El presidente electo del Perú designó como ministro de Economía a Luis Carranza, un ex funcionario del FMI.
› Por Carlos Noriega
Desde Lima
En su primer gobierno, entre 1985 y 1990, Alan García se enfrentó al sistema financiero internacional, limitó el pago de la deuda externa, intentó estatizar la banca, todo en el marco de una política económica heterodoxa, que tuvo entre sus principales arquitectos al argentino Daniel Carboneto. Intentó hacer un gobierno reformista, pero la experiencia terminó en un desastre. La enorme corrupción que rodeó su gestión tuvo mucho que ver con ese fracaso. Ahora, a cinco días de asumir por segunda vez la presidencia del Perú, el reformista de ayer, el otrora enemigo de los organismos financieros, parece haber terminado su ciclo de reconversión y se prepara a comenzar una gestión gubernamental que se anuncia muy cercana a los planteamientos de esos mismos organismos financieros con los que ayer se peleaba. Y bastante lejana de mucho de lo que durante la campaña electoral les prometió a los sectores pobres de las ciudades y a los campesinos para ganarse su voto.
Desde su elección, García ha ido, semana a semana, consolidando su giro a la derecha. La designación de su futuro ministro de Economía ha sido el toque final que faltaba para despejar cualquier duda que alguien todavía pudiera tener sobre la derechización de García. El economista Luis Carranza, considerado un halcón del neoliberalismo y estrechamente ligado a los organismos financieros, será el futuro ministro de Economía. Su designación desató la algarabía entre los grandes empresarios, los políticos y medios de derecha, y las felicitaciones de los organismos financieros. Del otro lado, los dirigentes sindicales expresaron su rechazo al nombramiento y le exigieron a García que cumpla sus promesas, entre ellas la de restablecer los derechos laborales que el régimen de Alberto Fujimori (1990-2000) liquidó.
Carranza fue viceministro de Economía en el actual gobierno de Alejandro Toledo y desde ese cargo ejerció una inflexible ortodoxia monetarista para mantener las cifras macroeconómicas en azul, aunque el desempleo y la pobreza se mantuvieran en rojo encendido. Este neoliberal inflexible renunció al cargo porque se enfrentó al ministro de Economía, el también muy neoliberal Pedro Pablo Kuzcynski, a quien acusó de haber autorizado lo que él consideraba un excesivo gasto social. Al momento de su designación como ministro, Carranza trabajaba en Madrid como economista jefe para América latina y mercados emergentes del Banco Bilbao Vizcaya Argentarian (BBVA). Anteriormente ha sido funcionario del Fondo Monetario Internacional (FMI).
“El nombramiento de Carranza representa el nexo entre el gobierno de García y los grandes grupos de poder económico, tanto locales como extranjeros”, le señaló a Página/12 el economista Humberto Campodónico, catedrático de la Universidad de San Marcos. “Carranza es el continuismo con la política económica neoliberal de Toledo; él solamente se va a preocupar de mantener el equilibrio macroeconómico”, asegura, por su parte, Jurgen Schuldt, catedrático de economía de la Universidad del Pacífico. Los empresarios tienen una visión muy diferente. “Es un técnico reconocido que representa la estabilidad que estamos buscando; su nombramiento tranquilizará a los organismos financieros”, asegura José Miguel Morales, presidente de la Confederación de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep).
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