Pese a la dureza del gobierno, las manifestaciones de estudiantes contra un “primer empleo” precarizado de antemano no ceden. Y mañana se les sumarán sindicatos, obreros y empleados.
La movilización estudiantil contra el CPE, Contrato Primer Empleo, adquirió ayer una nueva dimensión con las profusas manifestaciones que se llevaron a cabo en todo el país y que reunieron cerca de 400.000 personas. Las marchas de ayer fueron la segunda fase de una protesta pautada en tres partes: martes, jueves y sábado. Cada día que pasa, el gobierno y los estudiantes radicalizan sus posiciones y ya se empiezan a ver escenas de suma violencia en torno de varios centros universitarios, en especial el de la Sorbona, en el Barrio Latino de París. La universidad sigue cerrada y las principales calles que conducen a la Sorbona, tomada el viernes pasado por los estudiantes y liberada luego por las fuerzas del orden, están cortadas. El Barrio Latino, en particular los sectores del Panteón, Saint Michel y Luxemburgo, parece que estuvieran bajo ocupación militar. Largas hileras de camiones antimotines y cientos de policías controlan todos los movimientos.
En París, la manifestación de ayer convocó a unos 50.000 jóvenes muy motivados que desfilaron cantando “Resistencia, Resistencia”. Al final de la marcha, un grupo de 200 muchachotes violentos ajenos a los motivos de la protesta se enfrenaron violentamente con la policía en pleno centro de París. Los estudiantes siguen reclamando el retiro del Contrato Primer Empleo implementado por el gobierno, con el fin de agilizar el mercado de trabajo para los jóvenes de menos de 26 años. Sin embargo, este contrato comporta cláusulas incompatibles con el funcionamiento de la sociedad francesa y, por ende, con la estabilidad de la juventud. Durante un período de dos años, el CPE permite a los empleadores despedir a los empleados sin obligación de justificar el despido ni tampoco de pagar las indemnizaciones correspondientes. Ahora, con un contrato de ese tipo y debido al exigente esquema social francés, un joven encontraría muchos obstáculos para alquilar un departamento o abrir una simple cuenta de banco. Las exigencias sectoriales son en Francia de una rigidez tal que un joven que no cuenta con un contrato de trabajo “estable” es un candidato seguro a la precariedad. “EL CPE quiere hacerle pagar a la juventud el precio de una reforma que debería englobar a los que tienen más plata”, decía Jerome, un estudiante de 19 años. “Nos están programando para ser los excluidos de mañana”, gritaba André, un estudiante de Medicina muy agresivo con los policías. Su compañero le decía: “Tranquilizate, viejo; no estamos contra la policía sino contra el gobierno”.
El movimiento estudiantil no ha dado muestras de agotamiento pese a los dos meses de lucha. “Estamos exhaustos, ésta es la segunda manifestación de la semana y aún falta la del sábado. Encima, las facultades están cerradas o perturbadas y eso complica mucho las cosas. Pero seguiremos adelante hasta el retiro del CPE”, advertía Pascal, un muchacho de 22 años. Según la UNEF, Unión Nacional de Estudiantes de Francia, 64 de las 84 universidades del país estaban en huelga mientras que de los 110 liceos de París 32 funcionaban con perturbaciones.
El Ejecutivo mantiene invariable su posición. El primer ministro declaró estar “atento” y abierto al diálogo para aportar mejorías al CPE pero se negó a sacar el proyecto de la circulación. Dominique De Villepin se limitó a reiterar las propuestas formuladas el domingo pasado: un complemento de la remuneración en caso de despido y una evaluación cada seis meses del nuevo contrato. Fuentes gubernamentales alegan que “el retiro del CPE no es una solución. Terminaría en una batalla política ycon la idea de que hay un vencedor y un vencido”. El Ejecutivo dice que es preciso que “la idea madure” y la sociedad “reflexione”.
En plena elaboración de su plataforma electoral para las elecciones presidenciales del año que viene, el Partido Socialista se metió en la brecha. El martes, el PS presentó un recurso ante el Consejo Constitucional para evaluar la validez del CPE y, sumándose a los reclamos estudiantiles, exige también el retiro del dispositivo. La actitud inflexible del gobierno, que había apostado por el agotamiento del movimiento estudiantil, se convirtió en un problema. La batalla del CPE pasó al plano político y provocó una adhesión de la sociedad a la causa estudiantil. Un sondeo publicado ayer revela que 68 por ciento de los franceses apoya la supresión del CPE. La cifra es tanto más significativa cuanto que la manifestación prevista para este sábado será “unitaria”. Mañana Francia piensa hacer real el sueño de los revolucionarios de los años ’60. Sindicatos, obreros, empleados se unirán a los estudiantes en lo que se espera será “el mensaje final” transmitido al gobierno. Lejos de quejarse, un 63 por ciento de las personas encuestadas declaró sentir “simpatía” con la manifestación del sábado. Algunos carteles que se ven en la calle anuncian “Marzo 2006-Mayo ’68”. Michel, estudiante en la Universidad de Nanterre, dice, colérico: “El gobierno nos declaró la guerra poniendo en nuestro camino una bomba de precariedad. Nosotros no queremos cambiar el mundo ni hacer ninguna revolución. Pero estamos todos en la misma bolsa, obreros y estudiantes, todos somos precarios. ¡Entonces basta! Trabajadores y estudiantes estaremos mano a mano el sábado. Estoy seguro de que si cambiamos las condiciones de trabajo tendremos un mundo más justo”.
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