Vie 22.09.2006

EL MUNDO

En Hungría sobrevuela el viejo fantasma de 1956

Los jóvenes que protestan contra la clase política quieren reabrir el debate sobre el legado comunista y su impacto en los gobiernos que sucedieron al cambio de régimen en 1989.

› Por Stephen Castle *
Desde Budapest

Gabor Topolay sólo tenía dos años cuando el régimen comunista se desplomó en Hungría. Sin embargo, tiene una posición tomada sobre lo que sucedió y lo que no sucedió en aquel momento.

“Los ex comunistas se convirtieron en los más grandes capitalistas”, aseguró Gabor mientras ondeaba una bandera, junto a sus amigos y los otros manifestantes, frente al Parlamento, en la plaza Kossuth de Budapest, ayer a la medianoche. “Nuestro objetivo es sacarlos de la vida política y económica, porque los esclavos del viejo sistema no pueden ser figuras importantes del país. Eran asesinos”, explicó. Este estudiante de 19 años es uno de los miles de jóvenes que creen que los problemas que enfrenta Hungría hoy son consecuencia de la transición pacífica de 1989, en la que no se logró hacer una purga de los ex comunistas para sacarlos de la arena pública.

Las protestas masivas de esta semana estallaron cuando salió a la luz una declaración de Ferenc Gyurcsany, el premier socialista de Hungría, en la que admitía haber mentido a sus votantes “mañana, tarde y noche” para ganar las elecciones de abril pasado. Pero lo que lo convierte en una figura irritante para sus oponentes es que tuvo un cargo en la Juventud Comunista, bajo el antiguo régimen, y luego se benefició con la caída de éste.

Una serie de negociados durante el auge del proceso privatizador de los años noventa lo convirtió en uno de los cincuenta hombres más ricos del país. A pesar de que proviene de un hogar humilde, Gyurcsany vive en una casa lujosa con su tercera esposa, Klara Dobrev, la nieta de uno de los líderes de la era comunista. Para muchos de los manifestantes que protestaban frente al Parlamento húngaro, Gyurcsany es la prueba viviente de que el país nunca confrontó su pasado.

En un café frente de la plaza, Sebestyen Gorka, el director del think tank de origen estadounidense Instituto para la Transición Democrática y la Seguridad Internacional, aseguró que otras naciones ex comunistas manejaron mejor la situación.

“En Polonia tuvieron años de oposición con Solidaridad”, recordó Gorka. “En República Checa tuvieron a Vaclev Havel y al Capítulo 88, personas que decían ‘no vamos a negociar –y por ende legitimizar– con el viejo régimen. Nos vamos a sentar en un teatro y les diremos cuál es el problema’. Nada de esto sucedió aquí”, explicó. Según el analista, las leyes para excluir a los ex comunistas de la vida política fueron demasiado débiles como para haber tenido un impacto en Hungría. Y agregó: “En Chile tomó treinta años poder hablar de la dictadura. Aquí, dieciséis años han sido evidentemente un período muy corto para solucionar este tema. Sin embargo, finalmente, la juventud está diciendo: ‘Ustedes son una manga de mentirosos ilegítimos’”. Mientras el aniversario del levantamiento de 1956 contra el régimen comunista se acerca, los jóvenes húngaros tienen un nuevo recordatorio de cuando los padres y abuelos de algunos mandaron a los de los otros.

Si Gyurcsany es el objetivo principal, el ex premier y líder de la oposición Viktor Orban tampoco es inmune a las críticas. Agnes Vadai, un parlamentario socialista, afirmó: “Si uno analiza el gobierno de Orban de 1998 al 2002, allí había más ex comunistas que en el actual gobierno socialista. En Hungría, el Partido Comunista tenía un millón de miembros. Casi todo el mundo está vinculado al viejo régimen. Este país es un país muy afortunado por haber tenido una transición pacífica”.

Orban pidió la renuncia del primer ministro, aunque no parece estar dispuesto a hacerse cargo del puesto. El dirigente sugirió la creación, en cambio, de un gobierno provisional de expertos. Sabe que para atacar el déficit presupuestario creciente –el peor de la Unión Europea, alcanzando el diez por ciento del PBI–, cualquier gobierno tendrá que implementar medidas impopulares. “Quienquiera que se convierta en el líder político del país tendrá una vida útil de cuatro años máximo”, aseguró Gorka. “Será el próximo chivo expiatorio en la terapia de shock del país”, agregó. Pero Orban también quiso quitarle un poco de presión a Gyurcsany ayer al cancelar la manifestación que tenía planeada para este fin de semana.

La cauta reacción de Orban podría deberse a que el dirigente conservador sabe que en este momento el apoyo a todos los políticos de primera línea es débil e intermitente. Afuera del Parlamento, Gabor explicó anoche que la oposición es mejor que el gobierno, aunque ella también había “fracasado” cuando estuvo en el poder. Y agregó: “Por eso es que necesitamos una revolución. Necesitamos un cambio en serio”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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