Sáb 11.02.2006

EL MUNDO

¿Hay algo que la Casa Blanca pueda manejar decentemente en estos días?

Ayer se reveló que la Casa Blanca sabía del desastre de Nueva Orleans antes de que lo admitiera, un ex alto agente de la CIA reveló distorsiones sobre Irak y un lobbista delincuente dijo que se había reunido con el presidente “casi una docena de veces”.

Por Rupert Cornwell *
Desde Washington


Michael Brown, director de la agencia federal de desastres, Fema, en el momento del huracán Katrina, ha abierto una herida dolorosa para el presidente George W. Bush, afirmando que la Casa Blanca sabía que los diques protectores de Nueva Orleans se habían roto mucho antes de lo que había reconocido. Al testificar en un comité del Senado ayer, Brown dijo que para la noche del lunes 29 de agosto, su agencia Fema había informado a los superiores que catastróficas aguas de inundación estaban entrando a la ciudad, que se estaban desatando incendios, y que gran cantidad de gente estaba varada.

Las condiciones, dijo un mensaje de Fema esa noche, eran “mucho más serias” de lo que sugerían los informes de prensa. Sin embargo, la mañana siguiente, Bush dijo al país desde su rancho en Texas que Nueva Orleans había “evitado la catástrofe”. Brown se convirtió rápidamente en el chivo expiatorio designado del desastre Katrina. Una quincena después de que golpeara el huracán, se vio forzado a renunciar como director de Fema haciendo el ridículo, con la famosa declaración pública previa de Bush de “Brownie, estás haciendo un trabajo estupendo” sonando en sus oídos.

En su testimonio, Brown echó la mayor parte de la culpa por la torpe respuesta de la administración a un Departamento de Seguridad Interior “disfuncional”. Su obsesión con el terrorismo, dijo, había reducido la ayuda para desastres naturales al status de “hijastro” del Departamento, conformado a raíz de los ataques del 11 de septiembre.

La comparecencia de Brown ante el Comité de Seguridad Interior del Senado llegó en un día en que la credibilidad de la administración estuvo bajo fuego en una serie de frentes, desde sus razones para ir a la guerra de Irak hasta su revelación de un frustrado ataque terrorista en Los Angeles y los lazos de Bush con el desgraciado lobbista Jack Abramoff. El jueves Bush reveló detalles de una supuesta conspiración de Al Qaida para volar un avión hacia un rascacielos de Los Angeles en 2002. Pero el alcalde de la ciudad estaba furioso porque no había sido informado personalmente de lo que el presidente iba a decir, mientras los demócratas acusaron a Bush de resucitar un asunto que mencionó por primera vez a fines de 2005 para distraer la atención del conflicto acerca de las escuchas de la Agencia de Seguridad Nacional.

En el mismo momento en que se estaba defendiendo a sí mismo en ese frente, la Casa Blanca se encontró bajo un ataque sin precedentes de parte de un alto ex funcionario de la CIA por su mal manejo de inteligencia para justificar la invasión a Irak en 2003. Las acusaciones por Paul Pillar, el especialista más importante en Medio Oriente de la agencia de inteligencia hasta que renunció en 2005, no son en sí mismas nuevas. Sin embargo, nunca antes un funcionario tan importante de la CIA ha acusado tan claramente a la Casa Blanca de Bush de haber tomado de antemano la decisión de atacar Irak y de estar interesada solamente en inteligencia que apoyara esa decisión.

“La inteligencia oficial no estaba basada en tomar siquiera las decisiones más significativas para la seguridad nacional”, escribe Pillar en el nuevo número de la prestigiosa revista Foreign Affairs. “La inteligencia fue mal utilizada públicamente para justificar decisiones ya tomadas... y el propio trabajo de la comunidad de inteligencia fue politizado.” Más evidencia de que la administración había manipulado inteligencia se reveló en documentos que mostraban que Lewis Libby, ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, dijo a los fiscales que había sido “autorizado por superiores” para filtrar inteligencia clasificada a periodistas a mediados de 2003, mientras se volvía cada vez más evidente que, al contrario de las declaraciones de la Casa Blanca, Irak no tenía armas de destrucción masiva.

No hay indicación de mal comportamiento de Libby, que está enfrentando cargos de perjurio en el asunto de la filtración de la identidad de la agente secreta de la CIA Valerie Plame. Pero los “superiores” en cuestión sólo puede ser el mismo Cheney. Las revelaciones, por lo tanto, exponen a la Casa Blanca a acusaciones de hipocresía –por la filtración que la NSA, que supuestamente trataba exclusivamente con inteligencia extranjera, tenía un programa de espionaje secreto doméstico, pero había alentado descuidadamente filtraciones de inteligencia que se acoplaban a sus propósitos.

En otro motivo de vergüenza, el lobbista Jack Abramoff declaró que se reunió con Bush “casi una docena de veces” e incluso había sido invitado en 2003 al rancho de Texas del presidente para una reunión de agradecimiento para los contribuyentes de la campaña. Si es verdad, la declaración echaría dudas sobre la insistencia de Bush de que no puede recordar haberse reunido con el lobbista, que está en el centro de un escándalo creciente de corrupción y tráfico de influencias.


* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Virginia Scardamaglia.

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