EL MUNDO
› OPINION
La línea de puntos
› Por Claudio Uriarte
En el caso de los fallos de seguridad que posibilitaron los atentados del 11 de setiembre, los expertos llegaron a la conclusión de que el problema fue que no se completó la línea de puntos: los elementos para sospechar que se estaba preparando algo estaban allí y sólo faltó la imaginación estratégica que los reconstruyera en un todo coherente. Algo así puede estar pasando en América latina, con la misma red Al-Qaida que atacó EE.UU. y con la misma administración Bush que falló en prevenir los atentados de Al-Qaida. Porque Al-Qaida encontró su base en lo que Washington llamó “Estados fallidos”, donde el poder central y la ley habían cesado de funcionar –Afganistán, Somalía, hasta cierto punto Filipinas– y eso es lo que está pasando cada vez más en esta región, donde es imposible que el fundamentalismo islámico deje de intentar cierto grado de infiltración oportunista.
El ejemplo más fuerte es Colombia, que comparte fronteras críticas con Brasil, Venezuela, Panamá, Ecuador y Perú, y donde las FARC están tratando de terminar de vaciar la autoridad del Estado por medio de una amenaza múltiple a los alcaldes. Alvaro Uribe, electo arrasadoramente como presidente en una campaña signada por sus consignas de línea dura contra la guerrilla, advirtió ayer que la crisis de su país tiene potencial de desestabilizar a toda América del Sur. Más que una falsa alarma para conseguir ayuda militar, esta declaración parece una subrepresentación de la verdad. América del Sur ya está desestabilizada, tanto por el contagio argentino como por la indiferencia económica y la desatención política de la administración Bush. En Bolivia, Evo Morales, un campesino cocalero y líder de cortes de rutas, galardonado con algo que se llama el “Premio Khadafy a los derechos humanos” está cerca del segundo puesto en las elecciones. En Venezuela, crecen la polarización y el aprovisionamiento de armas por los sectores opuestos, mientras Hugo Chávez –un aliado de Saddam Hussein– se desliza en la inestabilidad. En Brasil, mientras se suceden los golpes de mercado contra un candidato que todavía no ganó las elecciones –Luiz Inácio Lula da Silva– el movimiento sin tierra desafía el control de los espacios físicos por los terratenientes. Y en Paraguay, ya se sabe, está Ciudad del Este, nudo de mafia, narcotráfico y terrorismo árabe. Sería ingenuo pensar que Al-Qaida u otro grupo serán incapaces de trazar la línea de puntos, sobre todo cuando les puede permitir construir una base de contraataque desde la retaguardia estratégica de EE.UU.