El hijo del sha de Persia vive en Washington y coordina grupos disidentes, tratando de derribar a los ayatolas. Está en contra de una invasión norteamericana, pero quiere dureza en el trato.
› Por José Manuel Calvo *
Reza Ciro Pahlevi decidió entrar a fondo en su lucha contra el régimen de los ayatolas de Irán. En momentos de gran tensión con el régimen por el asunto nuclear, el hijo del sha de Persia y de Farah Diba explica desde su casa en Washington sus planes para aglutinar a la oposición iraní. El heredero del último sha vive en EE.UU. desde 1978, cuando llegó como estudiante meses antes de la revolución del ayatola Khomeini. Su primer exilio fue con la familia, en Marruecos, y luego en Egipto, donde su padre Mohamed Reza murió de cáncer en 1980. La familia real pasó a Estados Unidos, donde Reza se entrenó como piloto militar y se graduó en ciencias políticas. Con 45 años, muy parecido a su padre, autoproclamado como sha a los 21, quiere entrar en política “no para hablar de cuál será mi futuro, sino de cómo liberar a Irán”.
Es una actitud prudente, porque nada indica que el régimen teocrático esté por caer y menos todavía que pueda ser reemplazado por una monarquía inventada por la CIA en 1953. Será por eso que Reza afirma que su modelo es Juan Carlos de España, un rey impecablemente democrático, y su agenda para desgastar a los ayatolas pasa por rechazar una invasión norteamericana y decir que “el cambio en Irán debe basarse en la no violencia y la desobediencia civil”. Desde su casa en las afueras de Washington y sus oficinas en Virginia, Reza coordina grupos de oposición iraníes.
“Estamos frente a un sistema implacable, de una terrible dureza represiva, el papel de los disidentes en Irán es clave y necesitan todo el respaldo posible”, se explica el príncipe. “Hay que hablar con los grupos y coordinar con la comunidad internacional. Con Internet y los satélites, la información llega a todas partes, y es importante que la gente en Irán sepa qué es lo que el mundo dice sobre ellos y qué es lo que pasó en otros lugares. Por ejemplo, la transición en España es muy estimulante. En una crisis nacional como la que tenemos no es cuestión de ser socialista o conservador, republicano o monárquico: se trata de la libertad, de la democracia. Y a eso es a lo que me dedico: a reforzar la unidad para liberar Irán y sustituir la teocracia por una democracia laica.”
Pahlevi cree, obviamente, que en Irán funcionaría mejor una monarquía que una república, pero insiste en que no va a hablar ahora de una eventual restauración: “Ese es el debate que habrá cuando se forme la asamblea constitucional. Yo sé lo que podría hacer por mi país, y me sentiría muy honrado de desempeñar ese papel en caso de que ésa sea la decisión de mis compatriotas. Pero lo primero y más importante es concentrarnos todos en la idea de cómo podemos liberar Irán. Y cuando digo todos me refiero a iraníes de todas las ideologías y credos. Tengo muy buenas relaciones con los partidarios de la república; lo que hay que ver es cómo trabajamos juntos”.
El príncipe está abiertamente en contra de la idea de invadir Irán. “En primer lugar, todo iraní, yo incluido, es un nacionalista que reaccionaría inmediatamente contra cualquier intervención extranjera”, explica. Pahlevi asegura mantener contactos con militares iraníes y comparte con ellos su negativa a una intervención: “Me han dicho que están a favor del cambio; pero si Irán fuera amenazado, estas fuerzas se verían neutralizadas, todo el mundo tendría que defender el país. Y el régimen lo utilizaría para ponerse al frente de la oleada nacionalista. Le apuesto a que Ahmadinejad está rezando para que ocurra algo así”.
En segundo lugar, continúa Pahlevi, una intervención militar no sería eficaz: “Los objetivos potenciales –las instalaciones nucleares– están diseminados por todas partes y son numerosos. En muchas ocasiones son centros incrustados en medio de la población civil. No hay garantías de que este ataque eliminara el programa nuclear. En el mejor de los casos, lo retrasaría dos o tres años, pero en la carrera contra reloj por la democracia habría un retroceso mucho mayor”.
¿Qué hacer, entonces? “El mejor instrumento que el mundo tiene contra este régimen no es otro que el pueblo iraní. Le puedo garantizar, sin ninguna duda, que lo que más le asusta al régimen es la gente en la calle. A este régimen sólo lo derribará la gente. Contando con que tengan el respaldo internacional.” Que el mundo invierta en los iraníes, reclama Pahlevi: “Un apoyo a los principios y un respaldo moral. Por ejemplo, si el Parlamento Europeo condenara la violación de los derechos humanos en Irán demostraría que el mundo no va a permitir que pasen estas cosas sin consecuencias, que penalizan al régimen. Eso es muy importante para cualquiera que esté intentando luchar en Irán. Hay presos políticos, periodistas en la cárcel, hay muchos casos de violación de derechos... Que estas personas entiendan que sus sacrificios no son en vano, que el mundo se da cuenta de sus esfuerzos, es muy importante”.
En cuanto a la escalada nuclear, Reza Pahlevi es tan contrario a la opción militar como a la negociación: “El error más grande en la percepción que tiene Occidente de Irán descansa en la hipótesis de que el régimen trata de resolver una crisis, y que la negociación podría ayudar. La naturaleza de este régimen es como la de cualquier sistema totalitario: no puede sobrevivir sin enfrentamientos. La estabilidad es su peor veneno. Haberse negado durante tanto tiempo a lidiar con el radicalismo y el terrorismo debido a los intereses económicos llevó el problema fuera de Medio Oriente, a los países occidentales, y ahí están los atentados”.
El “régimen” –la denominación preferida de Reza Pahlevi– no quiere compromisos sobre su programa nuclear: “Para ellos es blanco o negro. Puede jugar con tácticas dilatorias; lo han hecho, con éxito, durante muchos años, pero lo hacen sólo para ganar tiempo”.
* De El País Semanal. Especial para Página/12.
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