El socialismo francés es favorito para las próximas presidenciales. La interna está en ebullición en torno de Ségolène Royal.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Los socialistas franceses empiezan a sentir la brisa de la victoria en la yema de los dedos al mismo tiempo que se desgarran para decidir quién es, entre cuatro candidatos potenciales –ayer se apartó de la competencia Lionel Jospin– el que defenderá el programa de la rosa en las elecciones presidenciales del año que viene. Los sondeos de opinión ya designaron al ganador. La última encuesta publicada ayer muestra que Ségolène Royal, la ex ministra socialista y mujer del primer secretario del PS, François Hollande, derrotaría al candidato de la derecha y actual ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, por 52 por ciento de los votos. La cifra cayó como una sentencia en momentos en que el socialismo francés atraviesa una fase de estruendosas luchas intestinas para definir la metodología de designación de candidatos. El martes, el PS celebró una reunión con las escuderías presidenciables con el objetivo de fijar las normas con las cuales los postulantes iban a debatir, y no con los adversarios de la derecha sino entre los mismos socialistas. En suma, o tal vez en resta, el PS se juega la figura de su carta ganadora a puñaladas.
Ante el sólido avance con que cuenta en la opinión pública Ségolène Royal y cuando faltan cinco días para que finalice el plazo correspondiente a la presentación de las candidaturas de cara a la elección interna del PS, los principales adversarios de Ségolène Royal, los ex ministros de Economía Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn obligaron a la directiva socialista a conceder garantías frente a Royal. Se trata de una suerte de código de buena conducta para que, internamente, se lleve a cabo una campaña equitativa entre los aspirantes. El Bureau nacional del PS adoptó una “carta de organización del debate interno” que debe garantizar la igualdad entre los candidatos, la equidad en el acceso a los medios logísticos y la serenidad del debate. Serenidad, equidad e igualdad, precisamente todo lo que falta hoy en el atormentado jardín socialista en cuyo centro se agitan los trémulos pétalos de una mujer que se está devorando a cuanto antagonista se acerca a su perfume. Entre las reglas fijadas figura la celebración de tres debates televisivos con los candidatos y otros tres ante los militantes. Ségolène Royal siempre fue hostil a esa idea, porque consideró que el riesgo de que el debate se volviera un enfrentamiento era demasiado grande.
El PS es, en todo caso, el jardín de las sospechas. Dos de los pretendientes socialistas, Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn, sospechan que el primer secretario del partido corre para su mujer y pretende empujar a los militantes a elegir en función de los sondeos de opinión nacionales. La confianza se ha convertido en un elemento extranjero, a tal punto que hubo que elaborar el texto en cual, frente a los candidatos, los miembros de la dirección nacional se imponen una estricta imparcialidad en el ejercicio de sus funciones nacionales.
La interna socialista huele a pólvora. Royal expresó ayer su temor de que las primarias socialistas lleven a la catástrofe: “Cabe preguntarse si la máquina de perder no ha sido lanzada”. Hay que reconocer que la candidata virtual está bajo el fuego cruzado de los ataques de la derecha y de sus correligionarios del PS. Pero hasta ahora nunca ha respondido a nadie. Silencio radial y concentración máxima en su objetivo final –aún no declarado–: la investidura socialista. Como haciendo eco a sus palabras, Hollande invitó ayer a los socialistas a prepararse una vez que los militantes hayan votado el próximo 16 de noviembre: “Es preciso que haya una unión detrás de la candidata o candidato que salga electo, porque la única máquina que hay que poner en movimiento es la máquina para ganar”. El PS ofrece hoy un espectáculo dantesco ante una derecha donde reina como monarca absoluto el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy. Jefe del Partido UMP y, hasta el momento, sin otro rival serio entre los conservadores, Sarkozy emplea todas sus energías en hacer su campaña nacional mientras los socialistas desgastan las suyas en comerse los intestinos. Pese a ello, Royal continúa liderando el corazón político de Francia.
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