EL MUNDO
› CUALES SON LOS CANDIDATOS PARA EL NUEVO LIDERAZGO PALESTINO
Agazapados contra Yasser Arafat
Marwán Barghuti y Mohammed Dahlán suenan como los reemplazantes de Arafat en la eventual elección del 2003.
La popularidad del líder palestino, y de los movimientos integristas, es muy baja.
Por Ferrán Sales *
Desde Jerusalén
¿Se acerca el momento del relevo en la Autoridad Palestina? La ofensiva lanzada la semana pasada por el presidente norteamericano George W. Bush contra el liderazgo de Yasser Arafat coincide con la embestida de la joven guardia, formada en las trincheras de la Intifada, que espera impaciente la convocatoria de las elecciones para tomar el poder. La revolución generacional está en marcha, aseguran los expertos, mientras el presidente palestino se niega a dejar su puesto y se dispone, a los 73 años, a dar su última batalla por la supervivencia política con la ayuda agonizante de sus viejos colaboradores que vinieron con él del dorado exilio de Túnez.
Nunca el índice de popularidad de Arafat había caído tan bajo. Desde que se inició la Intifada, en setiembre de 2000, la calle palestina no ha dejado de criticar al anciano líder de la OLP, al que acusa de adoptar una posición ambigua, negándose a liderar la revuelta y a establecer una estrategia clara. Así se desprende de una reciente encuesta efectuada por el profesor de ciencias políticas Jalil Shikaki, formado en universidades estadounidenses y que dirige desde Ramalá el Palestinian Center for Policy and Survey Research. Sólo un 35 por ciento de los palestinos está con Arafat. Este dato confirma una tendencia a la baja en la popularidad del presidente, que se inició cuando estalló la Intifada de las mezquitas y gozaba aún del apoyo de un 46 por ciento de la población. Muy lejos quedan los días de euforia nacionalista, en 1996, cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo, el proceso de autonomía en los territorios empezó a ponerse en marcha y el líder de la OLP tenía detrás el entusiasmo del 76 por ciento de la población, según datos del estudio de Shikaki.
La caída de popularidad de Arafat se ha acelerado en los últimos meses como consecuencia de la forma en que la AP ha resuelto algunos de los conflictos con el ejército de Israel. El 58 por ciento de la población no aceptó el desenlace del asedio de la basílica de la Natividad en Belén, que ha supuesto la expulsión de 13 activistas a países europeos. Un 49 por ciento critica también con igual acritud el pacto israelo-palestino por el que se levantó el asedio de la Mukata de Ramalá, donde se encontraba encerrado el presidente, a cambio del encarcelamiento en Jericó de los dirigentes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) por el asesinato del ministro de Turismo israelí, Rehavam Zeevi, en octubre.
Pero esto no es todo: según el profesor Shikaki, hay además en la calle “una gran decepción por la corrupción que se percibe en las instituciones de la ANP y la situación de la democracia” en los territorios. El 83 por ciento opina que sus instituciones están corruptas y sólo un 21 por ciento cree que en los territorios autónomos se puede hablar de democracia. Las conclusiones son claras: el 91 por ciento de la población pide un cambio radical en la Administración, el 83 por ciento reclama elecciones y el 95 por ciento el cese de los ministros acusados de corrupción.
La caída de Arafat está estrechamente vinculada con el desprestigio de la vieja guardia, a la cabeza de la cual se encuentra el presidente del Consejo Legislativo, Abú Alá, y el segundo de la OLP, Abú Mazen, los delfines del presidente, que serían los encargados de sucederlo interinamente. Las mansiones que ambos líderes se han hecho construir en Cisjordania y Gaza son, en opinión de la calle palestina, los síntomas visibles de su corrupción. Y el pueblo palestino no perdona.
La caída de esa vieja guardia está facilitando el ascenso de una nueva: jóvenes dirigentes locales, de apenas 40 años, la mayoría de ellos formados en la primera Intifada y cuya popularidad se ha visto afianzada en la segunda revuelta. Para alcanzar el poder sólo les falta la legitimidad de las urnas. A la cabeza se destaca un nombre, Marwán Barghuti, cuya popularidad no ha dejado de crecer, hasta convertirse en un líder carismático, el más querido después de Arafat, por encima del jeque islamista Ahmed Yassin o del crítico Haidar Abdul Shafi. El fenómeno Barghuti, de 40 años, profesor de literatura árabe de la Universidad de Bir Zeit, miembro del Parlamento palestino, jefe de Al Fatah en Cisjordania y comandante de la milicia popular de los Tanzim, inquieta profundamente a Arafat, que desde la mesa de su despacho trata aún de controlarlo absolutamente todo. Esta inquietud es similar a la que el presidente siente con respecto a otro líder de la nueva guardia, Mohamed Dahlán, de 40 años, ex jefe de la Seguridad Preventiva de Gaza, ex miembro del equipo negociador palestino en las conversaciones de paz. Arafat acusó a Dahlán de complotar contra él con la ayuda de Estados Unidos. Se asegura que en el transcurso de este incidente Arafat apuntó con su pistola a la cabeza del joven líder palestino.
Arafat ha conseguido por ahora neutralizar a Barghuti gracias a la ayuda inesperada de los israelíes, que hace dos meses lo detuvieron y lo mantienen incomunicado. Pero la ascensión de Dahlán parece imparable, sobre todo después de que dimitiera hace tres semanas de todos sus cargos policiales y emprendiera en solitario una misteriosa carrera política, al parecer, bajo la tutela de Estados Unidos. Aseguran que es uno de los pocos líderes palestinos que se ha entrevistado con George Bush, quien desde su llegada a la Casa Blanca se ha negado a recibir a Arafat.
Los islamistas han optado por el silencio. En medio de este complicado panorama, el perfil político de los movimientos islamistas se mantiene bajo, como si trataran de pasar desapercibidos en esta coyuntura. Están tres puntos por debajo de Al Fatah. Los fundamentalistas cuentan con un apoyo significativo entre la población, repartido entre un 16 por ciento para Hamas, un cinco por ciento para los independientes y un 15 por ciento para Jihad Islámica. Las organizaciones integristas, que cuentan con fuerte implantación en Gaza, pasan por un momento crítico por sus ataques terroristas indiscriminados contra la población civil israelí. El 48 por ciento de la población no apoya los ataques contra la población civil de Israel, aunque respaldan en un 92 por ciento las agresiones a los soldados y en un 89 por ciento a los colonos.
En cualquier caso, éste no es el momento propicio para los islamistas, que ya han anunciado que no participarán en las elecciones legislativas, como en 1996. Pero nadie duda de que volcarán toda su presión en las elecciones municipales, previstas para marzo del 2003. Su objetivo es claro: controlar los ayuntamientos desde la calle, donde se encuentran enraizados, y donde sus líderes no tienen rival.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.