EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
El desafío es gobernar. Construir coaliciones amplias sin traicionar el mandato. En eso anda América latina, dice Carlos “Chacho” Alvarez, presidente de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur, que sigue recibiendo en sus bares preferidos.
Recorremos los últimos temblores que sacuden la región: el embate autonomista en Bolivia, el terremoto mexicano, el dilema uruguayo, la nueva protesta social en Chile, la pelea entre Hugo Chávez y Alan García. Alvarez no presagia ningún terremoto.
“Estamos ante un escenario complejo por la gran oportunidad histórica que tenemos. Nadie hubiera pensado hace 10-15 años que Lula, Kirchner, Bachelet, Chávez y Vázquez, todos líderes de centroizquierda o del nacionalismo popular, estarían al frente de sus gobiernos. El problema es que las demandas nacionalistas, que fueron ignoradas en los ’80 y los ’90, hoy aparecen con mucha fuerza y a veces entran en colisión con la agenda estratégica de la integración regional, que es un proceso a mediano plazo.”
¿Por ejemplo? Para Alvarez, en esta línea se inscriben el conflicto de las papeleras entre Argentina y Uruguay, el enfrentamiento personal entre los presidentes de Venezuela y Perú, y las peleas por el precio del gas entre Argentina, Chile, Bolivia y Brasil.
“Lula tuvo mucho talento para manejar el tema del gas: la derecha quería que invadiera Bolivia”, dice Alvarez. Según él, Lula marca un camino posible para contener las demandas sociales sin perder capacidad de mando. “Optó por la ortodoxia económica, pero hizo crecer al país y aplicó políticas sociales distributivas.”
Le pregunto por los casos de corrupción en el PT (el partido de Lula), si terminarán destruyendo el sistema de partidos en Brasil. Ese sistema no existe, contesta. “El PT es el único partido político que existe en Brasil, con bases, articulación nacional y un eje programático. Las demás son alianzas electorales formadas alrededor de líderes regionales, un poco como es el peronismo hoy, que puede pasar de un gobierno como el de Menem a otro muy distinto como el de Kirchner sin mayores problemas.”
Al igual que Lula, Evo Morales surgió del movimiento sindical. Alvarez cree que Morales deberá utilizar su muñeca de gremialista, esto es, su experiencia para saber cuándo pactar y cuándo confrontar, para lidiar con la rebelión de las regiones autonomistas.
“En Bolivia está pendiente la tarea de la refundación de la nación, que fue la propuesta electoral con que Evo Morales consiguió un triunfo apabullante. El dilema es cómo se refunda la relación entre el Estado y la sociedad, con un país con una mayoría indígena sojuzgada desde hace varios siglos, pero también con una población blanca que maneja gobernaciones que concentran el 50 por ciento del PBI boliviano. Lo que se está discutiendo en Bolivia es el concepto de hegemonía. Dentro del MAS (el partido de Morales) se está dando un debate entre los sectores más duros, que quieren imponer su mayoría en la Asamblea Constituyente, con otros más dialoguistas, que buscan negociar con sectores más cercanos para reconstruir un contrato de gobernabilidad.”
Las mismas demandas sociales que impulsan la revolución indigenista aparecen, atemperadas, en países como Chile, donde Michelle Bachelet soportó importantes movilizaciones estudiantiles y huelgas mineras. “Bachelet es el fin de la transición democrática en Chile y por eso enfrenta demandas contenidas durante muchos años, como el reclamo estudiantil. La huelga minera también se entiende porque el precio del cobre anda por las nubes y se espera del gobierno que cumpla su promesa de redistribuir la riqueza. Es lógico que en los gobiernos de centroizquierda haya conflictividad social. No me parece malo.”
Lo que le parece malo a Alvarez es que la creciente polarización política en países como Venezuela, México o Bolivia haga volver a las fuerzas armadas al escenario político.
“Yo lo hablé con Chávez. Las polarizaciones tarde o temprano convierten al ejército en árbitro y no es bueno que el ejército se convierta en actor político. Ya lo vivimos en la Argentina con el peronismo.” Tampoco se entusiasma con la idea de que los militares lideren transformaciones sociales: “Ya vimos qué pasó con Velazco en Perú y Torres en Bolivia: sus reformas no duraron. Las alianzas pueblo-fuerzas armadas son frágiles y poco sostenibles en el tiempo. Lo mismo pasa con los intentos de perpetuarse en el poder a través de reformas constitucionales. Sólo la legitimidad democrática hace que un modelo sea sostenible”.
Justamente qué modelo sostener parece ser el dilema que enfrenta el presidente Tabaré Vázquez en Uruguay, dice Alvarez. Por un lado, muchos referentes del Frente Amplio quieren profundizar la inserción en un bloque regional, pero la oposición, que mantiene una presencia legislativa importante, se inclina por un modelo más independiente, al estilo chileno. “En Uruguay hay un debate muy fuerte y habrá que ver qué pasa”, dice Alvarez.
Paraguay, el otro miembro díscolo del Mercosur, también busca su camino. “A pesar de lo que se dice, (el presidente Nicanor) Duarte Frutos debe ser el político más pro Mercosur que hay en Paraguay, pero debe convivir con una elite empresarial muy antimercosur que controla los medios y actúa de manera extorsiva. Lo que nadie dice es que Duarte Frutos viene de ganar una interna contra el stroessnerismo en el Partido Colorado. Es un paso muy importante.”
México es otro tema. Alvarez lo ve un poco lejos, demasiado atado a Estados Unidos como para liderar un proceso de integración en América latina. A Colombia, otro país bajo fuerte influencia norteamericana, Alvarez le ve más posibilidades: “Para empezar, comparte fronteras con Brasil y Venezuela. Además cada vez tiene más conflictos comerciales con Estados Unidos”.
Volviendo a México, Alvarez critica al derrotado candidato centroizquierdista López Obrador por no hacer lo que hizo Lula en Brasil o Kirchner en Argentina. “El PRD cometió errores políticos durante la campaña. A su prédica reivindicatoria de los sectores populares no pudo articularla con la clase media. Entonces la crisis de legitimidad que tiene Calderón por la decepción que resultó Fox muestra un claro retroceso en la transición mexicana.”
Lo que no hizo López Obrador es lo que está haciendo Kirchner, dijo Alvarez. “No es cierto que los radicales se están pasando sólo por la chequera. Hay algo más. Ellos ven que Kirchner atiende las demandas de la clase media que el radicalismo tradicionalmente representa. Kirchner resultó una gran sorpresa. Hizo mucho más de lo que prometió y de lo que se esperaba de él.”
Así, con gobiernos progresistas que articulan demandas sociales postergadas con reclamos de las clases medias, se sale del empate histórico que deriva en caos o golpe militar, dice el ex vicepresidente argentino. En eso, dice Alvarez, anda América latina.
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