Mié 22.02.2006

EL MUNDO

Ser militar colombiano y no ser torturado por sus jefes

Reemplazaron al jefe del Ejército colombiano en medio de denuncias de torturas a soldados y de un nuevo endurecimiento de la postura de las FARC, que otra vez comunicaron que no firmarán la paz con el presidente Alvaro Uribe. La decisión fue forzada por la publicación, el domingo pasado, de una investigación sobre las torturas que sufrían soldados rasos durante su entrenamiento en combate antiguerrilla. Aunque desde la presidencia se aseguró ayer que se eligió al nuevo comandante del ejército, el general Mario Montaya, después de conocer la renuncia del saliente general Reynaldo Castellanos, fuentes cercanas al Ejecutivo afirmaron que Uribe decidió el relevo del alto oficial por no haberle comunicado antes del caso, que ya estaba siendo investigado por la Justicia militar.

Inmediatamente después de la publicación de la revista Semana, Uribe tildó de “vergonzoso” el incidente y se apuró a negar las versiones que advertían que las denuncias podrían llegar a afectar la partida de ayuda económica estadounidense dirigida al Plan Colombia. A pesar de que la Casa Blanca modificó sus prioridades para el año fiscal 2007, reduciendo fuertemente la ayuda a América latina, Colombia fue una de las pocas excepciones. No obstante, estos 726,8 millones de dólares asignados al Plan Colombia están sujetos, como todas las partidas de ayuda económica estadounidense, a la verificación del respeto de los derechos humanos en los países receptores.

Mientras se esperan posibles repercusiones internacionales, la investigación local, que comenzó a finales de enero y se mantuvo en secreto hasta el domingo pasado, pasó ayer a manos de la fiscalía de la nación. El proceso, que era dirigido dentro de la Justicia penal militar, ya había provocado la detención de cuatro suboficiales y la destitución de cuatro oficiales, entre ellos el comandante del batallón Patriotas de la ciudad de Honda, 200 kilómetros al sur de Bogotá, que era responsable del Centro de Instrucción y Entrenamiento del Ejército, en donde tuvieron lugar los maltratos a, por lo menos, 21 soldados.

La decisión de Uribe de reemplazar al general Castellanos parece estar fundada solamente en su malestar por no haber estado al tanto de la situación y haber sido sorprendido por la prensa, ya que Montoya, desde ayer el nuevo comandante del ejército, sigue la misma línea dura en materia de lucha antiguerrillera. Calificado como un general “tropero”, Montoya fue, como su predecesor, uno de los artífices de la implementación del Plan Colombia desde sus comienzos, además de haber estudiado y enseñado en la Escuela de las Américas en Panamá, junto a oficiales estadounidenses. Su intransigencia en la lucha contra la FARC y el ELN –las dos principales guerrillas en el territorio– le ganó numerosas acusaciones por presuntas violaciones de derechos humanos, incluso recibiendo llamados de atención de la embajada estadounidense. Sin embargo, es bien conocida en Colombia su estrecha relación con el presidente Uribe, al que siempre ha defendido.

La publicación de las fotos y los testimonios de los 21 soldados torturados por sus superiores durante su entrenamiento escandalizaron a los colombianos. La mayoría, de origen humilde, fueron quemados, brutalmente golpeados, sometidos a abusos sexuales y a pruebas de ahogamiento en un centro militar al sudoeste de Bogotá, el 25 de enero pasado. Los soldados aprendían, de manera práctica, mediante juego de simulación, cómo escapar de la guerrilla y cómo actuar cuando ésta los hace rehenes. Los 21 soldados en cuestión fueron torturados, según explicaron, porque no lograron pasar la prueba y cayeron prisioneros en poder del “enemigo”.

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