EL MUNDO › EL “BERLUSCONI ASIATICO”, ACUSADO DE FRIVOLO Y CORRUPTO, ESTABA EN NUEVA YORK
La suerte de Thaksin Shinawatra parecía echada mucho antes de que viajara a Nueva York a la convención de las Naciones Unidas. Acusaciones de nepotismo, corrupción y tráfico de influencias lo perseguían desde hace meses y la guerrilla no daba tregua.
› Por Jan McGirk *
Ha sido casi demasiado fácil ridiculizar al primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra; como Silvio Berlusconi, con quien es comparado tan seguido, les dio suficiente de comer a las fieras. Un empresario billonario describió a Washington como un “amigo inútil” después de que los estadounidenses denunciaron sus antecedentes de derechos humanos y dijo echando chispas que “la ONU no es mi padre”, después que diplomáticos le cuestionaran con duras palabras su campaña sangrienta contra los traficantes que resultó en el asesinato extrajudicial de 3000 personas. Hasta ocultó el primer estallido de gripe aviaria, en un intento vano por proteger las exportaciones de aves tailandesas, poniendo en riesgo de pandemia global en el proceso.
Los cánticos anti Thaksin que resonaron esta primavera en las calles y afuera de los shoppings de Bangkok fueron adoptados por los tailandeses de todas las generaciones y clases. Ahora el ejército se levantó contra el policía devenido millonario. Los esfuerzos de Thai Rak Thai –el partido gobernante fundado por Thaksin en 1998– han fracasado. Después de cinco años en el poder, Thaksin Shinawatra se está yendo. Una era política está llegando a su fin en Tailandia.
Los críticos de Thaksin siempre mantuvieron que el exceso de orgullo y de codicia provocarían su caída. El dique se quebró cuando, a través de una fisura en la ley, quiso vender el conglomerado de telecomunicaciones de su familia, ShinCorp, al exterior y asegurarse una ganancia libre de impuestos de un millón novecientos mil dólares. En un país donde la brecha entre los que tienen y no tienen se ha ido ampliando bajo su gobierno, fue demasiado. La elite de poder de Bankok y la clase media sofocada por los impuestos se indignaron cuando supieron que la mujer del líder de Singapur supervisaría las decisiones sobre los satélites de Tailandia, los servidores de Internet, y su mayor red de teléfonos celulares. Hasta el negociador Thaksin, que frecuentemente alardeaba de que gobernaba la nación como un CEO moderno, consideró que tal descaro era difícil de justificar. Su hijo, a través de una empresa offshore, con el irónico nombre de Ample Rich, fue multado por especulación.
Lo que siguió fue notable: día tras día de manifestaciones pacíficas mientras decenas de miles de residentes de Bangkok se adueñaban del vasto parque real de Saman Luang, paralizando la capital, frustrando decisiones empresarias, haciendo tambalear aún más el inestable mercado de valores de Tailandia. El susceptible político que había hecho alarde de su entrenamiento en leyes y seguridad en la Universidad de Houston se vio muy presionado para justificar todos sus excesos.
Cuando Thaksin llamó a una precipitada elección en abril, los partidos rivales la boicotearon y la política cayó en un punto muerto. La corte tiró los resultados y el gobierno provisional de Thaksin tambaleó. Las manifestaciones se hicieron más escandalosas, decenas de miles de voces exigieron que su arrogante líder dejara el gobierno. Mientras el cuerpo político de Tailandia se deslizaba hacia un caos institucional, alguien tenía que ceder. Finalmente, fue Thaksin Shinawatra. La celebración del aniversario de plata del rey Bhumiphol Adulyadej hizo que las marchas de las calles hicieran un alto decoroso a mediados de junio, y el primer ministro logró aferrarse al poder durante unos pocos meses más. Pero la guerra de los insurgentes separatistas en las tres provincias de mayoría musulmana en el sur, que ya se cobró más de 1400 vidas desde que se encendió nuevamente en enero de 2004, no muestra señales de aplacarse. El sábado por la noche cinco explosiones sincronizadas en el centro de vacaciones de Hat Yai mataron a cinco personas, incluyendo un maestro canadiense y un turista chino. Esto puede ser la gota que rebasó el vaso.
Chamlong Srimuang, un general budista ascético, condujo una exitosa protesta que depuso a la última junta militar de Tailandia hace quince años. Hace tiempo el mentor político de Thaksin se reinventó a sí mismo como uno de sus más exaltados enemigos. Chamlong anunció repetidamente a su “Ejército Dharma” descalzo de monjes budistas que el liderazgo defectuoso de Thaksin había marcado el comienzo del capítulo más oscuro de la reciente historia política de Tailandia y denunció su ofrecimiento de reconciliación como tramposo: “Imagínense esto: un ladrón entra en nuestros hogares, luego nos pide que nos quedemos sin hacer nada por el bien de la reconciliación. Es inaceptable”. Pero fue el ejército regular el que aparentemente dio el golpe de Estado final contra el autócrata Thaksin, de 57 años, que estaba en las Naciones Unidas.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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