La supuesta conferencia de paz de Medio Oriente terminó en nada: EE.UU, con el apoyo de Gran Bretaña, Canadá y Alemania, frenó el pedido de un alto el fuego inmediato impulsado por el resto del mundo.
› Por Peru Egurbide *
Desde Roma
Condoleezza Rice volvió a ser inflexible. Llamamientos firmes como los del secretario general de la ONU, Kofi Annan, del ministro francés de Exteriores, Philippe Douste-Blazy, o del español, Miguel Angel Moratinos, para que la Conferencia de Roma forzara ayer un cese inmediato de las hostilidades en el Líbano se estrellaron contra la posición de la secretaria de Estado de Estados Unidos: no debe haber alto el fuego si no es duradero. “Queríamos un alto el fuego inmediato. Hemos dado algunos pasos, pero queda mucho por hacer. Cuanto más tarde en llegar el alto el fuego, habrá más muertos y más destrucción”, dijo el primer ministro libanés, Fuad Siniora, mostrando su decepción.
Kofi Annan, que como los otros dirigentes citados reclamó una tregua inmediata temporaria por motivos humanitarios, ofreció una salida para que la reunión superase la división sobre este asunto prioritario. “Pido, por tanto, a esta conferencia que solicite al Consejo de Seguridad que pida un cese inmediato de las hostilidades”, dijo Annan. “Exhorto a Hezbolá a que ponga fin a sus ataques deliberados contra centros civiles israelitas. Y exhorto a Israel a que cese los bombardeos, los bloqueos y las operaciones por tierra”, había clamado antes el secretario de la ONU.
Pero ni siquiera la propuesta de traspaso de la responsabilidad al órgano ejecutivo de Naciones Unidas logró abrirse camino hasta el lacónico comunicado que dio cuenta de los resultados de la cumbre. En su lugar, el texto recoge que “los participantes en la Conferencia de Roma expresaron su determinación de trabajar inmediatamente para alcanzar con la máxima urgencia un alto el fuego que ponga fin a la violencia actual y a las hostilidades. El alto el fuego debe ser duradero, permanente y sostenible”. Canadá, Reino Unido y Alemania mantuvieron su alineación previa con Washington en este asunto, aunque presionaron a favor de la fórmula de consenso. El resto de los países participantes, europeos y árabes, que con la incorporación de Grecia y Chipre fueron 15, se decantó por el alto el fuego inmediato.
Sobre el segundo gran tema de la agenda, el despliegue de una fuerza internacional que ayude al ejército del Líbano a “garantizar un marco seguro”, la cumbre se limitó a afirmar que dicha fuerza “debería ser autorizada urgentemente bajo un mandato de la ONU”. El ministro francés había coincidido dentro de la sala con la posición estadounidense de que no proceda ningún despliegue provisional, como el que Annan defendió expresamente. Para Douste-Blazy, la fuerza no debe ser constituida mientras no se cierre el acuerdo político que encauce su funcionamiento. En cuanto al calendario previsible del desarrollo de la fuerza y el alto el fuego, nadie fue capaz de dar previsiones. Annan habló vagamente de “días o semanas”.
La declaración de la cumbre pide la “máxima contención” a Israel y no menciona a Hezbolá, ni siquiera para condenar sus acciones. También se refiere a la soberanía y seguridad del Líbano, según la garantizan diversas resoluciones internacionales, y a que el arreglo duradero tiene que ser global, para toda la región, con una alusión velada a otros actores.
Condoleezza Rice se refirió dos veces a que Irán y sobre todo Siria deben “asumir sus responsabilidades”, como mentores o protectores de Hezbolá, lo que no implica que admita a los sirios como interlocutores. “No se trata de hablar con ellos, sino de si están dispuestos a hacer lo que deben”, dijo. La cumbre se comprometió, finalmente, a apoyar la reconstrucción del Líbano y a convocar pronto una conferencia de donantes.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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