El líder de la izquierda mexicana, Manuel López Obrador, y del movimiento de resistencia, suspenderá la protesta el 16 de septiembre.
› Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México, D. F.
Tras anunciar el inicio de “una nueva etapa” del movimiento de resistencia civil, Andrés Manuel López Obrador dio por terminado el plantón en el Zócalo, las principales calles del centro de la Ciudad de México y el Paseo de la Reforma, el cual se retirará en la madrugada del 16 de septiembre para permitir el tradicional desfile anual militar.
Pero esta concesión al ejército –única institución que el ex candidato presidencial de centroizquierda no ha mandado al diablo– no incluye ceder la plaza al presidente Vicente Fox para que éste encabece el festejo cívico por la Independencia de México.
El campamento todavía estará ahí la noche del viernes 15 de septiembre, cuando Fox pretende dar “el grito”, en lo que para muchos es una provocación desde el poder. Fox tenía la opción de realizar la ceremonia en la pequeña ciudad de Dolores, en el estado de Hidalgo, donde se inició la gesta independentista en 1810 –como lo han hecho muchos presidentes en el último año de su mandato–, pero se ha encaprichado en hacerlo desde el balcón principal de Palacio Nacional que da precisamente al Zócalo, y a cuyos pies se encuentra el templete desde donde López Obrador arenga diariamente a sus seguidores desde el 30 de julio pasado, en protesta por el fraude electoral que –según él– organizó la administración foxista para imponer a Felipe Calderón como su sucesor en la presidencia de la república.
Y el plantón sólo se retirará unas cuantas horas, a más tardar a las 3 de la mañana del sábado 16, para permitir el desfile militar, pero regresará 12 horas después, a las 3 de la tarde, para realizar la Convención Nacional Democrática, en la que “vamos a resolver si aceptamos la república simulada o declaramos la abolición del régimen de corrupción y privilegios; vamos a decidir si desconocemos al gobierno de la usurpación o lo reconocemos; si creamos un gobierno, nuestro propio gobierno legítimo, o una Coordinación Nacional de la Resistencia Civil Pacífica; vamos a decidir también si reconocemos y ratificamos a un presidente de México o nombramos a un titular del Ejecutivo, un jefe de gobierno en resistencia o a un coordinador de la Resistencia Civil Pacífica”, dijo ayer López Obrador en su cotidiano encuentro informativo en el Zócalo.
La movilización ya no es solamente para protestar por un fraude electoral que, dice López Obrador, le robó la presidencia de la república, sino para crear un “gobierno legítimo” con el objeto de “purificar” a las instituciones, debido a que “el actual régimen está podrido, desacreditado, y nuestros adversarios no tienen autoridad moral ni política. La derecha se arrancó la máscara y ha enseñado su verdadero rostro. No cabe duda de que no hay mal que por bien no venga: ya enseñaron su verdadero rostro, el rostro del clasismo, del racismo, de la intolerancia, de la antidemocracia y del autoritarismo. Han quedado al desnudo, mostrando que su verdadera doctrina es la hipocresía”.
La nueva etapa anunciada por López Obrador “no caerá en la violencia”, tampoco se venderá y tratará de romper el cerco informativo que, “salvo excepciones”, padecen desde los medios de comunicación. Al final de su mitin diario, López Obrador respiró aliviado, contento: “Vamos por buen camino, ya encontramos la salida, pese a que no es fácil salir de la trampa. Es una situación muy complicada, no sólo hacen el fraude sino luego le dejan a uno la responsabilidad. Si uno lleva el movimiento al desbordamiento, si el movimiento se desborda, ahí está el violento; si uno es demasiado pasivo, le dicen que no hace nada, que ya se aflojó, que ya se vendió, que ya traicionó”.
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