EL MUNDO › UN ESCANDALETE TAPA EL DEBATE ELECTORAL EN ESTADOS UNIDOS
En Washington no se habla de otra cosa. Un diputado republicano, el archiconservador Mark Foley, resultó ser un acosador de pasantes. Les mandaba e-mails ponderando la guapeza de los muchachos e invitaciones a tomar helado. Revuelo en el Comité de Etica.
El Comité de Etica del Congreso estadounidense decidió ayer abrir una investigación sobre el escándalo sexual que involucra al ex diputado republicano Mark Foley. El comité bipartidista también intentará determinar si la cúpula de la Cámara baja, compuesta por correligionarios de Foley, lo estuvo encubriendo durante casi un año. Los escándalos sexuales son un clásico en Washington que la opinión pública norteamericana, puritana como pocas, consume con avidez. A diferencia de Europa y América latina, donde las conductas privadas de los políticos rara vez son noticia, en Estados Unidos el adulterio y el acoso sexual –ni hablar de la pedofilia– no se perdonan. A semanas de las elecciones legislativas, los medios de comunicación estadounidenses se empeñan en vincular el escándalo con la campaña electoral. Sin embargo, el temor de los republicanos de perder el control de la Cámara de Representantes poco tiene que ver con las indiscreciones de un diputado, hasta hace unos días desconocido. Irak y Guantánamo, en cambio, parecen razones más fuertes para explicar el fuerte descontento de la sociedad con el liderazgo republicano.
Este escándalo comenzó la semana pasada cuando la cadena de noticias ABC difundió algunos e-mails que Foley le había enviado desde su computadora a un becario del Congreso de 16 años. A pesar de no tener ningún lenguaje explícitamente sexual, la denuncia impactó a tal punto en la opinión pública que el diputado por el estado de Florida renunció 48 horas después. No sólo eso. La publicación de los e-mails llevó a que el diputado de 52 años dijera públicamente que era homosexual y alcohólico, utilizando esto último como una explicación de su comportamiento. Actualmente, Foley está internado y ya comenzó un tratamiento.
El caso instantáneamente captó la atención de los medios y luego de los estadounidenses. A pesar de no ser una de las figuras más importantes del partido en la Cámara, Foley era el copresidente de la comisión que trata sobre Niños Perdidos y Explotados, y, además, un ultraconservador en sus posturas. Quizá por ello, los medios tardaron tanto en sacar la historia. Desde finales del 2005, varios diarios habían obtenido copias de los e-mails. Sin embargo, los mensajes no eran lo suficientemente explícitos como para publicarlos. Decían cosas como “te extraño un montón”.
Pero el problema no se terminó con la renuncia de Foley para los republicanos. Un ex asistente del ahora ex diputado Kirk Fordham reveló que le había pedido hace más de tres años a la cúpula de la Cámara baja que tomara cartas en el asunto. Fordham no quiso decir a quién se dirigió, pero la cadena CNN aseguró que una de esas personas habría sido Scott Palmer, el jefe de asesores del presidente de la Cámara, el republicano Denis Hastert. Al reunirse ayer el Comité de Etica, la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, defendió el inicio de una investigación interna. Para Pelosi, la comisión debe interrogar bajo juramento a Hastert y al resto de la cúpula sobre lo que sabían, cuándo se enteraron y qué hicieron al respecto.
La bancada demócrata está determinada a que este escándalo no se acabe sólo con Foley. Cuando se hicieron públicos los e-mails, la oposición no dudó en pedir la renuncia del líder de la Cámara. Hastert, sin embargo, ya afirmó que no renunciará porque tiene el apoyo público del presidente George Bush. Según la cadena CNN, algunos diputados republicanos, pocos pero de gran influencia, se habían reunido el miércoles para discutir si Hastert debía dar un paso al costado.
Hastert convocó ayer a una conferencia de prensa para explicar su situación. “En última instancia, la responsabilidad es toda mía”, aseguró el presidente de la Cámara de Representantes, que reconoció que no manejó bien el problema. La oposición había acusado a los líderes republicanos de la Cámara de haber ocultado el comportamiento de Foley para evitar que tuviera un efecto negativo sobre las elecciones legislativas del 7 de noviembre próximo. Los republicanos también utilizaron la excusa electoral. Acusaron a la oposición y a los medios de comunicación de instalar el tema para evitar un verdadero debate político-electoral.
En un sondeo reciente de la NBC y The Wall Street Journal, el 41 por ciento de los estadounidenses dice que los recientes acontecimientos le inclinan a preferir un cambio en el Congreso, frente a un 18 por ciento que piensa lo contrario. En noviembre se renovará toda la Cámara baja y un tercio del Senado. Para que los demócratas obtengan el control de la primera, lo que no sucede hace años, deberán mantener todas sus bancas actuales (201) y ganar otras 15. Para ello, no dudarán en mantener vivo el ya denominado “caso Foley”, con la ilusión de poder sacarle cualquier rédito político posible.
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