México vivirá unos comicios reñidos el próximo domingo. Los intentos de provocar alarma en el mundo financiero ante un triunfo del centroizquierda no agitan gran preocupación en Washington.
› Por David Brooks *
Desde Nueva York
Gane quien gane la elección presidencial en México, no habrá riesgo de giro inesperado en el ámbito político o económico que sea preocupante para Washington o Wall Street, dada la profunda e “institucionalizada” relación con Estados Unidos. A una semana de las elecciones, el asunto no se ha manifestado públicamente en la cúpula política estadounidense. Más allá del tema migratorio, en el Congreso no ha aparecido la dinámica comicial mexicana. En la Casa Blanca y otros sectores del Ejecutivo, la contienda política en el país vecino aún no figura como tema sobre el cual haya pronunciamientos públicos.
Pero sí ha sido tema entre los profesionales dedicados al análisis y el asesoramiento de la cúpula política. Durante los últimos meses se han llevado a cabo foros, y en los principales think tanks de Nueva York y Washington, centros como Council on Foreign Relations, Council of the Americas, Center for Strategic and International Studies, Woodrow Wilson Center y Diálogo Interamericano han hecho documentos en los que concluyen que el ganador enfrentará desafíos históricos para consolidar los avances políticos y recuperar la vitalidad económica de México.
Todo indica que aquí nadie está muy preocupado, lo que en parte puede explicarse por lo expresado el pasado lunes en el editorial de The New York Times de que todo parece estar “normal”, y de que no hay “amenaza” a los intereses estadounidenses. Obviamente, hay favoritos: los sectores privado y financiero prefieren la “continuidad”, y eso es lo que representa la candidatura de Felipe Calderón (PAN). Algunos think tanks consideran que es necesario lograr lo que el gobierno de Vicente Fox dejó pendiente: las reformas del sector energético y fiscal. Otros se preocupan por el “populismo” que representa López Obrador (PRD, en empate técnico con Calderón) y si eso implicaría algunos cambios en rubros económicos de interés, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) y las posibilidades de apertura del sector energético.
“Sospecho que el gobierno de Bush prefiere a Calderón”, dijo Michael Shifter, de Diálogo Interamericano, en entrevista con Los Angeles Times. Pero otros analistas, incluyendo conservadores, señalan que el triunfo de López Obrador no incomodará a Washington. “Podría haber cambios de estilo y algún giro de dirección, pero en términos macroeconómicos no creo que se vean grandes modificaciones en la orientación económica general de México”, opinó Peter DeShazo, ex diplomático estadounidense y director del Programa de las Américas, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, también en entrevista con Los Angeles Times.
Los expertos parecen coincidir en que tampoco hay por qué preocuparse ya que, tanto en el ámbito político como en el financiero, el hecho de que México sea tan profundamente dependiente de Estados Unidos hace “casi imposible” un cambio radical o alarmante en la relación, gane quien gane.
Hoy, el Council on Foreign Relations –el centro privado más influyente y de mayor prestigio en asuntos de política exterior– difundió un análisis sobre la coyuntura electoral mexicana y sus implicaciones para Estados Unidos. Explica: “México entiende que su futuro está inevitablemente entrelazado con su vecino del Norte, ya que de ahí obtiene dos tercios de sus flujos de capital y virtualmente todo de los 20 o 25 mil millones de dólares en remesas de migrantes. Además de que envía a este país casi el 90 por ciento de sus exportaciones y más del 80 por ciento de los turistas que lo visitan es estadounidense. De hecho, detrás del escenario la relación es cada vez más institucionalizada y estable, sin importar quién ocupa las presidencias de ambos países”. En parte, por el Nafta (por sus siglas en inglés), la participación en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y por la cooperación bilateral establecida en los rubros de asuntos de seguridad pública. Concluye que “aparte de quién ocupe la presidencia el 1º de diciembre de 2006, es poco probable que México abrace la izquierda radical de América latina, debido a que en casa hay poco apoyopara tal política y claro entendimiento de que será de poca ventaja práctica, especialmente por el daño que causaría a la importante relación con Estados Unidos”.
Estos comentarios confirman la crítica de Noam Chomsky sobre uno de los objetivos fundamentales del Nafta. Hace casi 10 años, Chomsky señalaba que había preocupación en algunos sectores de la cúpula estadounidense de que la “apertura democrática” en México resultara en un gobierno que desafiara a Washington. “El TLC fue considerado un instrumento efectivo para disminuir esa amenaza”, escribió en 1997. El “objetivo real del Nafta fue poner candado a las reformas que lo habían convertido en un milagro económico, en el sentido técnico del término: un ‘milagro’ para los inversionistas estadounidenses y los ricos mexicanos, mientras que la población se hundió en la miseria”.
Aunque la preocupación –a veces implícita y otras explícita– del enfoque de los analistas políticos en la elección de México es evaluar el “avance” de la democracia, igual que los medios, las repercusiones de un triunfo de López Obrador es lo que genera mayor atención. En particular, si implica un nuevo triunfo de la “izquierda latinoamericana” y si eso significa un rechazo al llamado “consenso de Washington”.
Pero por los candados y la dependencia de Estados Unidos, los intentos de provocar alarma por la posibilidad de un triunfo de un “izquierdista en la frontera” no han logrado registrar gran preocupación. Washington ha reiterado que trabajará de manera “cooperativa” con el triunfador, y espera que esto sea recíproco... gane quien gane.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
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