Mar 16.05.2006

EL MUNDO  › GIORGIO NAPOLITANO OCUPA DESDE AYER EL SILLON PRESIDENCIAL

Un poscomunista asumió en Italia

El flamante presidente prometió mantener el equilibrio entre el gobierno de centroizquierda y la oposición de Berlusconi.

› Por Enric González *
Desde Roma

Giorgio Napolitano, antiguo dirigente del Partido Comunista y hasta ahora senador vitalicio, prestó juramento como presidente de Italia, convirtiéndose en el undécimo presidente. El nuevo jefe del Estado pronunció una alocución ante el Parlamento que, como recoge la Constitución, es el único momento del mandato en el que el jefe del Estado puede dirigir en persona un discurso al mismo, en el que expresó una clara vocación europeísta (“no existe ninguna alternativa al relanzamiento del proceso constitucional europeo”, dijo) y prometió mantener el equilibrio entre el gobierno de centroizquierda y la oposición de centroderecha, porque “ambas coaliciones salieron de las elecciones con alta representatividad popular”.

En el momento del juramento comenzó a sonar la campana más grande de la torre del reloj del palacio de Montecitorio, cuya fachada está tapada, en restauración, y fueron disparadas 21 salvas de honor desde el cañón existente en la colina del Gianicolo (Janículo). En medio de un gran aplauso, la intervención de Napolitano fue moderada, pero no gustó ni a Silvio Berlusconi, que no aplaudió tras el juramento, ni al conjunto del centroderecha, con la excepción de los democristianos alineados en la Casa de las Libertades. “Ha sido un discurso decepcionante, lleno de retórica”, comentó Elio Vito, presidente de los diputados de Forza Italia. “No ha sabido dirigirse –siguió el portavoz berlusconiano– a aquella mitad del electorado que votó al centroderecha y que hoy se ve excluida de todos los puestos institucionales, en una situación sin precedentes.”

El centroderecha criticó que en ningún momento se mencionara a Berlusconi y sus cinco años en el gobierno, y la ausencia de referencias “al papel central de la empresa y de la libertad de iniciativa en el sistema italiano”. Para Romano Prodi, que el miércoles debería recibir ya el encargo de formar gobierno, fue en cambio “un discurso excelente”, con “un claro empeño en conseguir la reconciliación del país”.

El sucesor de Carlo Azeglio Ciampi, quien ayer mismo abandonó el Palacio del Quirinale y se instaló en su domicilio particular, subrayó que el Estado debía mantenerse “dentro de un diseño laico, independiente y soberano” en sus relaciones con la Iglesia Católica. Y lamentó la hegemonía de la gerontocracia masculina, de la que él se había convertido, a sus 80 años, en el máximo representante, dentro de la política italiana. “Debemos contar con las formidables reservas de energía femenina que no movilizamos y no apreciamos ni en el trabajo ni en la vida pública: son prejuicios y cerrazones que provocan un enorme derroche y que no pueden ser ya tolerados”, declaró.

Europeísta convencido, Napolitano pidió que se relanzara la Constitución europea y elogió a Ciampi por su gestión “ejemplar”, lo que fue largamente aplaudido. Napolitano se trasladó luego a la tumba del soldado desconocido, en el centro de Roma, acompañado por el jefe del gobierno saliente, Silvio Berlusconi, y el alcalde de Roma, Walter Veltroni.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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