EL MUNDO › HAYDEN DEFIENDE ESCUCHAS Y MINIMIZA CRITICAS
“Con todo respeto, senadores, creo que el aparato estadounidense de inteligencia ha pasado a ser una pelota de fútbol en el debate político.” El general Michael Hayden, propuesto por George W. Bush para dirigir la CIA, abrió ayer la discusión sobre su nombramiento en el Senado lamentando que la discusión sobre el espionaje sea un arma política. “La comunidad de inteligencia y la CIA han recibido un desproporcionado número de palos, algunos justos, pero muchos no.”
“¿Será capaz el general de recuperar la independencia de análisis y la objetividad en la CIA y de hablar con claridad al poder o acomodará la inteligencia para apoyar la política del gobierno y llevar a engaño al Congreso y a los estadounidenses, como hizo (George) Tenet (director de la CIA en la época de la guerra de Irak)?”, preguntó el demócrata Carl Levin, que llevó ayer la batuta de las críticas. “Dirigiré a los analistas de la CIA con el ejemplo”, respondió el general, quien admitió el fracaso sobre los arsenales de armas de destrucción masiva de Saddam Hussein y aseguró que tomará medidas para no repetir los errores y “recuperar y reforzar la confianza pública” en la Agencia. Vestido con su uniforme de general de cuatro estrellas de la fuerza aérea y con un aplomo en ocasiones condescendiente hacia los senadores –los demócratas lo presionaron con firmeza, los republicanos lo trataron con algodones–, Hayden, de 61 años, defendió a capa y espada el programa de escuchas electrónicas; no podía ser de otra forma, porque lo puso en marcha cuando era director de la Agencia Nacional de Seguridad.
“Después del 11-S, era inevitable”, dijo y aseguró que es legal –a pesar de que la ley obliga a pedir mandatos judiciales para las escuchas–, que su objetivo son los terroristas y que no se entra en el contenido de las llamadas intervenidas, sino en el modelo de comunicación que se establece, a la hora de rastrear comportamientos sospechosos. La explicación fue insuficiente para Levin y sus compañeros, pero Hayden no quiso ir más allá en público. Estaba prevista una sesión a puerta cerrada por la tarde; además, el día anterior, y para tratar de suavizar el enfado de los congresistas, que se enteraron por los periódicos de las escuchas secretas, el director de la Agencia Nacional de Seguridad les dio detalles sobre el programa. “Es algo que tenían que haber hecho hace mucho tiempo; el Congreso debería ser un aliado en la guerra contra el terrorismo, no un adversario”, lamentó la republicana Olympia Snowe.
Hayden esquivó como pudo –es decir, que no contestó nada– las preguntas de Dianne Feisntein sobre la práctica de las “rendiciones” (entregas por parte de la CIA de detenidos sospechosos de terrorismo a terceros países) y los detenidos fantasma y prometió más claridad en la sesión a puerta cerrada, aunque respaldó la prohibición de la tortura y aseguró que la CIA cumplirá la ley.
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