Dom 06.08.2006

EL MUNDO  › ESCENARIO

Condena geopolítica

› Por Santiago O'donnell

Apuntes varios a cinco días del traspaso del poder en Cuba:

Primero, no hay información pública, ni independiente ni oficial, ni adentro ni afuera de la isla que permita conocer el verdadero estado de salud de Fidel Castro. Pero ni siquiera la medicina cubana puede mantener vivo a un hombre para siempre. Esta es la transición, por mucho que la palabra pueda molestar en este momento tan sensible. Como hemos visto hasta ahora, y de no mediar ningún cambio inesperado, Castro algún día será reemplazado por un cuerpo colegiado del Partido Comunista Cubano de seis hombres elegidos por él, todos líderes respetados, ninguna sorpresa ahí, y representativos de los distintos sectores de la sociedad, es decir las distintas generaciones de la revolución. Raúl Castro, el otro líder histórico, impondrá el peso de su apellido y sus 40 años al mando del ejército más disciplinado que se conozca, al menos de este lado del río Grande, para garantizar el proceso. Si todo sale bien, de esa transición saldrá el nuevo líder. Más allá de si se trata de un ensayo porque Fidel volverá pronto a ocupar el mando, como sugiere el Washington Post, o si se trata de la transición verdadera porque Fidel no volverá o volverá disminuido, lo cierto es que es éste el modelo elegido y habrá que estar muy atentos a lo que pase en los próximos días.

Segundo, Estados Unidos va a invadir Cuba con todos los elementos no violentos que tenga a su alcance. Descartada de plano la opción bélica por el vocero Tony Show –y es entendible, ya que Irak es un Vietnam y costó salir de Afganistán y el Líbano está a la vuelta de la esquina–, quedan la invasión mediática, la invasión diplomática, la invasión cultural, la invasión política y la invasión financiera. Empezó con los discursos irónicos y agresivos de Bush y Rice, con frases deliberadamente irritantes para el gobierno cubano, como cuando Bush dijo que “tomaremos nota de aquellos que dentro del gobierno obstruyan el camino hacia la democracia”. Seguirá con el incesante bombardeo de Radio Martí y crecerá en la medida en que se mantengan el silencio y el cerrojo informativo en la isla, ante la cada vez mayor expectativa mundial. La relación entre Cuba y Estados Unidos tardará en mejorar porque la isla sufre una condena geopolítica por ser vecina del estado de Florida. Casualmente, por el sistema de colegio electoral que utiliza Estados Unidos, los votos en Florida son imprescindibles, al punto de decidir las dos últimas elecciones presidenciales. Y en Florida es imposible ganar una elección sin el apoyo del millón y medio de cubano-americanos que vive allí. Por eso los cubanos de Florida representan uno de los grupos de lobby político más importantes del país norteamericano. Allí, las próximas elecciones nacionales, en este caso legislativas, se realizarán en noviembre. Durante la campaña, Bush no dudará en utilizar la enfermedad de Castro para adjudicarse un rol estelar en la supuesta transición democrática en Cuba. La mitad de Estados Unidos creerá que es otra buena razón para votarlo.

Tercero, Hugo Chávez llenará una parte del vacío mediático, México se mantendrá al margen de los sucesos y Europa también se abstendrá de intervenir. No parece casual que la primera noticia sobre la salud de Castro después de su operación haya salido de un portavoz del gobierno venezolano. El hiperactivo presidente venezolano se pasea por las capitales de los ejes del mal, irritando a Estados Unidos como el Castro de sus mejores épocas, antes que su salud limitara su movilidad. También es responsable por el acento que Castro puso en la agenda energética de su país en los últimos años y por el desahogo que trajo a Cuba la aparición de Venezuela, como reemplazante de la vieja Unión Soviética, en el rol de abastecedor de combustible subsidiado. Por todo eso Chávez ya se ganó una advertencia de los Estados Unidos, para que no interfiera con la transición Cubana. Nadie más se hizo merecedor de semejante deferencia. México, por ejemplo, apenas se da por enterado de los cambios en la isla. País que durante muchos años fue el puente de Cuba para romper el bloqueo norteamericano, en los últimos años las relaciones se enfriaron y Castro prefirió otros interlocutores. México vive en estos días su crisis de gobernabilidad más importante desde la insurgencia de Pancho Villa. Tras el empate de las últimas elecciones que desnudó la fragilidad de sus instituciones, tiene campamentos de manifestantes instalados en las calles del Distrito Federal y la capital del estado de Oaxaca. La tensión política crece día a día. “Parece increíble, pero México está tan metido en su propio laberinto que no ve lo que sucede en su cuarta frontera”, dijo una analista internacional de ese país. “Si algo sucede en Cuba y se produce una ola migratoria, México será el país más afectado”, apuntó. La Unión Europea mantiene una larga relación con la isla y un programa de ayuda humanitaria, pero en los últimos años las relaciones se enfriaron a partir de las sanciones diplomáticas que los europeos le aplicaron al régimen cubano. Además, en el contexto de la alianza occidental, Europa le reconoce a Estados Unidos la hegemonía en la región y por lo tanto ha evitado pronunciarse como bloque sobre la situación en cuba después del traspaso, cosa que La Habana agradece.

Cuarto, nunca es fácil la transición entre el líder carismático revolucionario y su sucesor, mucho menos después de un mandato de 40 años. El resultado es impredecible. Stalin, el sucesor de Lenin, cerró el sistema y apeló al comunismo más ortodoxo; Deng, el sucesor de Mao, abrió la economía sin perder la cohesión partidaria. En los tiempos que corren el modelo de Deng parece más exitoso, pero no será fácil trasladarlo a una isla limitada por un monocultivo de poco valor, algo de turismo y las demandas de una población educada y saludable que puede mirar más allá de sus necesidades básicas. Por ahora la isla se mantiene en estado de alerta, con milicias movilizadas. Sigue el bloqueo de Estados Unidos y las restricciones para entrar y salir de territorio cubano. Pero sin Fidel en el medio se acaban las excusas.

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