EL MUNDO › POR EL ESCANDALO DE CORRUPCION QUE SACUDE A SU GOBIERNO
A diez días de las elecciones presidenciales, las malas noticias continúan para la campaña reeleccionista de Lula. Ayer debió renunciar su jefe de campaña por su vinculación con un sonado caso de corrupción. Pero el daño político no se trasladó a las encuestas.
› Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
“Basta de escándalos. Vote por un Brasil decente”, es el eslogan que acaba de estrenar la oposición brasileña a caballo de una crisis que envuelve al gobierno a 10 días de los comicios. Ayer la crisis se cobró la cabeza del jefe de campaña del presidente y candidato a la reelección Luiz Inácio Lula da Silva. Al final de un día de intensas reuniones en el Palacio del Planalto, el mandatario apartó de ese cargo, el de mayor responsabilidad en el equipo electoral, a Ricardo Berzoini, quien por el momento continúa ocupando la presidencia del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), para el que fue electo el año pasado cuando otro affaire, por negociados en el Congreso, acabó con la anterior cúpula partidaria.
El nuevo coordinador de campaña de Lula será Marco Aurelio García, que actualmente es su asesor especial para asuntos. Con Ricardo Berzoini, ya son cinco los petistas que debieron renunciar a sus puestos en el gobierno o la campaña. Ayer lo hicieron también un director del Banco do Brasil y el coordinador de Aloizio Mercadante, postulante a la gobernación por el PT en San Pablo, donde el favorito a ganar en primera vuelta es el socialdemócrata José Serra.
Desde el viernes pasado, cuando se conocieron los primeros indicios de este Watergate tropical, todas son malas noticias para el gobierno. Ese día fueron detenidos dos miembros del PT con 1,7 millón de reales (800 mil dólares) cuando se aprestaban a comprar un dossier conteniendo documentos comprometedores contra Serra, correligionario del presidenciable Geraldo Alckmin, durante su gestión como ministro del ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1994-2002). Los videos, disquetes y DVD estaban en poder del empresario Luiz Antonio Vedoin, quien ha vendido ambulancias sobrefacturdas al Estado a través de una trama conocida como la “mafia de los chupasangres”.
Lo peor para Lula y sus aspiraciones reeleccionistas sucedió el lunes pasado, cuando Freud Godoy, un secretario especial del gobierno, que despacha a metros de la oficina del mandatario, renunció bajo sospecha de estar relacionado con los dos presos e implicado en la conspiración contra Serra. Entre las pistas seguidas por los investigadores una de las más firmes es que el espionaje e intento de chantaje contra Serra fue urdido en San Pablo. Nuevas revelaciones pueden surgir en las próximas horas, luego de que la policía ubicara las sucursales bancarias de Mato Grosso, estado del centro oeste, de donde la cuadrilla sacó el dinero para financiar la operación.
Ayer la caída de Berzoini puso de manifiesto la gravedad de un caso que en apenas seis días, desde que tomó estado público, estremeció una disputa en la que la victoria de Lula se daba por descontada, en orden a la amplia ventaja sobre su principal adversario, Alckmin. Los sondeos de la encuestadora Datafolha del martes por la noche mantienen a Lula da Silva con 21 puntos de ventaja, 50 a 29, sobre su rival, de lo que surge la indiferencia del electorado ante la tormenta de acusaciones y revelaciones.
Eso, sin embargo, no tranquiliza al oficialismo, porque si sus adversarios consiguieran arrebatarle el 6% podrían forzar una segunda vuelta, marcada para el 29 de octubre. Para el PT es decisivo vencer el 1º de octubre y evitar el ballottage: saben que tendrán todas las de perder en una segunda campaña dominada por las denuncias y en la que Lula deberá responder al Tribunal Superior Electoral, donde se le sustancia una investigación por presunta complicidad en los hechos de espionaje ilegal. La suerte del presidente está, en parte, atada a las averiguaciones policiales sobre la inocencia o la culpa de Freud Godoy en el escándalo. Godoy, desde hace 17 años, recibe órdenes directas de Lula. La prensa y la oposición lo han comparado con otro asesor trágico, Gregorio Fortunato, hombre de confianza de Getulio Vargas. El ex presidente se suicidó en 1954 tras un escándalo originado por su hombre de confianza.
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