EL MUNDO › EL PRESIDENTE TOMO DISTANCIA DE LOS ESCANDALOS
› Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva buscó ayer tomar distancia de un caso de espionaje político, a nueve días de las elecciones en las que busca un segundo mandato. “Las personas que hicieron esto son insanas”, afirmó ante las cámaras de la TV Globo, en alusión a los integrantes del Partido de los Trabajadores (PT) involucrados en la negociación de un dossier con informaciones que comprometerían a líderes de la oposición. Fue la primera entrevista concedida por el mandatario desde que dos petistas fueron detenidos la semana pasada por la Policía Federal, conmocionando una campaña electoral que parecía conducir a una tranquila victoria oficialista en la primera vuelta del próximo 1º de octubre. Ayer Marco Aurelio García, nuevo coordinador electoral petista, admitió que la hipótesis de una segunda vuelta el 29 de octubre no es descabellada. García sustituye al presidente del PT, Ricardo Berzoini, obligado a dejar su cargo, salpicado por el affaire.
Con su aparición televisiva el candidato a la reelección procuró garantizar la fidelidad de sus electores, quienes en los últimos sondeos lo colocaron a más de 20 puntos de su principal rival, Geraldo Alckmin, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). Vencer en la primera vuelta es una cuestión de vida. Si la contienda se resolviera en un ballottage, previsto para el 29 de octubre, es posible que la oposición lleve las de ganar enancada en las denuncias y en las investigaciones que la Justicia Electoral sigue contra Lula, que podría devenir en candidato–procesado. Eso porque entre los acusados hay personas del entorno directo del jefe de Estado, como su asesor especial, Freud Godoy.
Cuando fue abordado sobre el nuevo escándalo (otros ya pusieron al gobierno al borde del abismo), Lula respondió con una pregunta: ¿quién saca ventajas con este episodio? Según ese razonamiento el PT no sería culpable, sino víctima de una operación de contraespionaje. Un argumento poco convincente.
Recordó que en otras ocasiones rechazó la oferta de dossiers semejantes al que ahora tiene en vilo a Brasil. En los años 1990, cuando lideraba la oposición contra el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, Lula recibió una carpeta con información sobre cuentas clandestinas en las islas Caimán. La reacción de Lula en aquel momento fue llamar al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), al que pertenece Cardoso, para advertirlos del tema. Lo mismo sucedió en la campaña de 1989, cuando Lula se enfrentaba a Fernando Collor de Mello. “No está en mi currículum político” actuar de esa forma, aseguró Lula.
El nuevo jefe de campaña lulista quiso aventar las sospechas no sólo sobre el mandatario sino sobre el partido, cargando las responsabilidades sobre elementos que habrían actuado autónomamente. En rigor, Marco Aurelio García buscó mitigar las tensiones de un partido que el año pasado estuvo a la vera de la fractura, por el descontento de las facciones de izquierda con el hegemonismo de San Pablo. Anteayer, el secretario general petista, Raúl Pont, dejó ver su disconformidad con los paulistas, sospechados de haber urdido la compra del maletín que hoy tiene en vilo al país. Ayer García insistió en la importancia de mantener la “unidad” para campear la tempestad de aquí al domingo 1º de octubre. Después de los comicios nadie sabe si será posible mantener la cohesión.
Las explicaciones de Lula no convencieron a la oposición, especialmente al candidato presidencial Geraldo Alckmin, para quien el gobierno está “corroído” por la corrupción. La ex petista y actual candidata de la izquierda brasileña, Heloísa Helena, coincidió en que estos escándalos son inaceptables y una prueba del nivel de degradación que asuela al PT. Pero entre los aliados del PT la polémica no parece ser suficiente para darle la espalda a Lula. El líder nacional del Movimiento de los Sin Tierra, Joao Pedro Stédile, afirmó que este tipo de escándalos sólo interesa a las dirigencias políticas, no al pueblo. “En la actual elección no hay grandes alternativas. Esta elección no produjo un debate en torno de un proyecto para Brasil. Votar por Alckmin sería aceptar el neoliberalismo. Por Heloísa Helena sería un voto de protesta. Lula es el mal menor”, explicó.
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