En un momento de baja popularidad para el presidente Bush, un video lo mostró ignorando los consejos de altos funcionarios previamente a la llegada del huracán Katrina a Nueva Orleans.
› Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Las acciones en baja del presidente Bush recibieron otro golpe con la filtración de un video en el que insiste en que todo está bajo control antes de la llegada del huracán Katrina, aun cuando estaba siendo advertido por sus funcionarios en los más crudos términos del potencial devastador de la tormenta. El video, junto con transcripciones de otras reuniones clave de funcionarios federales y estatales justo antes y después de que el huracán golpeara Nueva Orleans y la costa del golfo, en agosto pasado, surgió casi exactamente seis meses después de la tormenta. Amenaza con eclipsar la actual visita pesidencial a la India, que la Casa Blanca vio como una excelente oportunidad para escapar de sus problemas internos.
En un sentido, las grabaciones poco añaden a lo que se sabía previamente. Bush admitió errores en el manejo del desastre, y la Casa Blanca emitió un informe de 200 páginas, que contienen 127 recomendaciones para mejorar la prontitud para hacer frente a los desastres. Pero una vez más surge la pregunta de exactamente cuánto más sabía la Casa Blanca antes de que golpeara el huracán, con la imagen del presidente dormido al volante. Su misma revelación, además, es una señal del debilitado control de una administración que siempre se preció de dirigir el más rígido de los gobiernos, de lo que nada se filtraba. “Quiero asegurarle a la gente a nivel estatal que estamos totalmente preparados”, se le ve decir a Bush en una videoconferencia, sentado en un salón de conferencias sin ventanas en su rancho de Texas la tarde del domingo 28 de agosto, mientras Katrina se dirigía a su objetivo final.
Pero un alto funcionario del Centro Nacional de Huracanes advierte que los diques que protegen a Nueva Orleans están en serio riesgo, diciendo que era mentira, y no por primera vez, la afirmación previa de Bush de que “nadie podría haber predicho que los diques fracasarían”. Michael Brown, el muy burlado ex jefe de la agencia federal de desastre, FEMA, es visto llamando a la tormenta “la grande”. Expone su preocupación por el techo del Superdomo, el refugio de último recurso de los habitantes de la ciudad, y se pregunta si hay suficientes elementos médicos y mortuorios para hacer frente a una posible “catástrofe dentro de una catástrofe”. El episodio es el último de una serie de percances internos para la administración, desde la revelación de las escuchas telefónicas internas injustificadas a la actual discusión sobre la planificada toma de control de operaciones en seis importantes puertos de Estados Unidos por una empresa perteneciente a árabes.
Estas han sido acompañadas por una serie de contratiempos de política exterior, como la elección victoriosa de Hamas en los territorios palestinos, la intransigencia de Irán sobre su programa nuclear y sobre todo el sangriento caos sectario en Irak. A menos que suceda una improbable estabilización de la situación allí, el Pentágono probablemente tendrá que suspender sus planes de una gran reducción de las fuerzas estadounidenses este año en Irak que podría haber reducido por la mitad la actual fuerza de 140.000 para fines de 2005. Esto a su vez podría dañar más la posición de Bush y su Partido Republicano antes de las elecciones de representantes y senadores en noviembre, donde los demócratas están pujando por recapturar por lo menos una, y quizá las dos, cámaras del Congreso.
Una encuesta esta semana, de la organización Zogby, sugirió que el 72 por ciento de las tropas en Irak piensa que Estados Unidos debería salir del país dentro de los 12 próximos meses, mientras que otra, llevada a cabo por CBS, sitúa la aceptación interna del manejo de Bush en Irak en sólo un 30 por ciento. De acuerdo con la misma encuesta de CBS, la aprobación total del presidente llegó a su nivel más bajo desde que entró en funciones hace cinco años, aunque esa cifra del 34 por ciento queda todavía por encima del 26 por ciento registrado por Jimmy Carter en 1979, un año antes de ser derrotado por Ronald Reagan, y el punto más bajo del 24 por ciento tocado por Richard Nixon en julio de 1974, en el pico del escándalo Watergate.
Contra toda evidencia visible, Bush sigue manteniendo que Estados Unidos está teniendo éxito en su misión en Irak. Pero los republicanos en el Capitolio, preocupados por distanciarse de un presidente impopular mientras luchan por aferrarse a sus bancas este otoño, están cada vez más incrédulos. La discusión de los puertos –sugiriendo que Bush hasta perdió ilación con su lema emblemático de proteger al país del terrorismo– comenzó a girar de escepticismo a una rebelión abierta.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.
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