EL MUNDO › REPRIMIERON UNA MANIFESTACION FEMINISTA EN TEHERAN
› Por Angeles Espinosa *
Desde Teherán
¡Salvajes! ¡Salvajes!”, gritaban las manifestantes a los agentes antidisturbios que, porra en mano, trataban de desalojarlas. Dos centenares de mujeres, apoyadas por unas decenas de hombres, se habían dado cita en el parque de Daneshyu de Teherán para reivindicar sus derechos con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Desafiando la prohibición oficial, las participantes reclamaron igualdad en un país que por ley las obliga a taparse el pelo y cubrir las formas de su cuerpo para salir a la calle. La cita era a las cuatro de la tarde frente al Teatro de la Ciudad, un característico edificio circular cuyos alrededores son lugar de cita habitual de los homosexuales teheraníes. Desde media hora antes, pequeños grupos de mujeres y de estudiantes universitarios se habían ido congregando en el parque mientras vigilaban de reojo la inusual presencia policial. A la hora convenida, sacaron sus pancartas y se agruparon en la plazoleta central.
“Ser juez es nuestro derecho”, se leía en un cartel que parafraseaba la propaganda oficial sobre el derecho a la energía nuclear. “En este país no nos dejan ser jueces”, explicaba Amira, una joven estudiante de leyes que recordaba el caso de la premio Nobel Shirín Ebadí. Esta destacada defensora de los derechos humanos fue expulsada de su juzgado tras el triunfo de la Revolución Islámica en 1979.
Enseguida sonó la primera advertencia policial por los altavoces: “Esta manifestación no está autorizada, por favor dispérsense”. La respuesta fue un sonoro bufido y las mujeres se sentaron para hacer más difícil su desalojo. Al tercer aviso, la policía intervino. En una coreografía que las participantes conocían de ocasiones anteriores, los antidisturbios rodearon al grupo a la vez que, a base de golpes de porra, empujaban hacia afuera a las que se encontraban más al borde. Poco a poco lograron arrinconar a las más resistentes contra la fachada del teatro. Pero las demás volvían a reagruparse en otra esquina. Los oficiales al mando de la unidad gritaban desencajados, pero eran sobre todo dos tipos enormes con vestimenta paramilitar quienes parecían dirigir la operación. “Vamos, no se queden quietas, vayan por ellas”, azuzaban a los agentes que se quedaban muy atrás frente a su dureza. En un momento de la refriega, el más violento de los dos se percató de que una joven le había sacado una foto con su teléfono móvil mientras zurraba a la activista que había leído el comunicado. De nada sirvió que la muchacha intentara cruzar de acera. Antes de que pudiera escabullirse, el tipo había saltado a la calzada y la zarandeaba con fuerza hasta quitarle el teléfono y arrancarle el pañuelo en la pugna. Las miradas de desafío de las mujeres se trasformaron en las de impotencia de los viandantes, algunos de los cuales mascullaban imprecaciones contra el penoso espectáculo. Los agentes llevaron hacia los vehículos policiales a varias personas, algunas con los ojos irritados a causa de los gases lacrimógenos, pero no hubo información sobre detenidos. Varios fotógrafos locales se quejaron de que les habían quitado las películas y las tarjetas de memoria de sus cámaras. La policía también retuvo durante dos horas a un equipo de Televisión Española que trataba de grabar la protesta.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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