En un reportaje con la revista Time, el actual director nacional de la Inteligencia de EE.UU., John Negroponte, admite que su país fortaleció las tareas de espionaje a niveles equiparables al otrora mundo bipolar. Reclutan espías entre los ciudadanos de los países vigilados.
Washington volvió a poner la mira en su patio trasero. En los últimos años, Estados Unidos ha “fortalecido” sus operaciones de espionaje en América latina, a niveles sólo comparables con los de la Guerra Fría, según admitió el propio director nacional de Inteligencia estadounidense, John Negroponte, en una entrevista con la revista Time. Esto fue ordenado por la administración Bush, especialmente después del 11-S y a partir de la importancia que adquirió para la Casa Blanca la “guerra contra el terrorismo”. Principalmente, según explicó Negroponte, las agencias estadounidenses se enfocan en lo que llaman “Inteligencia Humana”, que consiste en el reclutamiento de espías entre los ciudadanos de los países vigilados y un aumento del personal estadounidense –agentes de inteligencia, diplomáticos, agentes antinarcóticos, FBI, etc.– en el lugar.
“Estamos fortaleciéndonos en lugares en los que no hemos estado (recientemente), donde habíamos dejado que las cosas se atrofiaran desde la Guerra Fría: en América latina”, aseguró a la revista estadounidense el ex embajador norteamericano en Irak, que actualmente maneja un presupuesto de 44 mil millones de dólares anuales. Sin embargo, el espionaje en la región no se limita a las actividades mencionadas por Negroponte. Según varios medios –El Tiempo de Colombia, el británico The New London Day y The Washington Post–, Estados Unidos habría enviado un submarino nuclear, que cuenta con capacidad para lanzar misiles Tomahawk y desde el cual se pueden realizar operaciones del grupo de elite Navy Seals a la región “en apoyo de la guerra contra el terrorismo”. Entre sus primeros viajes se cuenta un paseo de 90 días por el Caribe. En Estados Unidos no faltaron las críticas. “Esta historia es increíble. Construimos un submarino a un costo de 2400 millones de dólares con capacidades que hacen recordar la Guerra Fría y la primera misión que se le asigna es ir a Sudamérica a interceptar conversaciones vía celular”, cuestionó The Washington Post.
La confesión de Negroponte inmediatamente hace recordar versiones, rumores y denuncias que refuerzan este renovado interés de Washington en la región latinoamericana. Por ejemplo, la denuncia de algunos diarios mexicanos sobre la compra clandestina de bases de datos de ciudadanos latinoamericanos –argentinos, mexicanos, brasileños, chilenos, entre otros– es una política habitual de varias agencias federales de Estados Unidos, que argumentan que es “un mecanismo de seguridad” para conocer de antemano los antecedentes de las personas que ingresan a Estados Unidos. Todo, por supuesto, en el nombre de la lucha contra el terrorismo.
A la hora de buscar las razones, las causas económicas se entremezclan con lo político y con lo ideológico. Para la Casa Blanca, Centroamérica, la Triple Frontera y cualquier territorio en donde el control estatal es poco confiable son “lugares propicios para el establecimiento de células durmientes de grupos como Al Qaida y Hezbolá”. Más aún, Estados Unidos ha llamado la atención sobre las posibles alianzas entre terroristas y grupos narcos o pandillas que, dado el control que estos mantienen sobre grandes partes de la región, podrían asegurarles una libre circulación, que eventualmente les permitiera acceder a territorio estadounidense.
En lo económico, la preocupación central es claramente el petróleo y los gobiernos que manejan las mayores reservas del crudo. Pero también hay una dimensión ideológica que preocupa a Washington. No sólo el llamado “giro a la izquierda” de gran parte de los países de la región, sino también el incipiente acercamiento y solidaridad con regímenes islámicos. A todos sorprendió que Hamas, después del bloqueo de fondos de la UE y de la Casa Blanca, anunciara que enviaría misiones a Venezuela, Brasil, Argentina y Bolivia para buscar vías alternativas de financiación. Desde luego, Hugo Chávez ya confirmó su ayuda.
Informe: Laura Carpineta.
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