Lun 17.06.2002

EL MUNDO

Deshacer todo lo que hizo la izquierda en cinco años

El plan de la derecha en el poder es reforzar la seguridad en las calles, bajar impuestos para beneficiar a los más pudientes y derogar las 35 horas de trabajo semanales. Las privatizaciones ya habían comenzado con Jospin.

Por E.F.

¿Qué hará el presidente francés Jacques Chirac con una victoria de proporciones semejantes? Hombre imprevisible, capaz de afirmar una cosa y 10 minutos después todo lo contrario, el presidente francés vive una experiencia singular. Las dos vueltas de las elecciones legislativas no modificaron el rumbo de su reelección como presidente. Francia le dijo adiós a la cohabitación pero el mandatario francés, si quiere ser fiel al voto que se depositó en él, no tiene las manos tan libres. El 82 por ciento de los votos con el que fue reelecto presidente provienen en gran medida de la izquierda que votó a su favor afín de cerrarle el paso al otro candidato, el ultraderechista Jean-Marie Le Pen. Si Jacques Chirac aplica una política demasiado “clientelista”, esos cientos de miles de jóvenes que entre las dos vueltas de la consulta presidencial salieron a defender los valores de la República podrían cobrarle su política de la misma manera.
En el marco estricto de la acción política, muchas de las promesas electorales son difíciles de llevar a la práctica. La auditoría del mes de junio arrojó un déficit público de 44 mil millones de dólares. Sin embargo, las promesas que más sonaron en los oídos del electorado conciernen la seguridad y los impuestos. Chirac prometió un descenso del cinco por ciento de las cotizaciones impositivas, un argumento convincente pero que, en realidad, beneficia al 40 por ciento de las personas que obtienen grandes ganancias y no a la masa de los asalariados. En cuanto a la seguridad, el gobierno de Jean-Pierre Raffarin se encargó de mostrar el abanico de medidas que iban a reforzarse.
Seguramente, si hay una profesión que conviene ejercer hoy en Francia es la de policía. El gobierno ha dotado a la fuerza pública de un arsenal de armas y de medios que responder a las promesas con que la derecha se comió literalmente a la izquierda durante la campaña. En el plano económico, el cumplimiento de las demás promesas es más azaroso. La reducción del impuesto, el aumento del salario mínimo así como otras medidas previstas plantean el problema del déficit, es decir, del respeto por parte de Francia de sus compromisos con la Unión Europea, particularmente en lo que atañe el equilibrio de las finanzas públicas.
Se sabe que la derecha también tiene pensado privatizar media docena de empresas públicas. No obstante, como el precedente gobierno socialista privatizó más de lo que se animó a privatizar la derecha, el tema ha abandonado la escena del debate o el de la controversia izquierda-derecha. Bajo el hábil recurso conceptual que consistió en denominar una privatización como una mera operación de “apertura del capital”, Lionel Jospin hasta había conseguido que los comunistas aprobaran las privatizaciones. Así lo pagaron ayer en las urnas.
La derecha se cuida mucho de revelar por completo sus planes pero todos los comentaristas esperan que el nuevo equipo de Chirac “liquide” de una u otra forma la ley sobre las 35 horas semanales de trabajo dejada por Lionel Jospin. El patronato francés esperara mordiéndose los labios que la derecha modifique profundamente un proyecto de ley que perturbó notablemente las condiciones de desarrollo del mundo laboral. Las 35 horas, que crearon decenas de miles de puestos de trabajo, son la oveja negra del empresariado francés. Al cabo de un antagonismo digno de una guerra mundial, Jospin le impuso al empresariado una reforma ambiciosa que, además, requirió laboriosas negociaciones dentro de las distintas ramas laborales a fin de garantizar su aplicación. Conscientes de que se trata de un tema sensible y en torno al cual las opiniones de los electores no son unánimes, la derecha evitó tocar el tema de manera frontal. Sin embargo, por retazos o bajo el más estricto anonimato, loslíderes conservadores adelantan que dentro de “24 meses, la forma actual de las famosas 35 horas serán un recuerdo”.

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