La ingobernabilidad de los territorios árabes quedó expuesta de nuevo ayer por una dramática amenaza de referéndum lanzada por su presidente entre los islamistas de Hamas.
Las diarias muertes de policías, la lamentable situación económica y la parálisis del gobierno palestino exigían un golpe sobre la mesa. Lo dio el presidente palestino, Mahmud Abbas, que lanzó un ultimátum a Hamas. Si en diez días los islamistas no aceptan la propuesta de crear un Estado palestino en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este –ocupados por Israel desde 1967–, Abbas convocará a un referéndum sobre esa iniciativa en el plazo de cincuenta días. El meollo de la disputa no reside en la aceptación de ese Estado sino en el reconocimiento implícito de Israel que conlleva herejía para Hamas.
“El referéndum no es una amenaza”, aseguró el presidente en Ramalá al comienzo de una reunión de todos los partidos palestinos, que pretende mitigar el caos creado por los enfrentamientos a balazos –han muerto diez agentes o milicianos en mayo– entre los cuerpos policiales dependientes de cada partido, y pactar el reparto del poder entre el presidente, máximo dirigente de Fatah, y el Ejecutivo, que encabeza Ismail Haniya, de Hamas. Pero sí es una amenaza. Y Hamas, cuyos diputados se pronunciaron ayer en términos ambiguos, recogió el guante. “Dirigirse al pueblo es uno de los principios más importantes de la democracia”, señaló el presidente del Parlamento, el islamista Abdelaziz Duaik.
“Todos los palestinos, desde Hamas hasta los comunistas, estamos de acuerdo en que queremos un Estado palestino en las fronteras de 1967. Esto es lo que hay, no podemos hablar de sueños”, afirmó tajante el mandatario. El obstáculo no es la aceptación por parte del movimiento fundamentalista de ese Estado. La organización islamista ha repetido hasta la saciedad que si Israel se retira de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, detendría durante muchos años la resistencia y los ataques terroristas. El nudo gordiano descansa en el reconocimiento implícito del Estado judío.
El plan que se sometería al referéndum fue fraguado en la prisión de Hadarim y anunciado hace dos semanas por prominentes líderes de Al Fatah –el diputado Maruan Barghuti, que cumple cinco cadenas perpetuas– y de Hamas –el jeque y también parlamentario Abdel Halek Natshe–. El documento exige el retorno de los refugiados palestinos y la excarcelación de todos los presos recluidos en Israel, aspectos que Tel Aviv no aceptaría en modo alguno. Asimismo, Hamas y Jihad Islámica se adherirían a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), reconocida internacionalmente como representante del pueblo palestino. Y, en lo que supondría un nuevo paso adelante por parte de los movimientos islamistas, sus brazos armados se obligarían a limitar sus ataques y atentados a los territorios ocupados por Israel. Los máximos dirigentes de Hamas no han suscrito ese pacto firmado en la prisión, acogido con desdén.
Hamas está tan acorralado como dispuesto a resistir y a afrontar el referéndum. A la presión de Estados Unidos y la Unión Europea –que no aportan las vitales ayudas financieras desde que la administración de Haniya se hizo cargo del gobierno, hace tres meses– se suma la de los países vecinos a los territorios palestinos, especialmente Egipto y Jordania. “Los países árabes –añadió Abbas– aguardan una posición realista para trabajar en armonía y empujar la causa palestina. No pueden hacer nada por nosotros si todo lo rechazamos.” No lo dijo expresamente, pero aludía a la iniciativa de la Liga Arabe adoptada en Beirut en 2002, que aboga por el reconocimiento formal de Israel a cambio de la retirada completa del Estado judío a las fronteras previas a la guerra de 1967. Es precisamente ese reconocimiento de Israel el sapo que los islamistas palestinos aseguran que nunca tragarán.El presidente Hosni Mubarak y el rey Abdalá observan con enorme temor el ascenso en Egipto y Jordania de los Hermanos Musulmanes, matriz del movimiento fundamentalista palestino, y que Hamas cosechara éxitos al frente del gobierno. Y tampoco escasean quienes opinan que el movimiento fundamentalista terminará por ceder. “Tiene dos alternativas. O mantiene su programa político y abandona el gobierno después de algún tiempo, o sigue gobernando renunciando a parte de su programa. Creo que hará esto último”, apunta el analista y escritor Talal Okal.
“La situación se vuelve cada vez más peligrosa. La nación está en peligro. No podemos esperar el resto de nuestras vidas”, aseguró Abbas. Es éste también uno de los enfoques que enfrentan a Fatah con Hamas. Los líderes fundamentalistas y sus partidarios aseguran que su paciencia no tiene límites. Ali Jarbaui, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Birzeit, coincide con numerosos observadores. “No creo que el diálogo (comenzado ayer) dé resultados.”
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