El candidato a la presidencia de Perú ha hecho campaña en base a críticas al mandatario venezolano y todo tipo de ataques –recíprocos– a su rival, Ollanta Humala. García dijo a Página/12 que se identifica con “la izquierda de Brasil y Chile”.
› Por Carlos Noriega
Desde Lima
“Si pierdo me pondré al servicio del gobierno de Humala en el puesto que él disponga”, aseguró ayer Alan García. El sorpresivo ofrecimiento de colaboración con su rival hecho por el candidato socialdemócrata pareció abrir una tregua en la guerra sucia que ha caracterizado la campaña por el ballottage. Pero el aparente alto el fuego duró poco. Ollanta Humala le respondería que en su gobierno él no acogería “a un ladrón y a un corrupto”, en clara alusión a los cargos de corrupción que pesan sobre la gestión de García cuando fue presidente entre 1985 y 1990. Pero el ex comandante no cerró del todo la posibilidad de convocar a su contendiente, si resulta el ganador de las elecciones de este domingo: “Si él demuestra que es una persona honrada yo creo que es posible tomarlo en cuenta”, precisó. García también aseguró que en caso de que él sea el ganador de las elecciones convocaría a dialogar a Humala “para ver cómo podemos colaborar juntos”, pero cuando le preguntaron si le daría un cargo en su gobierno, García prefirió evadir la respuesta: “No saltemos a conclusiones”, dijo.
García, convencido de que su confrontación con Chávez lo ayuda electoralmente, ayer se volvió a despachar ampliamente en sus críticas al presidente. Aseguró que el venezolano “tiene una estrategia para dominar Bolivia, Perú a través de Humala y Ecuador a través de Lucio Gutiérrez, y así cercar a Colombia, que es su objetivo estratégico”. García también habló de otras cosas. Aseguró que los peruanos están “en la antesala de gritar que se vayan todos” y que para evitarlo él se propone “dinamitar el sistema político desde adentro, terminando con los privilegios excesivos y bajando los sueldos de los funcionarios públicos para que la gente vea que si hay dificultades no hay privilegiados”. Amenazó con cerrar el Congreso –en el cual el partido aprista tendrá solamente 36 de las 120 bancas– si los congresistas se negaban a bajarse los sueldos y a implementar los cambios políticos que asegura propondrá “para reducir privilegios”. “Si la clase política no actúa el pueblo gritará que se vayan todos, pero yo me encargaré de que no griten que se vaya Alan García, porque dejaré muy claro desde el primer día que yo sí quiero el cambio”, señaló.
–¿Cómo se ubica su candidatura en el giro a la izquierda que se viene dando en la región y cuáles son los gobiernos con los que se siente más cercano? –le preguntó Página/12 en rueda de prensa.
–Hay un error cuando se dice que existen dos izquierdas en América latina. Lo que hay es una tentación totalitaria que viene desde Venezuela y una izquierda democrática que viene desde Brasil y Chile. Nos identificamos con el esfuerzo del presidente Lula y con la presidenta Bachelet. La izquierda moderna es abierta y aprovecha el mercado, busca atraer las inversiones para crear empleo y mejorar los salarios. China es un ejemplo extraordinario de eso. Venezuela puede darse el lujo aparente de desafiar y rechazar, porque tiene 70 mil millones de dólares, pero aplicar ese modelo a países más pobres, como Bolivia o Perú, lo único que puede generar es el suicidio de esos países.
–¿Incluiría al gobierno de Kirchner dentro de esos regímenes de izquierda democrática en la región?
–No voy a opinar del señor Kirchner sino hasta después de las elecciones.
Kirchner no ha cometido el pecado de la intromisión de Chávez, por lo que tendremos relaciones cordiales con el gobierno argentino.
El puente que parecía comenzar a tenderse entre los dos candidatos que durante esta campaña se han lanzado todo tipo de ataques quedó completamente dinamitado luego de que Humala acusó al partido aprista de haber pretendido organizar un golpe de estado contra el gobierno de Alejandro Toledo. El ex comandante aseguró que Armando Villanueva, líder histórico del aprismo, le había ofrecido apoyarlo si se levantaba para derrocar a Toledo. El ofrecimiento se produjo, según Humala, cuando éste se desempeñaba como agregado militar en Francia en 2003 y el gobierno de Toledo atravesaba una grave crisis política por las denuncias de que su partido habría falsificado firmas para poder inscribir su candidatura a la presidencia. Villanueva negó la acusación y calificó a Humala de “mentiroso”, “oportunista” y “cobarde”. Humala y Villanueva mantenían, hasta ayer, una vieja relación amical; incluso el líder aprista recibió en su casa a Humala, durante los duros días de esta campaña electoral. Hace sólo unos días el candidato nacionalista había elogiado con entusiasmo a Villanueva, a quien ahora acusa de golpista.
Mientras en la noche de ayer Humala realizaba un mitin en la periferia pobre de Lima, previo a su cierre de campaña, esta noche en el Cuzco, uno de sus principales bastiones electorales, el partido aprista se preparaba para su cierre de campaña en Lima, en el mismo lugar donde García culminó su campaña de la primera vuelta.
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