesitara –incluso si eso significaba esperar hasta el anochecer–. “Vine aquí a votar... para que el país pueda cambiar –dijo–. Me quedaré todo el día. Tengo esperanza.”
Ayer esta empobrecida nación caribeña concurrió a las urnas para elegir a su presidente y representantes parlamentarios en la primera elección en seis años, un proceso que una mayoría abrumadora de la población cree que es vital si quiere darse vuelta el destino de Haití. El proceso fue lento y confuso y a veces caótico; dos hombres murieron aplastados, uno de un ataque cardíaco, otro a causa del derribo de una pared y un quinto en un tiroteo fuera de un centro de votación. Pero la violencia política que algunos habían anticipado parecía haberse evitado, y mientras los votantes mostraban a menudo un ánimo enojado y acusador, en gran parte eran pacíficos.
“Ha sido un poco agitado. Algunos lugares abrieron muy tarde y la gente estaba enojada”, dijo David Wimhurst, vocero de la misión de la ONU en Haití (Minustah). “Pero (los organizadores de la elección) dicen que han enviado gente para ayudar. Entonces ha sido un poco agitado pero está avanzando.” Estuvo claro que la votación fue mejor organizada en algunas áreas que en otras. En el centro de la ciudad y en distritos como Bel Air, las filas de votación parecían ordenadas y en calma. Afuera de Cité Soleil, el notorio gueto donde casi 300.000 personas viven en condiciones extraordinariamente pobres y sucias, la situación fue mucho más caótica.
“Díganle a la comunidad internacional que no nos están dejando votar”, demandó Marc Jean-Baptiste, de un grupo de jóvenes enfadados situados en el centro de Cité Soleil, quien dijo que habían sido apartados de un centro de votación. “No quieren que avancemos. Este mismo grupo que echó a Aristide. Ahora no quieren que votemos.” En las zonas más pobres de Haití, las charlas acerca de Jean-Bertrand Aristide, el dos veces electo presidente que fue expulsado durante el golpe de hace dos años apoyado por Estados Unidos, nunca están lejos. Pero con el ex sacerdote en el exilio en Sudáfrica, la gran mayoría de los pobres ha cambiado su lealtad a René Preval, una vez aliado de Aristide y ex presidente. Los sondeos han sugerido que ganará alrededor del 40 por ciento de los votos.
En realidad los dos hombres representan cosas muy diferentes. Mientras crecía en influencia durante los ’80, Aristide predicaba una mezcla de nacionalismo y Teología de Liberación desde el púlpito de la iglesia St. Jean Bosco de su ciudad, mientras Preval combinaba un deseo de invertir en programas sociales para ayudar a los pobres con una aparente buena disposición a adoptar reformas del Banco Mundial y el FMI. Esto no ha impedido que haya sido adoptado por los más pobres de Haití, que decidieron que representa su única esperanza.
Ayer, a lo largo de la ciudad, multitudes de gente irrumpieron en “manifestaciones”, quebrando ramas de árbol y caminando por las calles mientras coreaban su nombre y mostraban sus documentos de votantes. Orelus, que había dejado a sus cinco hijos en casa, fue a votar con su esposo, Woodelson Jean. Como tantos otros, luego de la expulsión de Aristide, el esposo de Orelus perdió su trabajo. El desempleo formal en Haití ahora se ubica en alrededor del 80 por ciento y grupos de ayuda internacional estiman que cada persona que sí tiene un trabajo debe mantener a un promedio de 10 personas.
Mientras, grupos de derechos humanos han detallado cómo el gobierno interino ha desarrollado una masiva represión de partidarios del ex presidente y hay cientos de prisioneros políticos en las cárceles de la nación. La vida era difícil, dijo Orelus, y su trabajo de vendedor callejero era ahora el ingreso económico de su familia. Y no tenía duda acerca de a quién votaría cuando su turno llegó finalmente. “Preval –declaró–. Soy pobre y René Preval es para los pobres.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Virginia Scardamaglia.