La semana próxima, Japón tendrá un nuevo primer ministro. Si el anterior mandatario nipón, Junichiro Koisumi, era definido como populista, su sucesor, Shinzo Abe, seguramente se destacará por su nacionalismo. El actual número dos de Japón ya ha hecho públicas sus intensiones de reformar la Constitución pacifista, que Estados Unidos obligó a promulgar después de la Segunda Guerra Mundial. Abe quiere recuperar el patriotismo japonés. Para ello, no sólo quiere modificar el sistema educativo, sino que además quiere volver a contar con un ejército nacional.

Abe fue elegido ayer presidente del partido gobernante, el Liberal Demócrata (PLD), lo que significa que en los próximos días –posiblemente el 26– asumirá como primer ministro ante el Parlamento. Su candidatura fue apoyada por la Casa Blanca. El futuro premier debe su popularidad a la línea dura que defiende contra la dictadura norcoreana. Además, Abe es uno principales promotores de la actual alianza con Estados Unidos.

Mientras es claro que el próximo gobierno nipón mantendrá una posición muy estricta con respecto a Pyongyang, su relación con sus otros vecinos será un poco más ambigua. Según adelantaron fuentes diplomáticas, el dirigente japonés intentará acercarse un poco a China, su principal competidor comercial de la región, aunque no esperan que se restablezca un diálogo fluido entre las dos naciones. También se espera que tenga una buena relación con Corea del Sur, dado que los dos son los aliados de Washington en el sudeste asiático. Pero Abe planea continuar con un rito que irrita tanto a Beijín como a Seúl. No hace mucho, el futuro premier dio a entender que seguirá visitando el santuario de Yasukuni en Tokio, que para los chinos y coreanos simboliza los crímenes del militarismo nipón en el pasado. Abe es nieto del ex primer ministro Nobusuke Kishi, uno de los dirigentes nipones que fue encarcelado por Estados Unidos como criminal de guerra.