Por Peter Beaumont
Desde el asentamiento Itamar, en Cisjordania

Las bicicletas de los chicos todavía están apoyadas contra la pared de la cáscara carbonizada de la casa de Rachel Shabo. El techo desapareció. Las paredes y las ventanas están retorcidas y perforadas de balas. El jueves por la noche, los chicos de las bicicletas estaban sentados dentro de la casa cuando un tirador palestino –tal vez dos– irrumpió por la puerta y desparramó fuego de balas contra las habitaciones, matando a Rachel Shabo, de 40 años, y tres de sus hijos, Nería, de 16, Zvi, de 12. y Avishai, de 5. Ocho de los que estaban en la casa fueron heridos, incluso el hijo de 11 años de la señora Shabo, que está grave. Un vecino, Yossi Tuito, jefe del dispositivo de seguridad del asentamiento, que tomó su rifle y vino corriendo a ayudar, también fue muerto a tiros.
Ayer miles vinieron al servicio fúnebre: desde Itamar y los asentamientos cercanos en torno de la ciudad cisjordana de Nablus. Vinieron desde Tel Aviv y Jerusalén, desde asentamientos en Gush Etzion y Kiryat Arba al sur, por autos y por ómnibus artillados. Los hombres estaban armados; algunas de las mujeres también. El funeral fue una ceremonia respetuosa y de bajo perfil, pero luego, cuando los cadáveres fueron enterrados, algunos de los deudos se lanzaron a la venganza, atacando la cercana aldea palestina de Hawara, disparando al azar en las calles, quemando autos y una casa. Un palestino, Adnan Odeh, de 22 años, murió de un disparo en el pecho. Pero eso fue después. En Itamar, amigos y parientes de los Shabo se concentran en mostrarnos lo que ocurrió. Dan Vered, de 36 años, de Jerusalén, nos lleva a la cerca por la cual se filtró el tirador. Se había arrastrado a través del primer rollo de alambre cortante, y luego cortó la segunda cerca de alambre con cortantes. De ahí en adelante eran apenas 100 metros hasta la casa, en lo alto de una colina rocosa cubierta por arbustos bajos.
A las nueve de la mañana, el pistolero –un militante del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP)– irrumpió en la cocina de Rachel, que estaba horneando una torta. Ayer los ingredientes yacían desparramados en las ruinas. El hombre disparó primero contra Rachel, perforando el lavarropa de balas; luego fue a la habitación de al lado, donde sus tres hijos estaban mirando televisión, rociándolos de balas también, antes de pasar de cuarto en cuarto disparando a cualquiera que pudiera encontrar. Dos otros chicos, incluyendo una hija de 13 años, también fueron baleados. La chica, herida en el estómago, huyó de la casa y se escondió en el jardín.
Un poco después, soldados israelíes tomaron la casa por asalto y mataron al atacante. Para ese entonces, la casa estaba en llamas luego de que una bala impactara en una garrafa. En una llamada telefónica a la Associated Press, el FPLP reivindicó la autoría del ataque. En octubre, la pequeña y radicalizada fracción de la OLP había asesinado a un ministro del gabinete israelí.
En el exterior de la caso de los Shabo, recibiendo a los deudos, nos encontramos con Meir Shabo. El marido de Rachel, Boaz, es su hermano gemelo. “Mi cuñada estaba en la cocina –dice–. Los dos chicos más pequeños estaban en la habitación de al lado mirando televisión. Primero le disparó a Rachel y luego entró en el cuarto y mató a los chicos. Una de las chicas huyó y, mientras corría, él le disparó al estómago. El vecino escuchó los disparos y vino corriendo. El pistolero disparó y lo mató desde la ventana.”
Rachel y sus chicos murieron al final de la peor semana de la actual Intifada en términos de bajas civiles israelíes, una semana que se llevó las vidas de 33 de ellos. Cincuenta tanques israelíes entraron en la cercana Nablus en respuesta al tiroteo y el primer ministro israelí Ariel Sharon se preparaba a reunir su gabinete de seguridad. “Este es un ataque horrendo, y siempre ha habido una respuesta a este tipo de cosas”, advirtió Raanan Gissin, vocero de Sharon.