La violencia sectaria continuaba creando caos ayer en Irak cuando una serie de autobombas, ataques suicidas y descargas de morteros mataron a por lo menos 60 personas. Al mismo tiempo se afirmó que hasta 1300 personas pueden haber muerto en la violencia sectaria gatillada por la destrucción la semana pasada de uno de los santuarios chiítas más sagrados del país, aunque el gobierno emitió una declaración insistiendo en que el número de muertos era mucho menor.

Dos explosiones contra blancos chiítas mientras caía la noche en el norte de Bagdad mataron a por lo menos 15 personas e hirieron a unas 72. La policía dijo que un coche bomba explotó en la mezquita de Abdel Hadi Chalabi, en el distrito Hurriayah. El fuego de morteros en el santuario del imán Kadhim en el barrio de Kazimiyah, en el lado opuesto del río Tigris, mató a uno e hirió a 10. Anteriormente durante el día, la policía dijo que 23 personas habían muerto por una bomba colocada en una estación de servicio y por lo menos siete murieron en otras dos explosiones –una de ellas por un coche bomba que detonó en una calle muy transitada cerca del río Tigris–.

Casi 120 personas resultaron heridas por las bombas. Una de las explosiones destrozó una mezquita sunnita en Tikrit, donde está enterrado el padre de Saddam Hussein. El juicio del líder depuesto se reanudó en Bagdad ayer, donde los fiscales presentaron documentos que, dijeron, brindaban la prueba de que él había aprobado la ejecución de más de 140 chiítas en 1984. Mientras tanto se informaba que 1300 personas fueron muertas la semana pasada en gran parte por la violencia sectaria originada por las explosiones en el santuario chiíta en la ciudad de Samarra. Los funcionarios de la morgue de Bagdad dijeron que habían tenido que examinar cientos de cuerpos. La cifra de 1300 es por lo menos tres veces más alta que la que previamente había informado el ejército de Estados Unidos y es más que el número usual de cuerpos que examina la morgue en un mes promedio.

El total fue discutido por la oficina del primer ministro iraquí, que emitió una declaración diciendo que 379 personas habían muerto durante un período de seis días. Niega informes de The Washington Post que dicen que el número de muertos superó los 1000. Las últimas explosiones ponen de manifiesto la anarquía que hay en partes de Irak y el fracaso de las fuerzas de seguridad iraquíes y de las tropas de Estados Unidos para brindar seguridad a la gente común. La semana pasada el saliente jefe de la misión de derechos humanos en la ONU, John Pace, reveló que hasta un 75 por ciento de los cuerpos que aparecen en la morgue de Bagdad habían sido ejecutados sumariamente o mostraban señales de tortura. Culpó a los escuadrones de la muerte, controlados por el Ministerio de Interior.

Pace dijo que la falta de seguridad era parte de un círculo vicioso que ayudaba a alimentar la violencia sectaria. Ante la ausencia de otras fuerzas de seguridad, los ciudadanos comunes buscaban grupos extremistas que les ofrecieran protección. El presidente de Estados Unidos, George Bush, evitó ayer las preguntas sobre planes para la retirada de tropas de Irak, mientras una nueva encuesta mostraba que casi uno de cada cuatro estadounidenses creía que los 136.000 soldados debían retirarse. Tampoco dijo nada sobre la responsabilidad de Estados Unidos de mantener el orden. En cambio sugirió que Irán estaba detrás de gran parte de la violencia sectaria y dijo que la gente tenía una elección entre “caos o unidad”. Añadió: “Obviamente hay algunos que están tratando de sembrar las semillas de la violencia sectaria. Destruyen para crear el caos”.

Mientras la violencia continuaba incólume, el embajador de Estados Unidos en Irak, Zalmay Khalilzad, advirtió que eran posibles más brotes de violencia y dijo que Irak había llegado “al borde de la guerra civil”. Los ataques aparentemente coordinados han frustrado todas las esperanzas para la formación de un gobierno de unidad nacional que traería a la dominante comunidad chiíta al gabinete con la minoría sunnita.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.